La Navidad frente a la Polarización en la Sociedad y en la Iglesia
La polarización contemporánea surge del colapso de relatos compartidos y el surgimiento de identidades cerradas que desprecian al diferente. La Navidad irrumpe como un desafío radical a estas lógicas: no es evasión religiosa, sino denuncia profética de todo poder que genere desigualdad y la exclusión. Frente a los muros ideológicos y culturales que polarizan, la Encarnación del Niño Dios propone un horizonte común fundado en la dignidad igual de todos.
En el pesebre, Dios desmantela las asimetrías humanas al asumir la fragilidad como lugar de revelación. La kenosis divina cuestiona todo poder que se justifica por la superioridad moral, social o religiosa. La Encarnación proclama que la verdadera grandeza es el servicio y que la comunión, no la competencia identitaria, es la respuesta cristiana a las polarizaciones que nacen de la desigualdad y el miedo al otro.
Como Pueblo de Dios, la Iglesia está llamada a ser puente y no muralla en un mundo dividido. Sin embargo, el clericalismo reproduce lógicas polarizantes al sacralizar su poder y bloquear la participación. La Navidad revela la incompatibilidad entre la Encarnación y toda estructura eclesial excluyente: donde no hay escucha ni hospitalidad, la comunión bautismal se erosiona y la fe se reduce a identidad defensiva.
La sinodalidad aparece así como práctica concreta de la Navidad en la Iglesia: caminar juntos, escuchar todas las voces y desmontar privilegios que contradicen el Evangelio. La Navidad es profecía de reconciliación porque desarma el odio organizado y abre un futuro de esperanza. Solo una Iglesia humilde, dialogante y compasiva puede ser levadura de unidad en sociedades fracturadas
Introducción: La Navidad desafía las polarizaciones contemporáneas
Vivimos tiempos de creciente polarización. Las diferencias de raza, clase, género, religión, orientación política, antivacunas, terraplanismo, etc., se han convertido en líneas divisorias que solo fragmentan nuestras comunidades y nos empujan hacia un desprecio mutuo e intolerancia. Los discursos de odio, las simplificaciones, políticas excluyentes y los muros simbólicos entre grupos sociales nos arrinconan entre falsas opciones: o somos woke o populistas de ultra derecha. En este contexto, la Navidad se presenta no solo como festividad religiosa, sino como un radical desafío a estas dinámicas de polarización.
La Encarnación de Dios, al tomar forma humana en el pesebre, no solo busca acercarse al ser humano, sino también cuestionar el abuso de las jerarquías humanas, que es lo que está en juego en cualquier polarización. En un Dios vulnerable, nacido en la periferia, encontramos la novedad de un antídoto contra toda división, un llamado a la reconciliación y la unidad: “el verdadero poder cristiano es el servicio que une, no la ideología que separa” (Fratelli Tutti, 100). Así, la Navidad es una profecía viva contra las divisiones que nos separan, un recordatorio de que el amor y la humildad son las claves para superar la polarización social y eclesial.
Desde el punto de vista sociológico, la polarización actual nace del quiebre de los grandes relatos que antes ofrecían un sentido compartido —progreso, Estado de bienestar, cosmopolitismo, democracia plural— y, en ese vacío, brotan identidades que se cierran sobre sí mismas, reclamando autenticidad y justicia a costa de la dignidad del otro. Cuando los grupos sociales no se sustentan en nada valioso común, sólo quedan las jerarquías que luchan violentamente por el poder.
En la Iglesia, el clericalismo genera polarización: al sacralizar el poder y bloquear la participación, erosiona la comunión bautismal y produce exclusiones. Así, las dinámicas sociales, económicas, mediáticas y eclesiales se retroalimentan, transformando la indignación legítima en odio organizado y debilitando la empatía, el diálogo y el reconocimiento mutuo.
Para romper esta espiral de división, es necesario restaurar marcos compartidos, encontrar puntos en común donde podamos estar de acuerdo y construir bases para el diálogo. Esto requiere reducir las desigualdades para que todos tengan voz real. Es necesario regular los ecosistemas mediáticos para que no favorezcan el enfrentamiento y, finalmente, cultivar encuentros reales entre personas con diferentes puntos de vista, para que reconozcan compasivamente la humanidad del otro.
I. La Encarnación: La ruptura de las asimetrías humanas
La Encarnación de Dios es el eje central de la Navidad y des-legitimización de las desigualdades indignantes. El Dios trascendente elige nacer en la fragilidad solidaria. Jesús, el Hijo de Dios, nace en un pesebre, fuera de los palacios, lejos de la gloria y el poder humanos. Este gesto de kenosis, de vaciamiento de sí mismo, es la expresión más radical del amor que desmantela las jerarquías vanidosas y cuestiona las estructuras de poder de las que somos cómplices.
