Presenta el libro Miguel Fisac: ¿el arquitecto de Dios o del diablo?, de Jesús Sevilla Benjamín Forcano sobre Fisac: “Lo que más le interesaba era ser libre, y amar"

(José Manuel Vidal).- Fue uno de los arquitectos más conocidos de su tiempo, y también un gran olvidado. Benjamín Forcano nos presenta una biografía sobre "Miguel Fisac: ¿el arquitecto de Dios o del diablo?" (Nueva Utopía), escrito por Jesús Sevilla. "Cuando Fisac abandonó el Opus, se prometió ser fundamentalmente un hombre libre, bueno y decir siempre la verdad", apunta el teólogo.

Hoy tenemos el placer de poder charlar con Benjamín Forcano, que es un clásico en el mundo religioso: teólogo, intelectual, escritor...Lo ha sido todo. Es un hombre, sobre todo, que ha estado en la frontera cuando en la frontera no se estaba bien. Cuando se estaba a la intemperie, ¿verdad?

Eso es cierto. Porque creo que, sin pretenderlo, sino por fidelidad a lo que siempre he pensado, he estado un poco a contracorriente casi cincuenta años.

Pero ahora tienes el viento a favor.

El viento, ahora, no va solamente a favor, sino que va a toda popa. Por delante.

Está Benjamín fundamentalmente hoy con nosotros para presentarnos un libro de alguien muy querido para él, que conoce mucho: Miguel Fisac, ¿el arquitecto de Dios o del diablo?, que está publicado en Nueva Utopía, la editorial que tú diriges.

Sí. Cuando el autor, Jesús Sevilla, manchego de Daimiel, del mismo pueblo que Fisac, me lo presentó, yo pensé ciertamente que un libro sobre una persona de tanta categoría merecería otra editorial. Pero él se empeñó en que fuese la nuestra, pequeña y modesta, dado que yo había conocido personalmente a Miguel Fisac.

Será humilde, pero conocida: lleva muchos años en la brecha.

Eso es cierto. Quiero decir que yo conocí a Miguel Fisac hace más de veinte años. De no ser por este conocimiento, por esta relación estrecha...

¿Antes de su salida de la Obra?

Después, evidentemente. Le conocí a raíz de una entrevista que tuvo en la televisión, en La clave. Yo no le conocía para nada de antes. Pero él habló con esa libertad, con tal sinceridad... Dijo cosas muy importantes refiriéndose al Padre Escrivá, que él había conocido muchísimo, como pocos; dijo que nunca le había oído hablar bien de nadie ni hablar de los pobres. A mí, todo eso, en medio de los años ochenta, me llamó la atención. Entonces, me faltó tiempo para coger el teléfono: le llamé para felicitarle, y entonces él me invitó a su casa -un chalet en Alcobendas- y fui. Ahí comenzamos a tratarnos. En nuestra relación posterior incluso le llevé gente del campo teológico, como Leonardo Boff, que estuvo con él. Autores como Jorge Carvajal, Fermín Moriano, etc. Establecimos una red de amigos que fue muy interesante.

Y, desde entonces, ¿mantuviste el contacto hasta el final?

Hasta el final. Y quiero que sepa la gente, porque es importante, que él, en su momento último, cuando estaba próximo a la muerte -murió en su casa, le horrorizaba la idea de tener que morir en un hospital-, me llamó su mujer para que fuese a estar con él, hablar, darle la unción. Estuve y, allí, a solas con él, sentado al borde de su cama, pasé como una hora. Me conmovió: la actitud de ese hombre, de un científico de su talla, yendo hacia la muerte. Con qué naturalidad, con qué paz. Parecía que lo estaba esperando. Y, después, cuando vino la muerte, le acompañé pero él no quiso responsos convencionales. Nada de capilla cuando llegas al cementerio. La comitiva pasó, y ya en la sepultura, sin rigores, fue donde tuvo lugar la homilía, que hice con un amor y con un afecto tremendos, porque a mí Miguel Fisac me parecía un hombre profesionalmente de talla mundial, pero sobre todo, desde un punto de vista espiritual, ético y cristiano.

