La posición de la Iglesia antigua sobre el tema "Los hermanos de Jesús" (79-05-C)

Hoy escribe Antonio Piñero

Como decíamos en una postal anterior, comentamos ahora los textos previamente reunidos sobre la cuestión de los hermanos de Jesús.

Estos pasajes del Nuevo Testamento deben entenderse también a la luz de otros testimonios de la Iglesia antigua. Hegesipo, que escribe hacia el año 160, hace también una referencia a los hermanos de Jesús. Su obra se ha perdido, pero el historiador de la Iglesia Eusebio de Cesarea en su obra Historia Eclesiástica nos ha conservado algunos fragmentos. En III 22 Eusebio recoge un pasaje de Hegesipo en el que se dice:

Igualmente Simeón fue el segundo, tras Santiago, el hermano (adelphós) del Señor, en tener el cargo superior en la iglesia de Jerusalén.


Posteriormente en IV 22 afirma Hegesipo más concretamente refiriéndose a un “primo” de Jesús:

Después de que Santiago el Justo sufriera el martirio, acusado de los mismos cargos que Jesús, Simeón, el hijo de su tío paterno (theîos) Clopas, fue nombrado segundo obispo de Jerusalén al ver que era el primo (anepsiós) del Señor.


Para la Iglesia antigua, pues, la distinción entre "hermano" y "primo" de Jesús era clara. Anteriormente, en el parágrafo o capítulo 20 del libro III, afirma este autor, Hegesipo, venerable por su antigüedad, que en tiempos de Domiciano existían todavía nietos de Judas, hermano (adelphós) del Señor, “según la carne”:

En aquel tiempo –dice- sobrevivían algunos nietos de Judas, el denominado hermano (adelphós) del Señor según la carne, que fueron delatados (ante el Emperador) como miembros de la familia de David. Un oficial los llevó ante el César Domiciano porque éste, como Herodes, tenía miedo ante la venida de Cristo.


Hegesipo escribe en griego como todos los autores del Nuevo Testamento y emplea dos palabras distintas, distinguiendo netamente entre "primo" (griego anepsiós) y "hermano carnal" (adelphós).

Un poco más tarde, bien entrado el s. III, hacia el 220, un autor de reconocida valía teológica, Tertuliano, nada propenso a cosas de sexo sino más bien a todo lo que fuera ascetismo, afirma con sencilla y suficiente claridad que los hermanos de Jesús eran exactamente eso, hermanos de madre del Nazareno en el pleno sentido de la palabra. Contra el hereje Marción, que utilizaba el texto del Evangelio de Marcos 3,31-35 arriba transcrito para probar que Jesús no era un verdadero hombre, se expresa así:

Nosotros por el contrario decimos en primer lugar que no le podían anunciar a Jesús que fuera estaban su madre y sus hermanos, si es que no los tenía…, y con toda verdad su madre y sus hermanos estaban fuera… (Contra Marción, IV 19).


En otra obra, Sobre la carne de Cristo, contra un discípulo de Marción, Apeles, recuerda Tertuliano a partir del mismo texto de Marcos que

Esas palabras no contradicen la verdad de la humanidad de Jesús. Nadie le habría dicho que su madre y sus hermanos estaban fuera si no hubiese sido verdad que lo estaban realmente… Todos nacemos, pero no todos tenemos hermanos y madre… los hermanos del Señor no creyeron en él… y no está demostrado que su madre fuese discípula suya… […] Aunque era virgen cuando concibió, fue mujer cuando dio a luz (De la carne de Cristo, 7 y 23).


La intelección de la frase “los hermanos de Jesús” como una expresión de fraternidad normal/carnal, sin ningún tipo de precisiones o aclaraciones, se ve reforzada por otros textos del mismo Tertuliano que dan por supuesto que María cesó de ser virgen tras el nacimiento de Jesús:

Dos protectores tenemos de la santidad cristiana, la monogamia y la continencia. Como virgen ciertamente María dio a luz a Cristo reservando su matrimonio [es decir su unión carnal con José] para después del parto de Jesús de modo que quedaran verificados los dos títulos de santidad: virgen y luego madre y esposa de un solo varón (Sobre la monogamia, 8).


