Domingo 19º TO A 2ª Lect. (13.08.2017): el bien de los hermanos es el bien de Cristo

Introducción:Por el bien de mis hermanos.. quisiera ser un proscrito lejos de Cristo (Rm 9,1-5)
Reflexión sobre el rechazo de Israel a Jesús-Mesías
En el capítulo tercero de la Segunda Carta a los Corintios, Pablo comenta las diferencias de la nueva alianza de Jesús con la de Moisés. Allí afirma que el pueblo de Israel no ha reconocido el Amor de Dios en la vida Jesús: “hasta el día de hoy, cada vez que leen a Moisés, un velo cubre sus mentes. `Pero cuando se vuelva hacia el Señor, se quitará el velo´-Ex 34, 34-” (2Cor 3, 15-16). Como le ocurría a Moisés cuando se ponía ante Dios (se quitaba el velo), así los israelitas si miran a Dios a través de Cristo, se les quitará el velo que tienen en sus mentes. Hoy iniciamos la reflexión de la Carta a los Romanos (Rm 9-11) sobre el contencioso de Israel con Jesús. Los tres capítulos tratan sobre la libertad del amor divino (c. 9), la responsabilidad humana (c. 10) y la esperanza en el amor de Dios que salvará a todos por los caminos que sólo él conoce (c. 11). Pablo, creyente en el amor fiel de Dios, dice que “los dones y la vocación de Dios son irrevocables... Dios encerró a todos en la desobediencia para tener misericordia de todos” (11, 29.32). El pueblo de Israel terminará por descubrir el Amor de Dios en su Cristo.

Sinceridad de “los que están en Cristo
Digo verdad en Cristo, no miento, atestiguándome mi conciencia en Espíritu Santo” (v. 1). Este sería el modo cristiano de manifestar la verdad subjetiva ante ciertas situaciones comprometidas: en la posesión de un cargo, en un juicio, en un problema trascendente... Así no jurarían. “Los que están en Cristo” viven como Jesús: “que vuestro sí sea un sí...”(Mt 5, 33-37; Sant 5,12). El sí o el no del cristiano está “ungido” por el Espíritu-amor, que sana y limpia la conciencia de malas intenciones.

Duelen las personas separadas del Amor
Tengo una gran pena y un dolor constante en mi corazón” (v. 2). Como a Jesús, le duele a Pablo la situación de su gente: personas tan religiosas y que no hayan sintonizado con quien sólo quería el bien para todos, desde la fe en Dios Padre, desde la libertad, la justicia, la paz, la verdad, la vida, el amor... Viene a la mente el lamento de Jesús por Jerusalén (Mt 23,37-39; Lc 13, 34-35). La razón de esa desavenencia está en la “religión” como creación humana: en ritos, en normas impuestas por los dirigentes religiosos, en el deseo de dominar y controlar la relación religiosa... Es curioso que ellos prohíban lo que Jesús no prohibió (libertad de pensar y decir, curar y ayudar al necesitado en ciertos días...) y manden hacer lo que Jesús prohibió´(usar vestidos para distinguirse de la gente, primeros puestos, reverencias y títulos de poder, honor e importancia...). Jesús antepuso la necesidad humana a cualquier ley, incluso religiosa. Esto no lo aceptaron y siguen sin aceptarlo hoy muchos religiosos.

Un deseo imposible
Desearía ser yo mismo anatema de Cristo en pro de mis hermanos, mis parientes según la carne” (v. 3). Vivir la separación del amor de Cristo, que sería la maldición divina, es cosa evidentemente contraria al himno del amor de Dios manifestado en Cristo, relatado en el capítulo anterior (Rm 8, 38-39). Es, sin duda, una expresión exagerada para demostrar cuán grande y bien intencionado es su amor por Israel. Este dolor es aún más grande cuando, por una ley humana, eclesial, un cristiano se siente excluido de la comunidad cristiana o de los hermanos en Cristo a los que siempre quiso. Cosa que ocurre en nuestra Iglesia con los sacerdotes casados, los divorciados vueltos a casar, la mujer...

