Javier Carballo: “Necesitamos volver al Vaticano II” y recuperar “el papel insustituible de los teólogos en la Iglesia” Homenaje a Jesús Espeja, el teólogo de los pobres, y reivindicación del Vaticano II

(José Manuel Vidal).- "A Dios sólo se le encuentra con el corazón", proclamó, con voz entrecortada por la emoción, el teólogo dominico, Jesús Espeja. Y el repleto salón de actos prorrumpió en una larga y sentida ovación al teólogo de los pobres y de la recepción del Concilio Vaticano II en España.

La percha para el homenaje fue la presentación, ayer por la tarde en Madrid, de la última obra del padre Espeja, titulada 'A los 50 años del Concilio, camino abierto para el siglo XXI' (San Pablo). Con un salón de actos del convento madrileño de Santo Domingo El Real, repleto.

Presidió el acto el obispo de Santander y presidente de la comisión para la Vida Religiosa, Vicente Jiménez. A su lado, el prior de España de los dominicos, Javier Carballo, el teólogo también dominico Jesús Díaz Sariego, el provincial de los Paulinos, Antonio Maroño, como representante de la editorial San Pablo, y el autor homenajeado.

Como es lógico en un acto de estas características, la tarde estuvo metida en harina de elogios hacia Jesús Espeja. El provincial de los paulinos comenzó reconociendo que el teólogo es "un autor codiciado por las editoriales católicas". Le siguió el obispo de Santander, que se mostró satisfecho por haber sido invitado para "honrar con justicia y gratitud al padre Espeja" y "agradecer de corazón su servicio impagable a la Iglesia".

Para el prelado cántabro, el teólogo dominico se ha distinguido durante toda su vida por "el amor a la Iglesia y la pasión por la justicia, por los más pobres, por las víctimas". Y añadió: "El Padre Espeja es uno de los pocos teólogos vivos que fue testigo directo del Concilio y, sobre todo, promotor del postconcilio en España y en Latinoamérica".

Elogios a fray Jesús que continuaron en boca del que los dominicos llaman su "discípulo amado", el también teólogo Jesús Díaz Sariego, que resumió la vida del homenajeado con este sentencia: "Es más importante querer lo que se hace que hacer lo que se quiere".

Recordó el padre Sariego el contacto con Latinoamérica de Espeja. Una relación intensa y duradera, que marcó en profundidad su reflexión teológica y pastoral. De ahí que, para él, "la verdad brote de la compasión" y "de su pasión por los desheredados de este mundo, a imagen y semejanza de Bartolomé de las Casas". Por eso, siempre ha apostado "por una Iglesia más samaritana".

Cerró el turno de los elogios el provincial, Fray Carballo, alabando la valía de Espeja como teólogo, como escritor incasable y, sobre todo, como persona y como maestro, que ha creado escuela tanto dentro de la congregación como fuera.

"Volver al Vaticano II"

Amén del homenaje personal, la presentación del libro de Espeja se convirtió en una reivindicación, serena pero directa, del "espíritu del Concilio". "Necesitamos volver al Vaticano II", aseguró el provincial, Javier Carballo. Y por eso, reivindicó "la actualidad del Concilio", no sólo por la celebración de su 50 aniversario, sino, sobre todo, por la necesidad de recuperar "la comunión, la encarnación, el diálogo con el mundo y la centralidad de Cristo".

Para conseguirlo, abogó por recuperar también "el papel insustituible de los teólogos, fuente de renovación para la Iglesia". Porque "una Iglesia sin buenos teólogos es una Iglesia menos renovada". De ahí la necesidad de "proteger la vocación del teólogo".

Por último, Carballo abogó por recuperar el diálogo, seña de identidad conciliar. Tanto el diálogo con el mundo contemporáneo y, especialmente, el diálogo intergeneracional. "Hay que dialogar y escuchar a los jóvenes. Uno de los mayores riesgos que corremos hoy en la Iglesia es que vivimos muy encerrados en nosotros mismos y con poca capacidad para encontrarnos con el diferente".

También revindicó el espíritu conciliar el Padre Madroño, provincial de los Paulinos, que lanzó una serie de preguntas "a los que miran con recelo el Vaticano II". Por ejemplo, "¿qué sería de la vida de la Iglesia con el Concilio? ¿Dónde estaríamos sin aquel nuevo Pentecostés del Espíritu?". A su juicio, "el Concilio debe seguir siendo la hoja de ruta de la Iglesia y los Paulinos queremos revitalizar el espíritu conciliar con ésta y con otras publicaciones".

Cordialmente acogida y agradecida la presencia del obispo de Santander, Vicente Jiménez Zamora, que se definió a sí mismo como "discípulo del maestro Bernard Häring" y alabó la "gracia" del Vaticano II. "El Concilio ha enviado al mundo mensajes de esperanza" y "la Iglesia en el Concilio se puso al servicio de la humanidad", porque "en él, hemos aprendido a amar y servir mejor, como decía Pablo VI".

Siguiendo esa estela, Vicente Jiménez advirtió que "la Iglesia debe poner el aceite del consuelo y el aliento de la esperanza en tantos hermanos marginados". Y para eso puede ayudar el libro del padre Espeja que, según el prelado, "es como un espejo en el que podemos mirarnos y reflejarnos".

Broche de oro

El broche de oro lo puso el propio fray Espeja en una corta, emocionada y vibrante intervención. Desde su mucho amor a la Iglesia y desde la sabiduría que da la madurez personal y teológica, el teólogo comenzó pidiendo "que la Iglesia sea reflejo de Jesús, que colabore con los seres humanos, que escuche lo que está ocurriendo y responda a ello, que baje de su pedestal y se ponga a caminar con los seres humanos".

Una Iglesia "servidora y encarnada", porque "el cristianismo consiste en la encarnación y "el mundo y la historia pertenecen a la esencia de la Iglesia". Una Iglesia pendiente de lo que está pasando en la calle. "Una Iglesia que no esté atenta a los actuales movimientos solidarios y a las reclamaciones de la mujer se equivoca". Una Iglesia, "que tiene que ser sal y la sal, si no se mezcla, no surte efecto y termina siendo insípida".

Tras el llamamiento eclesial, Espeja tuvo un recuerdo especial para sus maestros y se declaró heredero y deudor de muchas aportaciones significativas en su vida. Desde los obispos de la transición, a teólogos como Antonio Sanchís, Rafael Larrañeta, Bernardo Cuesta, Santiago Ramírez o el padre González Arintero, pasando por los movimientos obreros, Alberto Iniesta y la época de Vallecas y, sobre todo, Latinoamérica. Y concluyó, emocionado, con estos versos de San Juan de la Cruz, que cita en su libro:

                  "Que estando la voluntad,

                   de divinidad tocada,

                   no puede quedar pagada

                   si no con divinidad"

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