Hablemos, entonces, de las tres facetas de Miguel. Como persona, como arquitecto, y como hombre espiritual. Como persona, tú que le conociste bien, ¿era grande?

Era una gran personalidad. El libro, que tiene una información detallada y objetiva, da cuenta de ello. Esta es la primera, no diría biografía, sino casi autobiografía que se hace. Porque no es el autor el que va escribiendo, imaginando, sino que es el biografiado el que crea todo, con sus respuestas a entrevistas hechas en su propio domicilio. Es Miguel Fisac el que nos va abriendo el panorama de su vida, detallando punto por punto los aspectos básicos. Entonces, yo simplemente quiero recalcar que, tras su estancia en el Opus -sabes que él estuvo, aproximadamente, unos veinte años, desde que tenía 22-, cuando le conocí me chocó mucho, sabiendo la filosofía doctrinal del Opus, sus estructuras...(ante el Opus nadie es neutral: o estás apasionadamente en contra, o apasionadamente a favor), que él decidió, tras una situación dramática y angustiosa para él, hacer tres cosas. No pudo seguir ahí, cogió sus maletas, se marchó y se contestó las preguntas así: ser un hombre libre, decir siempre la verdad y ser un hombre bueno. Esto que afirma lo acompaña de los hechos de su vida. Podría leerlo en los textos... Fue asi: ser libre, verdadero y bueno resume su vida. Creo que la característica fundamental de este hombre fue su sentido de la libertad. De ser él, por encima de cualquier institución a la que pudiera vincularse. Por encima de la cultura que le rodease, nunca renunció a sí mismo.

¿Jurídicamente no entró a formar parte de la Obra?

Miguel Fisac, desde el principio, dijo claramente, tanto a Escrivá de Balaguer como a los compañeros, que él, de entrar en el Opus, nada. Lo tenía muy claro. Claro, esto desconcierta: si él no estaba por entrar en el Opus, si su negativa era inamovible, ¿cómo es que aguantó dentro del Opus una veintena? Se han dado varias explicaciones, muy distintas. El que te voy a dar es mi parecer: yo entiendo esta especie de ambigüedad de Miguel Fisac porque él, en la juventud, estaba absorbido completamente por su vocación de arquitecto. Es sorpredente, pero con trece años Miguel le dijo a su padre que sería arquitecto, o no sería nada. El ambiente que encuentra con otros compañeros del Opus, la relación de cada día, hace que se cree un tejido afectivo ante el que Miguel era muy blando. Se vinculó, respondió a su respeto, porque vio que todos le trataban con mucho afecto. También el Padre Escrivá estaba a favor de él: le complacía y mimaba. Querían tenerlo consigo por muchas razones, pero yo creo que por una fundamentalmente: por la cuestión económica. Miguel Fisac llega a tener el título de arquitecto a los 29 años. Ya está en el Opus, tiene un porvenir maravilloso, es de los pocos que ganan dinero y todo, todo, todo el dinero que gana lo entrega al Opus. En ese sentido, era un puntal importante.

¿Él gana dinero desde el principio? ¿Era un hombre tan conocido como para ganar mucho?

Sí. Fue muy brillante en la Escuela de Arquitectura y nada más salir tuvo protagonismo. Le dieron inmediatamente el premio en la Real Academia de San Fernando. Destacaba mucho, era solicitado: le ofrecían muchas obras.

¿Y eso le obligó a permanecer en la Obra durante veinte años?

Bueno, él estaba, pero con la clara voluntad, que repitió siempre, de no querer estar. Fíjate que el Padre Escrivá quería ordenarle sacerdote: le dijo que le veía vocación, y él dijo que no. Que de ninguna manera. Seguramente, en el otro sentido fue muy blando, porque no tenía el otro campo definido, el de por dónde tirar. Ahí estaba. Era arquitecto. Pero sin voluntad de involucrarse en el Opus.