Diferencias que hacen más dolorosa para un judío la no aceptación de Jesús
- Como Pablo, “son israelitas”, nombre preferido hoy también por los judíos.
- “De quienes es la adopción filial: Israel es mi hijo primogénito” (Ex 4,22; De 7,6; 14,1-2).
- “Y la gloria”, que recuerda la presencia divina, significada por la nube o niebla que envolvía el tabernáculo o el templo.
- “Y las alianzas”, reconocidas por Abrahán y Moisés, a las que Jesús viene a dar plenitud.
- “Y la legislación”, la Ley que hacía de Israel una teocracia, pues en ella se manifestaba la voluntad divina en el gobierno de su pueblo. Jesús-Mesías la renovará con el Espíritu-amor.
- “Y el culto”, desarrollado en el templo la institución sacerdotal, superado por el Espíritu de Jesús.
- “Y las promesas”, sobre todo las mesiánicas, hechas a Abrahán y David, cumplidas en Jesús
- “De quienes son los padres”, o patriarcas, constructores primeros del pueblo.
- “Y de los cuales (procede) el Cristo en cuanto a la carne”. Esta es la principal distinción: Jesús de Nazaret es israelita humanamente.
“El que es sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos, amén”. Difieren los exégetas sobre la puntuación de esta frase. ¿“El que es sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos” se dice de Cristo? Hay división de opiniones. Tradicionalmente se ha aceptado como un testimonio claro de la divinidad de Cristo. Hoy muchos creen que es una doxología o alabanza a Dios, que cierra esta reflexión sobre las prerrogativas de Israel, y la no aceptación de Jesús-Mesías.

Oración:por el bien de mis hermanos... quisiera ser un proscrito lejos de Cristo” (Rm 9,1-5)

Jesús, despojado y abajado voluntariamente de tu rango:
“hecho uno de tantos”, obediente al amor hasta la muerte;
contemplamos hoy al apóstol Pablo siguiendo tu “camino”;
israelita, como tú, encuentra la oposición más fuerte en sus hermanos de raza;
apegados a sus tradiciones, no son capaces de descubrir en ti el amor de Dios;
no han aceptado tu propuesta de Reino del Padre;
han preferido seguir la Ley sin el Espíritu de hijos de Dios;
creen que lo que salva es su sistema religioso: ley y templo, cánones y rezos;
han identificado “su justicia” con la “justicia de Dios”;
tu amor gratuito, tu perdón sin medida, tu corazón abierto a todos...
lo han creído un atentado a sus instituciones sagradas.

Pablo participó un tiempo de esta ceguera colectiva:
su fanatismo le llevó a ser perseguidor de tus discípulos;
le dolió tu libertad y la de los tuyos frente a la Ley y sus tradiciones;
creyó imposible la aprobación de Dios a tu vida histórica, real;
tuvo por impostores a quienes creían que Dios te había resucitado.

Persiguiendo a los tuyos, le esperaba tu Amor (He 9, 1-18):
¿por qué me persigues?”, le insinúas fuertemente en su conciencia;
“sus amenazas de muerte” se desmoronan ante la claridad de tu Amor;
descubre que “te está persiguiendo” al perseguir a los que viven como tú;
se reconoce ciego ante “el camino” de los tuyos:
- que no devuelven mal por mal;
- que no reaccionan violentamente;
- que perdonan a quienes les hacen daño y les matan;

Ananías, un discípulo tuyo en Damasco, le abre los ojos:
hermano Saulo, el Señor me ha enviado,
Jesús, el que se te apareció cuando venías por el camino,
para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo
” (He 9, 17).

Al creer en tu Amor, es inundado por el amor de tu vida resucitada:
tu Espíritu empieza a respirar en él;
te reconoce como Mesías, Cristo, Hijo del Padre;
se siente enviado a tu misma misión:
- anunciar el amor del Padre;
- crear comunidades que vivan de este amor;
- universalizar tu llamada a la humanidad entera:
- judíos, griegos, esclavos y libres, varón o hembra
- todos somos unos en ti, Jesús Mesías (Gál 3, 28).

Escuchamos hoy a Pablo sincerarse ante la comunidad de Roma:
Digo verdad en Cristo, no miento, atestiguándome mi conciencia en Espíritu Santo;
tengo una gran pena y un dolor constante en mi corazón;
desearía ser yo mismo anatema de Cristo en pro de mis hermanos,
mis parientes según la carne
” (Rm 9, 1-3).

Como a ti, Jesús del Padre, a Pablo le duele la situación de su gente:
personas tan religiosas y no han sintonizado con el corazón del Padre;
como buen cristiano, participa de tus lamentos:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!
¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la clueca a sus polluelos
bajo las alas, pero no habéis querido!
(Mt 23,37-39; Lc 13, 34).

Como tú, Jesús de la entrega sin medida, Pablo quiere lo imposible:
alejarse de ti”, con tal de que sus hermanos te encuentren a ti;
es la expresión exagerada de quien “está convencido de que nada
podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, señor nuestro
” (Rm 8, 39).

También hoy, Jesús de todos, nos duele la separación fraternal:
dolor más grande cuando, por nuestras leyes, rompemos la fraternidad;
ocurre con los teólogos libres, los sacerdotes casados, los divorciados, la mujer...;
incluso con las diversas confesiones cristianas;
invocan tu Evangelio, tu Amor, tu Espíritu...
pero no somos capaces de respetarnos, de aceptarnos, de dialogar en tu Espíritu;
seguimos sin aceptar que todos “todos somos unos en ti, Jesús Mesías” (Gál 3, 28).

Rufo González
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