Cambios de sentido en palabras clave: del judaísmo puro al helenismo (408-13)

Hoy escribe Antonio Piñero


Muy importante también y de efectos notables fue por parte de los Setenta la adopción del vocablo nómos (“ley”) en griego para traducir el hebreo toráh que tiene un espectro semántico más amplio (“ley”, “norma de vida”, “enseñanza”).

La continua fijación en utilizar el vocablo nómos por parte de los traductores y del judaísmo helenístico en general como código religioso que se debe observar, como ley de una comunidad religiosa, hizo que la religión de tipo profético, muy judío, pasara subconscientemente a un segundo plano, de modo que la revelación bíblica se concibiera con una tonalidad más legalista, más racionalista, un poco más alejada del espíritu profético, gobernado –ante los ojos racionalistas de los griegos—por un “espíritu” impredecible.

Pero esta tendencia tenía también su contrapartida: se empobreció un tanto el rico vocabulario ético / moral que muestra el hebreo bíblico, y aspectos muy ricos del comportamiento moral hebreo se fueron restringiendo a la “anomía”, es decir a considerar la falta y el pecado como una trasgresión de la “Ley”.

El vocablo “verdad” experimenta también en la versión de los LXX un notable cambio. Es bien sabido que el hebreo 'émet, “verdad” tiene también, y preponderantemente, el significado de “fidelidad”, una fidelidad que se aproxima o tiende a la sinceridad o veracidad en las personas. Pero el término griego alētheia, “verdad” (literalmente “algo que no cae en el olvido”) no comporta ninguna de las connotaciones anteriores, sino simplemente el de “verdad” opuesta a “falsedad”. Hay bastantes pasajes de los LXX en los que esta connotación de fidelidad, tan importante, queda perdida. Unos ejemplos:

• En el Salmo 25,5 (hebreo) la frase “Guíame por tu fidelidad y enséñame”, puede entenderse en el griego (24,5) “Guíame hacia tu verdad y enséñame”, lo que se entiende como una súplica del hombre a Dios para que le conduzca al conocimiento de la verdad (como opuesta a lo “falso”, idea más racionalista).

• Igualmente en el Salmo 119,90 (griego y hebreo) la declaración “De generación en generación (dura ¡oh Yahvé!) tu lealtad” se transforma en el griego (eis geneàn kaì geneàn he aletheia sou: “Tu verdad por generaciones y generaciones”) en una declaración de la eternidad de la verdad. Por tanto, en muchos de estos pasajes no es fácil leer en el griego el verdadero sentido del hebreo y el resultado es una cierta intelectualización de la religión.

Cambios similares pueden constatarse para “justicia” (heb. sédeq; gr. dikaiosýne) y “misericordia” (heb. hésed; gr. éleos/eleemosýne.

El primer término griego –dikaiosýne- sólo vierte parcialmente un conjunto de connotaciones en hebreo que van desde “fidelidad” y “rectitud” hasta “inocencia” y “justicia”, mientras que los otros dos vocablos griegos – éleos/eleemosýne- cubren aspectos tan ricos y dispares en hebreo respecto a la “misericordia” como “amabilidad”/”gentileza” o “lealtad” rayana en la “justicia”. Evidentemente el éleos griego se refiere sobre todo y casi exclusivamente a la “misricordia” no a los otros matices del hebreo.

Además pueden confundirse en griego dikaiosýne eleemosýne que representan indiscriminadamente unas veces hésed y otras sédeq.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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