Llega un momento en el que no aguanta más. ¿Por qué?

Porque dice que la estructura ritualista, departamental, normativa que le rodea, le ahoga. Este tipo de religiosidad que él mama en el contexto del Opus es contrario a su modo de ser. Se había ido sometiendo externamente, pero con una gran desazón interior. No encajaba. Y llega el momento en que ya se planta, porque estaba angustiado, con una ansiedad tremenda. Le dice al Padre Escrivá que él se marcha.

¿Le cuesta tomar esa decisión?

Le cuesta por lo personal: porque tiene un mundo afectivo, de relaciones de amistad, ahí dentro. Le han tratado bien, pero al final dice no. Y Escrivá de Balaguer dice sí. Que vale. Pero que se vaya primero a Roma con Álvaro del Portillo, que era como su cerebro, y al llegar a Roma Del Portillo le pide perdón. Le dice que le han coaccionado y forzado demasiado tiempo. Que le han visto tan generoso y afectuoso que creían que tenía vocación, pero que al final, después de tanto tiempo, él mandaba. Y le dejaron libre. Entonces, finalmente en la calle, él dice "respiré". Y a los pocos días, le preguntan qué tal y contesta que ha dormido sin ahogo, que se ha quitado la angustia de todo eso que para él era simulación y mentira. Si fuesen mías, yo no las diría: son palabras muy fuertes. Yo diría que tiene tres momentos importantes en la evolución de su vida religiosa. El primero, pertenece a la religiosidad de la familia en la que vive. Los primeros años de su vida. Luego, el segundo momento son los 20 años pasados en el Opus. Y el tercer momento es en el que él empieza a elaborar su propia religiosidad. Él reconoce que la religiosidad la ha probado en el Opus, y no niega que ha vivido cosas buenas, pero dice no. No era libre.

O sea que reconoce lo que le ha aportado, pero sale dispuesto a romper con ellos.

Lo supera por todas partes. A él le sobran tantos rezos, tanto ritualismo y tanta norma.

¿Y hacia dónde se orienta después, espiritualmente hablando?

Él es personal. Dice claramente que el amor a Dios y al prójimo es fundamental: que si yo soy bueno, amo a los demás y soy sincero estoy en el camino, ¡no hace falta más! Lo que hemos dicho siempre, fíjate. Me admira algo que no se ha comentado: Miguel Fisac, por su manera de ser, por ésta su libertad, su protagonismo, porque lo tiene, en todo, busca una originalidad y encuentra la clave de su vida cristiana.

¿Qué tipo de gente le acompañó una vez dejó la Obra?

Es lo curioso: fue por libre. Lo mismo que en la arquitectura, él es un inconformista, un rebelde. Dice que ahora no va a rezar. No como antes. "¡Pero si yo estoy todo el día rezando!". Es maravilloso lo que dice este hombre. A mí me admira pensar qué habría sido de este hombre si hubiera conocido un poquito más de cerca la Teología moderna. No llegó, por ejemplo, a conocer la Teología de la Liberación. Su mujer y él tenían otro tipo de educación: religiosa, formal. Yo que les traté sí que vi que se asomó al mundo del Vaticano II, pero no lo llegó a conocer con esa profundidad que le habría ayudado tanto. No conoció la Teología Política, la Teología de las realidades terrenas... Pero la hizo por sí mismo. Es un hombre de una interioridad tremenda, libre, que no se dejará dominar por nadie.

¿Se casa, entonces, cuando sale de la Obra? ¿Tiene hijos?

Sí, todo. Toda una familia. Dos hijos, pero se le murió una niña.

¿Cuándo llega a su culmen arquitectónico? ¿Con los dominicos de Alcobendas?

En el año 70, con el otro arquitecto, Alejandro de la Sota, es el más conocido de España y seguramente de Europa. Yo he editado este libro por eso: no sólo por la amistad que tuve con Miguel Fisac, sino por justicia. Porque en este país de paradojas se le ha intentado ensombrecer, marginar e incluso borrar de la Historia. Como si no hubiese existido.