San Pablo lo describe como un movimiento descendente: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). Este vaciamiento de la divinidad manifesta que la verdadera grandeza reside en la humildad, el servicio y la solidaridad con los más frágiles:“La encarnación es la solidaridad radical de Dios con la humanidad sufriente” (G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 1971).
Este flujo de humildad desafía las polarizaciones basadas en la superioridad y las distinciones sociales. La Navidad muestra que, frente a la división y el conflicto entre grupos humanos, la respuesta cristiana es la comunión y la igualdad fundamental de todos ante Dios. “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer” (Gal 3,28). El nacimiento de Cristo en un pesebre nos recuerda que la dignidad humana no depende de las jerarquías sociales, sino del amor de Dios.
II. La Iglesia como Pueblo de Dios: Puentes, no Murallas
La Navidad desafía reconsiderar el papel de la Iglesia en un mundo polarizado. El Concilio Vaticano II renovó la misión transformadora de la Iglesia: el Pueblo de Dios en camino, una comunidad en proceso de conversión que camina junto a la humanidad, compartiendo sus alegrías y angustias (LG 9, GS 1). Esta Iglesia es incompatible con toda lógica de polarización que divide y margina.
El Pueblo de Dios no está para levantar murallas identitarias, sino para construir puentes con la humanidad. Su misión no es imponer, sino atraer por contagio al otro hacia el amor de Dios, respetando las diferencias y buscando siempre la acogida y reconciliación. La Navidad, al mostrarnos un Dios cercano a los pobres, a los despreciados, a los marginados, nos recuerda que el templo no puede ser un lugar de preservación de una casta y exclusión moral, sino un espacio generador de hospitalidad y encuentro.
La fe cristiana no puede ser neutral ante las divisiones injustas, pero tampoco puede reproducir lógicas polarizantes de odio y egoísmo. “La opción por los pobres no crea un nuevo sectarismo, sino una humanidad reconciliada” (Teología de la liberación, 1971). La Encarnación no polariza porque no busca el poder sino la compasión y nutre la raíz común de toda dignidad humana.
“Dios se hace presente allí donde la vida es negada; despreciar al otro es despreciar el lugar de Dios” (Jon Sobrino, Jesucristo liberador, 1991). Por tanto, la Navidad invita a la Iglesia a sanar cuerpos y relaciones rotas, a romper los muros de separación que las polarizaciones crean. Allí donde la violencia verbal y política se vuelve predominante, la Iglesia no debe jugar a tomar partido como en las viejas épocas de cristiandad, sino que debe ser la voz de reconciliación y compasión creíbles, por encima de los conflictos y con las víctimas de ellos.
III. Sinodalidad: La Navidad como práctica vivida dentro de la Iglesia
La sinodalidad supera las polarizaciones dentro de la Iglesia. Si la Navidad celebra la igualdad radical de todos los seres humanos ante Dios, la sinodalidad invita a un espacio donde se escuchen todas las voces, sin distinción, sin privilegios, sin jerarquías autoritarias. Sin sinodalidad solo queda el poder por el poder, la sacralización de los que mandan y se vacía de sentido la fraternidad, el servicio a los que sufren y la espera activa del Reino y su Justicia. Caminar juntos no es solo una estrategia organizativa, sino una exigencia evangélica de escuchar y caminar con todos, especialmente con los marginados eclesialmente.
“La sinodalidad es el modo constitutivo de la Iglesia” (Fratelli Tutti, 230). En la Navidad, Dios se hace cercano a la humanidad, sin imponer aduanas morales. En este mismo sentido, la Iglesia, fiel a la Encarnación, está llamada a ser una comunidad que camina juntos, que escucha, que dialoga. La sinodalidad es respuesta evangélica a las divisiones entre comunidades cristianas y semilla de comunión en el mundo.
En la Iglesia persisten polarizaciones recalcitrantes y una resistencia a abordar cuestiones fundamentales. La atención a las víctimas, la exclusión de la mujer y la prohibición de su matrimonio con sacerdotes son ejemplos de terquedad faraónica (vb. Éxodo). El celibato obligatorio se ha convertido en pilar del clericalismo, idealizando la renuncia como signo de superioridad y polarización con los bautizados, pese a la evidencia de abusos y daños emocionales, psicológicos y pastorales que ya no se pueden encubrir como antes.
El clericalismo lo mantiene para sostener su “desigualdad necesaria” frente al Pueblo de Dios, indiferente a sus consecuencias. Pero “Una Iglesia que no escucha reproduce estructuras patriarcales y autorreferenciales que contradicen la Encarnación” (I. Gebara, Teología ecofeminista, 1998). Una iglesia que no escucha es una secta.
Conclusión: La Navidad como profecía de reconciliación y esperanza
La Navidad es una profecía viva que desafía todas las polarizaciones. El Niño del pesebre nos invita a abandonar nuestras jerarquías y desigualdades injustificadas, a derribar los muros y a caminar juntos como Pueblo de Dios. La Navidad nos recuerda que la verdadera grandeza se encuentra en la humildad, el servicio y el amor radical.
