Educar la fe en la pedagogía litúrgica

Escribia Pío XI en el número 20 de su encíclica "QUAS PRIMAS" en 1925 donde instituía la fiesta de Cristo Rey:

"Porque para instruir al pueblo en las cosas de la fe y atraerle por medio de ellas a los íntimos goces del espíritu, mucho más eficacia tienen las fiestas anuales de los sagrados misterios que cualesquiera enseñanzas, por autorizadas que sean, del eclesiástico magisterio.

Estas sólo son conocidas, las más veces, por unos pocos fieles, más instruidos que los demás; aquéllas impresionan e instruyen a todos los fieles; éstas —digámoslo así— hablan una sola vez, aquéllas cada año y perpetuamente; éstas penetran en las inteligencias, a los corazones, al hombre entero. Además, como el hombre consta de alma y cuerpo, de tal manera le habrán de conmover necesariamente las solemnidades externas de los días festivos, que por la variedad y hermosura de los actos litúrgicos aprenderá mejor las divinas doctrinas, y convirtiéndolas en su propio jugo y sangre, aprovechará mucho más en la vida espiritual".


Y añade Jean Nesmy en su libro "la espiritualidad de la liturgia":


"De aquí deriva, pues, la importancia de la catequesis que introduzca a nuestros fieles en la comprensión de la liturgia porque ésta constituye la celebración de los misterios de la que deriva nuestra salvación. De lo contrario, seguiremos administrando sacramentos al vapor y celebrando una serie de ritos incomprensibles y que por lo tanto no transmiten realmente aquello que significan".


Es profundamente fundamental que retomemos la conciencia y el convencimiento del valor de la educación en la pedagogía litúrgica. En ello nos jugamos que permanezca vivo y fuerte la experiencia del misterio, la sensibilidad espiritual en un mundo cada vez más materialista y que influye sobre manera al mismo Pueblo de Dios. En una adecuada catequesis litúrgica nos jugamos mucho.
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