El problema teológico del Adopcionismo (II)

Hoy escribe Gonzalo del Cerro

El enigma y la paradoja del Dios-hombre(b)

El Adopcionismo es una reflexión teológica que trata de huir de ambos peligros, del nestorianismo y del monofisitismo. Si bien su perfil lo acerca más a los confines de la doctrina de Nestorio, como muy bien sospechó Adriano I en su Institutio Uniuersalis. Pues considerar a Cristo como Hijo adoptivo de Dios está evidentemente más cerca de las tesis de Nestorio y su teoría de las dos personas o los dos hijos, uno humano, hijo de María, y otro divino, Hijo natural de Dios Padre. Aunque, repetimos, los adopcionistas nunca llegaron a esta última conclusión. Incluso en la frase determinante de Elipando en su carta a Migecio se habla de persona en singular, si bien el toledano empieza a oponer la generación eterna del Verbo en el seno del Padre a la del hombre Jesús en el tiempo en las entrañas de María.

Pero la delicadeza del tema y la fragilidad de ciertos tratamientos hace que la controversia esté llena de pasajes acusatorios. Si subrayar la duplicidad de naturalezas no lleva consigo la división de Cristo en dos personas, tampoco la insistencia en la unidad de persona ha de tener como efecto la confusión de naturalezas. Era lo que censuraba Félix en Alcuino cuando le espetaba: "Confundís de tal modo las dos naturalezas en la unidad de persona, que entre Dios y el hombre, entre el Verbo y la carne, entre el Creador y la criatura, entre el que asume y el asumido no reconocéis que haya ninguna diferencia" (PL 101, 171 D-172 A).. Y desde luego, Félix reconocía aceptar la unidad substancial del Verbo y la carne: "Aunque Dios proceda de Dios, y el hombre del hombre, por la unidad de persona es uno solo y mismo Cristo de Dios" (PL 101, 189 D.). Pero es evidente que el tenor de algunos pasajes da pie a la acusación de nestorianismo que los católicos lanzan contra los adopcionistas. Tal es, por ejemplo, el párrafo 7 de la Carta de Elipando a Migecio, cuando, explicando la persona del Hijo, dice que no se refiere a "aquella que tú aseguras que es igual al Padre y al Espíritu Santo, y que nació de David según la carne, sino aquella que fue engendrada por Dios Padre sin principio de tiempo" (non eam ... sed eam).

Creemos que la manera de hablar provoca espontáneamente la confusión de ideas. Por eso, la manía de los adopcionistas por separar y distinguir las naturalezas pudo hacer creer a Alcuino que Félix defendía de hecho dos personas en Cristo: "Si temes confesar que hay dos personas en Cristo, porque sería una blasfemia patente, sin embargo, no temes admitir en tu confesión todo lo que es necesario para que haya dos personas" (PL 101, 177 D). Con el fin de evitar estas consecuencias, suelen aquilatar los adopcionistas las propiedades de ambas naturalezas a pesar de que acepten la "comunicación de propiedades". Cristo perdona los pecados en cuanto Dios, se cansa en cuanto hombre. Son los adverbios "de un modo", "de otro" (aliter y aliter) aplicados a una misma acción, según Isidoro de Sevilla (Etym., VII 2). En el fragmento de Félix conservado por Agobardo de Lión leemos: "Aunque creamos fielmente que es engendradora de Dios y del hombre la misma Virgen gloriosa, sin embargo, se profesa con razón que lo fue de Dios de una manera (aliter) y del hombre de otra (aliter)". Es el mismo cuidado que ponían para explicar la Pasión. Cristo no padeció en cuanto Dios sino por su humanidad, lo que podría ser asumible desde la ortodoxia, hechas las debidas salvedades.

Lo que no podemos dudar es que la maternidad divina de María queda un tanto en entredicho con las teorías adopcionistas. Pero siempre representó un serio problema explicar cómo una criatura temporal podía ser la madre de un Dios eterno. Los adopcionistas, sin negar la unidad de persona en Cristo ni la maternidad divina de María, suavizaban o matizaban ese fleco de la gran paradoja.

Elipando y otros adopcionistas son conscientes del enigma y tratan de resolverlo distinguiendo las acciones de Cristo o lo que se dice sobre su persona con fórmulas como "según la humanidad" (secundum humanitatem) o "según la divinidad" (secundum diuinitatem) y "según la forma de Dios" (secundum formam Dei) o "según la forma de siervo" (secundum formam serui) y similares. En muchas de las argumentaciones, juega un papel muy destacado el texto de Pablo en Flp 2, 6-8, de donde toman las expresiones "forma de Dios" y "forma de siervo". El adopcionismo de Elipando, dice Cavadini, es un desarrollo genuino de la tradición occidental sobre la exégesis de este pasaje de la carta a los filipenses. (J. C. Cavadini, Last Christology of the West..., págs. 34s.). Pero debe quedar claro que todo lo que se dice de Cristo Jesús se refiere a una única persona que, por su divinidad, es el Hijo Unigénito del Padre; por su humanidad, el Primogénito. Los adopcionistas urgirán la solución. Si Cristo es el Primogénito, es de la misma categoría que sus hermanos. De manera que si los demás cristianos son adoptivos, Jesús también debe serlo (Rom 8, 15. 23; 9, 4; Gál 4, 5; Ef 1, 8).

A veces, a lo largo de las etapas de la controversia, se tiene la impresión de que las diferencias son mínimas en contenido, y que todo gira alrededor de algunos términos que servirían de frontera entre la ortodoxia y la herejía. La palabra clave es "adopción" y sus derivados "adoptar", "adoptivo", "adoptado". Los contendientes pasarían de un bando a otro con la supresión o añadido de esas palabras o sustituyéndolas por otras más aceptables para todos. Un caso clamoroso es el término "asunción" (assumptio) que no ofende a nadie, mientras que adopción (adoptio) es un escándalo para muchos y fue el principio y la raíz de la controversia. La prueba es que, a pesar de los debates, los adopcionistas seguían insistiendo en la unidad de persona en Cristo. Luego no tenían razón los que acusaban a Elipando y a otros adopcionistas de nestorianos. Sería preciso investigar más a fondo la cuestión o distinguir y aclarar las connotaciones que unos y otros añadían a los términos de adopción y derivados. Es posible que los prenotandos no fueran los mismos y que el mismo concepto de persona tuviera sus divergencias en unos y en otros. Lo que sucede es que, visto desde el ángulo de la ortodoxia, el Adopcionismo tenía para los teólogos resabios de nestorianismo. Por consiguiente, es un hecho incontestable que todos los impugnadores del Adopcionismo, desde Beato de Liébana hasta Agobardo de Lión pasando por Alcuino de York, Paulino de Aquileya, Leidrado y los padres conciliares de Ratisbona, Francfort, Roma y Aquisgrán, ponían al Adopcionismo la etiqueta de nestorianismo redivivo. A pesar de todo, Cavadini insiste en que Elipando no era nestoriano ni había recibido influjo alguno de Nestorio o Teodoro de Mopsuestia.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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