Es hora de vaciarse, de hablar más con el Señor, de dejarse tocar más por Él, es sencillamente, ponernos ante Dios y decirle: “Ya sabes lo que soy… sigamos”.
Es como si Jesús hubiese querido llevar a todos a ser creativos, si reconocemos que alguien a nuestro lado tiene hambre, no podemos estar esperando una solución que nos llegue desde fuera, es preciso que cada uno, vea la necesidad del otro antes que la suya propia y aporte lo poco que tiene, quizás ni cinco panes.
Esos son los regalos que más nos importan de verdad, porque nos llegan muy dentro de nosotros mismos, por los que verdaderamente nos sentimos queridos y agradecidos, el saber que esas personas están de verdad cerca de ti.
Y así sucede, ¡Vete, tu fe te ha salvado! El milagro sucede, pasa de la oscuridad a la luz tocado por la gracia de Dios pero no se queda solo en la alegría de un deseo, una necesidad cumplida, si no que es capaz de seguirle por el camino.
Quizás es ahora el momento también de retomar o reconstruir nuestra particular escala de valores y junto con el cuidado propio y de los cercanos nos abramos también para ayudar a cuantos esta pandemia ha dejado en peores situaciones, unas visibles otras más guardadas en el interior de cada uno.
Por la propia experiencia, por el goce y el sufrimiento acumulado con los años, los viejos soñamos este mundo más justo y más honrado que seguramente hemos intentado construir, aunque quizás no logramos alcanzar las metas propuestas ni ver realizado cuanto como jóvenes y fuertes habíamos soñado.
A lo largo de nuestra vida, tenemos contacto con mucha gente pero también sabemos que las de verdad, con quien siempre podrás contar serán bien pocas y auténticas. Tomarse de la mano, es acoger la vida del otro con todo lo que vive, en todo momento y mucho más cuando más se necesita.
En la ciudad de Reus se pide a la Virgen de Misericordia, patrona de la ciudad, que nos mire siempre con ojos de amor, con mirada de misericordia, que es mirada de verdadero amor de Madre. Ojalá yo quiera, hacer mía también esta mirada compasiva y misericordiosa, perdonando a quienes “no han cometido falta alguna” e imitando las virtudes de la Virgen María.
Cuando la vida no nos va por los derroteros que consideramos “justos” o “normales”, a la mayoría nos gustaría ver un milagro, pero un milagro que lo recondujera todo por los caminos que teníamos previstos en tantos ámbitos.
Cuidar los detalles, aunque sean pequeños y breves, es importante porque son expresión de una atención concreta a la necesidad de quien precisa ni que sea un humilde vaso de agua.
Si nuestro mundo ha estado llevado por las prisas y las urgencias, reales o no, ahora parece que se nos dirige la invitación a parar, dejar lo que era habitual y entrar en otra etapa. Pero no estamos habituados a ello. La incertidumbre nos produce preocupación y a pesar de cuanto decimos no acabamos de fiarnos de Dios y de sus planes.
Quizás esperemos grandes acontecimientos pero siempre el bien hace poco ruido y es ahí donde nos toca estar, al lado y cerca de tanta gente, sabiendo estar, compartiendo la misión, los gozos y también las dificultades que nos han de llevar a vivirlas con fe.
Los discípulos “le gritaron” nos dice San Mateo para despertarle. También nosotros deberíamos “gritar” a Cristo Salvador, para que de nuevo nos dé signos de su amor, de su cuidado hacia nosotros, podríamos decir con palabras del evangelio para que “despierte”, para que nos enseñe a palpar su ayuda, para que abra nuestros ojos al nuevo mundo nacido ahora, como de repente, con todo lo que comporta de novedad, de riesgo, de fuerza, de luz.
A veces, hace mucho bien, tomarse el tiempo para recordar, hacer memoria agradecida por tantas personas que fueron y siguen siendo luz en el camino del seguimiento de Jesús de Nazaret.
Construir la salud propia y de los demás sobre roca nos pide prudencia, nos lleva a olvidar la autosuficiencia, nos conduce al reconocimiento de la propia impotencia frente al estado de pandemia en el que nos hallamos.
Por eso es tiempo de tanteos, de ilusiones, fracasos, problemas, soluciones, imaginación y dudas. Volvemos a empezar, pero no conseguimos saber exactamente qué empezamos, incluso aquellos que desean con mayor energía volver a los tiempos anteriores a la pandemia tampoco saben cómo debe ser el hoy.
Ahora es para todos el momento de dibujarnos un tiempo nuevo. ¿Seremos valientes para ello?, fuertemente apoyados en la oración, confiando en la colaboración de todos, prescindiendo de puntos de vista demasiado subjetivos, debemos hallar la forma, los elementos para dibujar un mañana mejor, que nos prepare si es preciso para no sucumbir ante nuevos ataques que parece probable nos van a llegar.
“Su fama se difundía, de suerte que una gran multitud acudía a escucharlo y a sanarse de sus enfermedades. Pero él se retiraba a lugares solitarios para orar” (Lc 5, 15-16)