¿Quién intentó hacerle eso?

La obra la Pagoda, de Miguel Fisac, la eligieron los museos de Nueva York como la obra más importante del panorama arquitectónico español, para una exposición. La única obra de España. La más importante. Y precisamente en nuestro país, en esta España, en lugar de celebrarlo, de unirse a su conquista, lo que hacen es, sin él saberlo, sin comunicarle nada, un día se ponen a derribar la famosa Pagoda.

¿Era un edificio que estaba en el trayecto entre Barajas y Madrid?

Sí. Lo que se llamaba el laboratorio Jorba. Después de reaccionar así al reconocimiento de su mérito... ¿tú sabes la que se armó? Huelgas, protestas, manifestaciones. Más de cincuenta artículos en la prensa denunciándolo. Pues fue inexorable: se derribó la Pagoda.

¿De qué año estamos hablando, más o menos?

Del 99.

Pero era época socialista...

Claro. Y estaba Gallardón al frente de la Comunidad de Madrid y Álvarez del Manzano de alcalde, que era muy amigo de Miguel. En el libro se cuenta cómo entonces el concejal de la alcaldía fue y le dijo, una vez que había sido derribada, que le había dicho Álvarez del Manzano que sentía mucho lo de la Pagoda, pero que le ofrecía la oportunidad siguiente: levantarla toda nueva, donde fuera. Y él dice que no. Que de ninguna manera. Que sería indecente. Que dedicaran ese dinero mejor a hacer unas casitas para rumanos. Y que, cuando viera a su amigo Álvarez del Manzano, le preguntaría cuáles fueron las presiones que había recibido para no enterarse de lo que estaba pasando. No fue cuestión política ni económica. ¿Qué habían tratado de decir, entonces, por detrás de todo eso? Pues muy sencillo: ciertos sectores de la sociedad quisieron hacerlo desaparecer, porque todos los viajeros que entraban a Madrid desde Barajas lo veían. Al ver su originalidad, hacía preguntas, y entonces había que explicar que era de Miguel Fisac. Nombrar lo que no querían. Quisieron borrar sus imágenes. Fue tremenda la cosa. Él, a esas alturas de la vida, estaba realmente disgustado, pero muy sereno.

¿Siguió arquitectónicamente implicado toda su vida, o lo dejó?

No lo dejó, aunque se redujo mucho la productividad. Ha estado hasta el final. Era su vocación, clarísima, original, desde el principio. Y siempre trabajó a su aire, llevando todo el proyecto, con una capacidad tremenda para hacer algo nuevo. Lo sabía. Pero eso no le convertía en un desconectado: conocía las mejores obras de los arquitectos de Europa. Dedicó un mes entero a recorrer esas ciudades. Él era aviador. Hizo un viaje impresionante, donde descubrió, en el norte, al maestro que le iba a orientar. Por otra parte, decía que había autores, como LeCorbusier, que no le habían enseñado nada. Él era muy original... Y es sorprenderte y sintomático que, lo que reconocían todos los periódicos en el extranjero (que era una figura mundial), ni siquiera se conocía en España. Se hacen exposiciones de él en Viena, Estocolmo, Munich... Aquí no se hace ni un homenaje. Sólo a última hora, cuando ya no tenían más remedio, se le dieron algunos premios. ¿Qué querían decir? Este hombre había sido un innovador, había alterado la sociedad con su arquitectura. Yo no soy experto en la materia, pero he leído bastante a arquitectos y eso es lo que opinan. Esa aportación que él hace en el mundo de la arquitectura es única y el libro, que tiene unas cuatrocientas páginas y está cargado de fotos e información, demuestra que esto no es lo frecuente en un científico: unir el aspecto profesional de su vida -el que sea- con esta especie de arquitectura interior que es la ética, la espiritualidad. En Fisac se da.

¿Algo así como con el Gaudí espiritual...?