Con la misma o mayor claridad se expresa Tertuliano en Sobre el velo de las vírgenes 6 en donde comenta el saludo de Isabel: “Bendita tú entre las mujeres” (Lc 1,42), y argumenta que fue llamada mujer y no virgen porque estaba desposada con José, dando a entender que tras el parto de Jesús haría vida normal de casada.

Variados intérpretes, sobre todo protestantes, comentan estos pasajes que hemos transcrito señalando al igual que nosotros que este autor cristiano, Tertuliano, hombre de finales del s. II y comienzos del III muy poco proclive a ser indulgente en materias de sexo y matrimonio, habla de María y de los hermanos de Jesús sin manifestar el menor sentido de estar contraviniendo una tradición bien asentada ya en la Iglesia sobre la virginidad perpetua de María. En ningún momento piensa estar sustituyendo esta creencia por una teoría más “naturalista”. Da la impresión, por el contrario, de estar expresando la opinión normal al respecto de su grupo cristiano.

Aunque Tertuliano manifieste en nuestra opinión la postura general de la Iglesia antigua, no habían faltado en verdad personajes que defendieran –algunos de ellos tímidamente- que la virginidad de María había sido perpetua. Así esta postura había sido ya asumida de pasada:

• Por Ireneo de Lyón, en su obra Demostración de la predicación evangélica 54;

• Más señaladamente por un apócrifo denominado Protoevangelio de Santiago (XVIII 2-XX 1), que citamos en una postal anterior.

• Por el desconocido autor de las Odas de Salomón 19,6-9, otro apócrifo cristiano a pesar del nombre, compuesto en Siria hacia comienzos del siglo II y que en realidad no son salmos de ese rey mítico, sino cantos místicos a Cristo;

• Y por otro escrito cristiano también apócrifo que se presenta como testigo del martirio y ascensión de Isaías, la Ascensión de Isaías 11,2-22 (cuya composición final data del último tercio del siglo II d.C.)

El que más fama alcanzaría entre ellos fue el Protoevangelio de Santiago. En él se cuenta la siguiente historia: el sumo sacerdote del templo de Jerusalén, en donde María había pasado su infancia consagrada al servicio del Señor, busca marido para María entre los viudos de Israel. La niña, que pronto iba a desarrollarse como mujer podría impurificar involuntariamente el Santuario debido a la sangre de su menstruación. Reunidos todos los viudos provistos de una vara o cayado, sólo la de José florece por designio divino. Entonces el sumo sacerdote le propone que tome a María por esposa. José responde: “Tengo hijos y soy viejo, mientras que ella es una niña. No quisiera ser objeto de risa entre los hijos de Israel” (VIII 1-IX 2).

Como puede observarse, el autor propone que los “hijos de María/hermanos de Jesús” son en realidad hermanastros de éste, aportados al matrimonio por José, fruto de un enlace anterior.

Un poco más tarde en el tiempo, Orígenes (otro padre de la Iglesia muerto hacia el 253 d. C.) sostiene ya la virginidad perpetua de María en sus obras exegéticas, por ejemplo en su Comentario al Levítico. Homilía VIII 2. En su Comentario a Lucas, 7, critica a Tertuliano por no tener suficientes argumentos para probar lo contrario. Pero, a la vez, el mismo Orígenes confiesa que su defensa personal de la virginidad total de María es una teoría plausible sin más, no algo ya totalmente aceptado en las iglesias (Comentario al Evangelio de Mateo XII 55). Orígenes se hace eco también de la teoría de los hermanastros que comenzaba a circular desde hacía tiempo sobre todo gracias al Protoevangelio de Santiago, como ya hemos indicado.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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