La Inmaculada y la mujeres en la Iglesia

Esta noche celebramos la Vigilia de la Inmaculada, uno de los grandes dogmas de la Iglesia católica. La mujer que dijo "Sí" a Dios sin entender ni preguntar. La confianza con mayúsculas. Un gran gesto sin el cual no podríamos entender el nacimiento del niño Dios y, en definitiva, la salvación. Una lección que, lamentablemente, durante siglos se ha utilizado para minusvalorar la presencia de las mujeres en el seno de la sociedad y de la Iglesia.

El papel de María fue mucho más allá de la obediencia y del Sí. Sin María, sin José, hubiera sido imposible entender la vida y la obra de Jesús el Resucitado. Un niño que creció en una familia, que fue rotundamente humano y que se relacionó en plano de igualdad con todos los hombres y mujeres de su tiempo. Sin embargo, nuestra Iglesia continúa vejando y marginando gravemente a más de la mitad de sus miembros.

Más allá de reivindicar el sacerdocio de la mujer o su acceso pleno a los puestos de responsabilidad en la institución, el ejemplo de María, el de todas las mujeres del Evangelio, es un acicate para denunciar, con mayor fuerza si cabe en estos tiempos, que la Salvación vino para todos, que no hay ciudadanos de segundo en lo tocante a la fe, que lo que se lleva por debajo de la bragueta no puede ser determinante para el servicio y la construcción del Reino.

Mujeres y hombres debemos luchar juntos, de una vez por todas, para romper el brutal muro de injusticia, silencio y discriminación que nos hace a todos cómplices, y decir en voz alta que ya es hora de un reconomiento explícito del papel de las mujeres en nuestra Iglesia. Porque Dios no entiende de sexos, sino de amor, y de personas. Afortunadamente, cada vez son más las mujeres que alzan su voz. Cada vez son más los hombres que también lo hacen. El reciente ejemplo del padre Bourgeois -incomprensiblemente condenado por defender lo que el mismo Cristo defendió durante su vida pública-, o el valiente editorial del National Catholic Reporte deberian hacer recapacitar a las anquilosadas estructuras vaticanas. Porque la Iglesia no se comprende sin la mujer, igual que no se entiende sin el hombre, sin la familia, sin los pobres y los excluidos.

María dijo "Sí" a Dios, no a una rígida estructura. A la que todos, hoy, deberíamos dar un "No" rotundo cuando se empeña en negar el mensaje de igualdad, fraternidad y justicia del Evangelio. Para todo ser humano, sin distinción de raza, posición social o género. Porque Dios también tiene rostro de mujer. Porque algún día todos tendríamos que hacer una "huelga de sacramentos caídos" hasta que todos los seguidores de Jesús consigamos lo que él pretendió: que no hubiera más verdad entre los habitantes de este planeta que la del amor, ni más distinció que la de los talentos que se nos han dado.

baronrampante@hotmail.es
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