Totalmente. Un arquitecto de Dios. Pero que dice cosas tremendas. Él, por ejemplo, podía haberse hecho millonario. Hubo un momento en que se planteó levantar el Bernabéu, llevarlo a otro lado,y hacer ahí un edificio de 70 plantas. Gracias a Miguel Fisac no se hizo, porque él tuvo conciencia y entereza. Contra los desafueros sin sentido del urbanismo de Madrid, predicó en el desierto. Habló como un Quijote. Llevaba dentro la inquietud de hacer una arquitectura al servicio de la sociedad, del hombre, de los más necesitados. Esto es nuevo. Escribió esto: "Hoy, las ciudades modernas son colmenas inhabitables. Fui calificado como la voz que clama en el desierto por mi postura contra la especulación del suelo, el gigantismo, la deshumanización de la arquitectura y el urbanismo antiecológico. Mis denuncias me han creado muchos enemigos. Entiendo la arquitectura como una mezcla de ciencia y arte cuyo objetivo es la creación de espacios humanizados que hagan sentirse al hombre como un ser humano". Una idea fundamental: humanizar.

Y suena a muy actual.

"Me ha repugnado siempre el dinero. Nunca tuve apetencias de nuevo rico. Me refiero a coches, barcos, mansiones... A mí siempre me ha repugnado el dinero, y por eso creo que los grandes negociantes de la arquitectura no quieren saber nada de mí. Nunca he pedido a nadie ni favores ni regalos ni me he apoyado en personas influyentes o conocidas. Me han querido comprar de mil maneras. Yo podría haber sido lo que me hubiera dado la gana, pero he preferido la tranquilidad de mi conciencia, las profesiones que se reducen a ganar dinero suelen ser desastrosas. Y fueron distintos personajes los que trataron de borrarme del mapa de una manera poco elegante o hipócrita. Lo que más me interesa es ser libre y amar". Es un místico. Sigue diciendo: "Como dice el Evangelio, la verdad os hará libres. Es la sensación que yo tengo al decir la verdad, que me siento libre. La verdad es importante, porque ser libre es amar al prójimo. Sin amor, nada sirve de todo lo demás. Yo soy un hombre que busca el amor".

O sea que, espiritualmente, ¿puede ser un místico?

Sí. Y un profeta.

¿En qué sentido?

Profeta, porque denuncia. Los desastres y el deterioro de este urbanismo caótico. Los grandes rascacielos tienen un significado de prepotencia: expresan a las multinacionales, a su inmoralidad. Él quiere ser ético: es la voz del desierto. El profeta que clama.

¿Cuándo muere?

En 2006. Hay escritores que están con él, Umbral y otros, le admiran en cualquier parte de España a la que vaya. Y, los que no le seguían, decían que tenía obsesión con que se le había perseguido. Yo no he hecho ningún estudio de su sufrimiento, pero puedo relatar una serie de hechos que hablan por sí mismos. Por ejemplo, cuando él se casa, creo que a los dos años de salir del Opus, siguió manteniendo una relación con los compañeros, e invitó a su boda a dos testigos del Opus. No fueron: se lo prohibieron. A los pocos años, cuando murió su hija, algunas personas del Opus le dijeron que era su castigo de Dios. No me invento nada. Él se llevaba bien siempre con todo el mundo, pero fueron tantas las cosas... Incapaz de desfavorecer a alguien, si había un concurso al que concurría alguien con menor fama que él, prefería que le dieran el premio al otro. Lo hizo.

¿Pero cómo se casa ese maltrato posterior con la actitud de Portillo, que le dejó irse?

Eran suficientemente inteligentes para no hacer lo contrario en ese momento. Pero no quitó que le dieran la espalda después, por salirse. Fue tremendo, porque la valía, la talla profesional y humana de Miguel Fisac era tal que al Opus, como a cualquier institución, le interesaba tenerla. Era una lumbrera, un honor.

Y en el momento en que la estrella se va, le pone la cruz... Habitual en la Iglesia.