En un mundo marcado por las divisiones, la Navidad ofrece un horizonte de reconciliación y comunión. Solo dejándonos abrazar por el misterio de la Encarnación, que desarma las polarizaciones y promueve la comunión, podemos construir una sociedad y una Iglesia más inclusivas, justas y fraternas, levadura de un mundo de Navidad.
Bibliografía inspiradora
Fundamentos Bíblicos y Teológicos de la Encarnación y la Reconciliación: Juan 1:14. "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros." Texto fundacional de la teología de la Encarnación. Gálatas 3:28. "Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús." Base neotestamentaria para la superación de las divisiones identitarias. Filipenses 2:6-8. Himno cristológico sobre la kenosis (vaciamiento) de Cristo como modelo de humildad y servicio. Lucas 2:1-20. Nacimiento de Jesús en Belén, situado en la periferia geográfica y social.
II. Magisterio Pontificio y Conciliar: Concilio Vaticano II: Lumen Gentium (1964). Constitución dogmática sobre la Iglesia. Especialmente el Capítulo II: "El Pueblo de Dios", que redefine la eclesiología desde la comunión y la misión compartida. Gaudium et Spes (1965). Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual. Su famoso proemio ("Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias…") es base para el diálogo con el mundo contemporáneo. Papa Francisco: Evangelii Gaudium (2013). Exhortación apostólica. Aborda la "cultura del encuentro" frente a la "globalización de la indiferencia" y critica el clericalismo y el autorreferencialidad eclesial (17, 26-33, 95-109). Fratelli Tutti (2020). Encíclica sobre la fraternidad y la amistad social. Es el documento de referencia para analizar la polarización social, la construcción de puentes, los populismos y el diálogo. Las citas del artículo (FT 100, 230) son centrales. Discurso en el Encuentro con los Movimientos Populares (Bolivia, 2015). Afirma la necesidad de "bajar y escuchar" la realidad concreta.
III. Teología de la Liberación y Teologías Contextuales: Gutiérrez, Gustavo. (1971). Teología de la liberación. Perspectivas. Obra fundacional que articula la opción preferencial por los pobres y la solidaridad de Dios con la historia humana. Sobrino, Jon. (1991). Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret. Desarrolla una cristología que parte de la realidad de los crucificados de la historia, identificando a Dios con las víctimas. Gebara, Ivone. (1998). Intuiciones ecofeministas. Ensayo para repensar el conocimiento y la religión. Crítica feminista a las estructuras patriarcales y autorreferenciales de la Iglesia, abogando por una escucha de las voces marginadas. Comblin, José. (1968). Teología de la revolución. Papel de la Iglesia en contextos de conflicto y polarización social.
IV. Filosofía, Sociología y Análisis de la Polarización Social: Han, Byung-Chul. (2014). En el enjambre. Analiza el impacto de las redes sociales y los algoritmos en la formación de "cámaras de eco" y la desaparición del espacio público deliberativo. Sunstein, Cass R. (2011). Rumorología: Cómo se difunden las falsedades. Cómo los entornos mediáticos homogéneos radicalizan las posturas y dificultan el consenso. Mouffe, Chantal. (2000). La Paradoja democrática. Plantea el concepto de "agonismo" (conflicto legítimo) frente al "antagonismo" (enemistad) como clave para una democracia pluralista, una distinción útil para analizar polarizaciones sanas y destructivas. Bauman, Zygmunt. (2007). Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre. Describe la disolución de los "grandes relatos" y la búsqueda de identidades en un mundo globalizado e inestable.
V. Crítica al Clericalismo y Fundamentos de la Sinodalidad: Documento de la Comisión Teológica Internacional. (2018). La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia. Texto oficial que fundamenta teológica y canónicamente el "caminar juntos" como dimensión constitutiva de la Iglesia. Francisco, Papa. (2022). Discurso en la inauguración del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad. Define la sinodalidad como antídoto contra el clericalismo y la autorreferencialidad. Boff, Leonardo. (1981). Eclesiogénesis: Las comunidades de base reinventan la Iglesia. Propone un modelo eclesial desde la base, participativo y comunitario, contrario a las estructuras piramidales.
VI. Estudios sobre Desigualdad y Resentimiento Social: Piketty, Thomas. (2013). El capital en el siglo XXI. Análisis económico fundamental que demuestra el aumento de la desigualdad como caldo de cultivo para la inestabilidad y el conflicto social. Oscar Jiménez (2024) Polarización, crispación y desigualdad. Tendencias sociales que dividen la sociedad. Relaciona empíricamente la desigualdad con una amplia gama de problemas sociales, incluidos la desconfianza y la fragmentación comunitaria.