El vocablo "evangelio" en los comienzos del cristianismo (I)

Hoy escribe Antonio Piñero

Lo que para nosotros es hoy tan normal, designar a los cuatro escritos canónicos, y a otros muchos apócrifos, con el término globalizante de “evangelio” no es de por sí evidente y tiene un origen oscuro.

No puede construirse una historia de la tradición respecto al concepto “evangelio” ni el campo bíblico, ni en el ámbito lingüístico griego sin aceptar que tenemos cieras lagunas. En el Nuevo Testamento no se halla el concepto de “evangelio” como libro que contiene la vida de Jesús. En todo caso, hay una posible excepción y es muy discutida: es el inicio del Evangelio de Marcos:

“Comienzo del evangelio de Jesucristo, hijo de Dios…”.


Se discute si este texto -que suena poco apropiado o atrayente si se piensa en un escrito de difusión, de propaganda de la fe en Jesús para quien no lo conocían en absoluto en el Imperio Romano- fue quizá un añadido, o encabezamiento de un escriba a mediados del siglo II, cuando ya el término “evangelio” pasó a designar un escrito que contenía ciertas buenas noticias: la vida y enseñanza de Jesús. Sólo es claro que únicamente en el siglo II aparecerá nítidamente esta designación de “evangelio”.

Hay algunos investigadores que piensan que quizá el primer testimonio del uso de "evangelio" como "libro" sea el de la Doctrina de los XII Apóstoles (la Didaché, utilizando el término griego) 8,2:

Tampoco oréis a la manera de los hipócritas”, sino que tal como el Señor lo mando en su Evangelio, así oraréis… (sigue el “Padre Nuestro”),


aunque los exegetas no se ponen de acuerdo si se debe entender así. También se discute el pasaje de Did 15,3:

Corregíos los unos a los otros, no con ira, sino con paz, como lo tenéis en el Evangelio


(quizá una alusión a un texto parecido al que se halla en Mateo en 18,15 sobre la corrección fraterna).

Otros han pensado que esta frase hay que unirla al versículo 2 del escrito de Marcos y entenderlo del siguiente modo: “Comienzo (del libro) que explica el mensaje (evangelio = buena noticia) de Jesús, a saber que el Reino de Dios está cerca”.

Finalmente otros opinan que el paso de “evangelio” como kerigma -proclamación de una buena nueva a libro- fue dado por el hereje Marción hacia el 145 d.C. Éste debió de imaginarse que cuando Pablo se refería a su “evangelio” (que él, Marción, debía restituir a su prístina pureza) pensaba ya en un texto escrito. Por ello, el escrito que él editó como evangelio único –de acuerdo con el pensamiento de Pablo: no hay más que un evangelio: Gál 1,6; 2 Cor 11,4- el de Lucas, lo denominó “Evangelio”.

Creo que ésta es una sugerente teoría…, y que es muy posible. Pero también lo es que al autor de la Didaché se le hubiera ocurrido antes.

"Evangelio" en el Antiguo Testamento

Pertenece con seguridad a la tradición del Antiguo Testamento el empleo general del verbo “evangelizar” (basar en la Biblia hebrea y euaggelítheszai en la versión de los LXX) en donde hallamos algunos pasajes cuyo sentido es parecido al del Nuevo Testamento. También se encuentra en unos pocos casos el sustantivo besorah (en la Biblia griega: euaggélion y euaggélia), aunque carece de sentido religioso. Prsenta la acepción amplia de “buena noticia”, no sagrada necesariamente, y tampoco excluye que sea mala.

En 1 Samuel 4,17 dice el texto hebreo:

El mensajero respondió: «Israel ha huido ante los filisteos. Además el ejército ha sufrido una gran derrota, también han muerto tus dos hijos y hasta el arca de Dios ha sido capturada»,


en donde para “mensajero” se utiliza el vocablo mebaser, sustantivo cuya raíz es basar, “anunciar”. Euaggelion aparece en el Antiguo Testamento griego en sólo tres pasajes: 2 Reyes 18,20.27 y 4 Reyes 7,9.

En el Deuteroisaías, en 40,9 y 52,7, en la versión griega, aparece el verbo “evangelizar” en la acepción amplia de "dar una buena noticia", como el mensaje gozoso del comienzo del reinado de Dios. He aquí los textos:

Súbete a un alto monte, alegre mensajero (literalmente: “el que evangeliza”) para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: "Ahí está vuestro Dios. ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero (literalmente: “el que evangeliza”) que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: '¡Ya reina tu Dios!'”.


Y hay otro texto en ese mismo corpus de oráculos proféticos recogidos bajo el nombre de Isaías, 61,1, que tuvo amplio eco en el Nuevo Testamento:

El espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahvé. A anunciar (literalmente “evangelizar”) la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad.


El paaje es utilizado, según el evangelista Lucas, por Jesús en su primera aparición en Nazaret:

Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy»”.


Y por Pablo en Romanos 10,15:

Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Como dice la Escritura: = ¡Cuán hermosos los pies de los que anuncian el bien!


Se ha supuesto con razón que el uso isaíaco y el trasfondo veterotestamentario en general ha ejercido influencia en la utilización cristiana primitiva de los vocablos “evangelio” y “evangelizar”, aunque de hecho el sustantivo “evangelio” como tal no aparece nunca en la versión griega de los LXX.

Sin duda que el trasfondo es muy semejante, pero como el empleo de este vocablo en los Evangelios aparece en pasajes redaccionales, es decir, típicos del redactor/evangelista, y por tanto secundarios (no pertenecientes al estrato más antiguo, retrotraíble al Jesús de la historia, sino a lo que está comentando el propio autor evangélico, bastantes años más tarde) es imposible asegurar que en Jesús mismo y en sus más inmediatos seguidores el uso de “evangelio” haya sido directamente tomado de los pasajes proféticos del Antiguo Testamento. Ésta es la opinión normal de la crítica y los comentaristas que se muestran más bien cautelosos.

Seguiremos con el uso de “evangelio” en el ámbito helenístico de la lengua griega. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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