Así es. Nos ha pasado a muchos... En lugar de plantearse qué habrían hecho para que un hombre de esa valía no quisiera seguir con ellos, le persiguieron. ¿Fue obsesión o realidad?

Estaba a la vista.

¿Quién estaba detrás de la demolición de la Pagoda? Él lo sabía, y lo dijo. Porque siempre hablaba con la verdad. Quien lea el libro va a ver que no tenía pelos en la lengua. Por otra parte, ya estoy cansado de ver a arquitectos, en presentaciones de libros, metiéndose en donde no tienen información: dicen que Miguel Fisac tenía un carácter duro y avinagrado. Tenía, ciertamente, un carácter fuerte, pero esa especie de ira que expresaba la sacaba porque veía que sus grandes valores sociales, la humanidad través de la arquitectura, estaban en declive. Se estaban pisando miserablemente. Esto es lo que hace el profeta: se indigna, se subleva. Dice lo que otros callan. Se atreve a hablar.

Él es el profeta, y rompe el jarro.

Y lo que pasa es que muchos se indisponen con él. Tuvo amigos de todas partes (ministros y otros políticos), pero nunca se casó con nadie. Fue libre, buscó lo que tenía que buscar. Le ofrecieron obras que otros habían hecho, y no las hizo, por fidelidad a sus principios morales.

Decidió en función de sus principios éticos, no de la economía.

Lo novedoso de su personalidad fue que no era un científico puro, al margen de la ética, sino que en él iban inseparables.

O sea que se le podría reivindicar como una especie de santo laico...

Pues sí... Un santo hombre, porque tú dime en esta sociedad quién no practica a doble moral. Él no lo hizo: fue íntegro. Aguantó, aunque eso le quitó fama, obras e importancia. Pero, si algo no era conforme a su conciencia, no lo hacía. Al final de su vida pudo decir que había cumplido con sus principios. Así fue, totalmente. Yo, que le conocí, no sé de dónde se sacan que Miguel era un tipo irascible. Él sabía que le llamaban ogro. Pero no le importaba. Le sublevaban el fraude y la mentira; todo lo que no servía realmente para el progreso de la Humanidad. Por eso quiero reivindicar esta figura, que algunos han querido borrar.

¿Ese es el objetivo de la publicación del libro?

Naturalmente. Estamos celebrando los cien años del nacimiento de Miguel Fisac. Se le han hecho homenajes Ciudad Real, Daimiel, Madrid... No los suficientes que se merece. A estas alturas no se ha hecho todavía ningún estudio de Miguel Fisac. Sí pequeñas publicaciones de orden arquitectónico. Pero yo me quedo admirado cuando, en Alemania, se prepara una exposición itinerante con todo de Fisac y en España, al revés: no se ha hecho nada por recordarle. Es un pecado que no tiene perdón.

Un gran arquitecto, discriminado.

Él tiene más de seiscientas obras en el mundo, pero aquí no se conoce.

¿Y en España?

En Madrid, más de 36.

Dinos algunas.

El más famoso es el convento de los dominicos. Luego está la parroquia del Espíritu Santo, la de Santa Ana, el Edificio Superior de Investigaciones Científicas, etc. Todas están en el libro y las 36 se pueden visitar.

Da para hacer todo un circuito en la ciudad para conocer su categoría...

Ahora me están diciendo a mí que hagamos una exposición. Qué menos. Porque yo sé que, en los últimos años de su vida, en su casa era un continuo la asistencia de jóvenes arquitectos, para aprender de él, que ya estaba un poco retirado. Ya lo había experimentado todo: sabía lo que es la vida y tenía una visión cristiana tremenda. Él dijo que, al tener 70 años, la muerte era uno de los puntos vitales que tenía que preparar. Y entonces, dice maravillas. Simplemente voy a leerte un parrafito de Leonardo Boff, que le hace el prólogo. Dice que "el libro de Fisac es un himno a la muerte como portadora de vida, como suprema expresión de libertad. Los sabios, a fuerza de vivir y aprender, acaban por superar el miedo a la muerte. Porque los sabios ven la muerte como parte de la vida. Salta a los ojos, en este precioso librito, la perspectiva de Miguel Fisac como creyente que ha profundizado en el sentido del amor a Dios. Morir es caminar al encuentro de la fuente, para beber el agua de la vida eterna". Le he metido al libro, cosecha mía, parrafitos que son una maravilla: Dice "Una pizca de amor. Esa es la joya a lo que llamamos alma. Y el estuche en donde se guarda es una maravillosa energía con una piel por fuera pesada y por el interior, ligera, espiritual, alada. Estos son los dos componentes que al unirse conforman lo que entendemos por persona. Dejar esa externa y pesada piel al morirse, es el principio de liberar el alma humana".

Es estupendo, pero la sociedad civil no le ha reivindicado. ¿La Iglesia Católica Española también le ha olvidado?

Tampoco le ha reivindicado, no. Yo, si puedo, ahora, quiero divulgar este pensamiento (de enorme actualidad, como has dicho); me gustaría subrayarlo en todos los aspectos de la vida. No se ha hecho. Pero aquí está el autor de este libro, que es médico, manchego como él, que ha estado muchísimos años en el Gregorio Marañón. Este es el libro, de todos los que he publicado, que más me ha costado.

¿En qué sentido?

Jesús Sevilla quizás sea el único en este país que ha recopilado todo lo que Fisac ha dicho en diversas entrevistas y conferencias. Lo tiene todo. Es una recopilación única para entender la valía de su personalidad, profesional y espiritual. Pero yo lo leí, cuando me entregó el texto, de maravilla hasta el capítulo VI -es ágil, atractivo, ameno-, y a partir del siguiente se me hizo repetitivo, porque son todo preguntas y respuestas. Entrevistas personales, pero a veces las preguntas son más largas que las respuestas y se hace un poco pesado. Entonces, yo le propuse, para que no se hiciera monótono, recoger las respuestas de Fisac, sin cambiar nada, pero quitando las preguntas y organizándolas por temas. Ha quedado precioso, claro, directo, al cambiar un poquito el estilo. Al final, metemos otras cosas importantes, y la gente que lo ha leído hasta ahora -mucha ya- está encantada. Dicen que ha valido la pena que el mapa de la Historia le recupere.

Pues éste es el libro al que Benjamín ha dedicado como editor muchos esfuerzos. Yo le he echado un vistazo y lo poco que he leído me ha gustado mucho. Creo que es justo reivindicar a este gran profesional y a este gran creyente. Los que quieran profundizar más, ya lo saben: Jesús Sevilla Lozano, Miguel Fisac: ¿el arquitecto de Dios o del diablo?

Lo tienen en Nueva Utopía. No se van a arrepentir. Van a disfrutar, porque es testigo de toda una época: guerra, posguerra, cosas que todos hemos vivido después... Su manera de actuar nos sirve a todos, su manera de enseñar merece la pena.

Algunos titulares:

-Cuando Fisac abandonó el Opus, se prometió ser fundamentalmente un hombre libre, bueno y decir siempre la verdad

-Destacó como arquitecto desde el comienzo y todo el dinero que ganaba lo entregaba al Opus

-La religiosidad que recibió en el contexto del Opus era contraria a su forma de ver las cosas

-No conoció la Teología Política, de la Liberación... Pero hizo ese camino por síEstando ya derribada la Pagoda, se enteró de la crueldad que sus amigos habían hecho

-Fue un revolucionario, pero en España no le hicieron ni exposiciones ni homenajes

-Tuvo conciencia frente a los desafueros del urbanismo de Madrid

-Llevaba dentro la inquietud de hacer una arquitectura al servicio de la sociedad

-El objetivo de la arquitectura para Fisac era la creación de espacios humanizados que hicieran sentirse al hombre como un ser humano

-"Podría haber sido lo que me hubiera dado la gana, pero he preferido la tranquilidad de mi conciencia", M. Fisac

-"El libro de Fisac es un himno a la muerte como portadora de vida", L. Boff

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