La preocupación de Lutero

Si hubiera que trasladar a nuestro lenguaje la preocupación de Lutero, la pregunta hoy sería: ¿cómo nos salva Dios? Ahora bien, hoy esta pregunta sobre la salvación se plantea no a propósito de la salvación escatológica, que era la que preocupaba a Lutero, sino a propósito de tantas situaciones intramundanas que requieren una acción positiva por parte nuestra, si queremos conservar la dignidad humana. Lutero no descartaba que en este mundo fuera necesario actuar en bien de las personas y de su dignidad, pero su preocupación era otra: ¿cómo salvarme definitivamente, cómo encontrarme con un Dios acogedor? Porque, efectivamente, una salvación definitiva solo puede ser obra de un Dios acogedor. Los seres humanos, como mucho, podemos ofrecer soluciones provisionales y parciales a la vida humana. Pero salvar la vida humana como tal, eso solo puede ser obra de Dios.


El término que empleaba Lutero (y los teólogos católicos de la época, y el Concilio de Trento) para designar lo que hoy llamamos salvación era justificación. Esa era la cuestión que entonces preocupaba y que, bien presentada, hoy puede seguir teniendo una gran actualidad. Las grandes preguntas que hay detrás de esta doctrina de la justificación son: ¿qué significa Dios para nosotros hoy? ¿Qué significa Cristo para nosotros hoy? ¿Es realmente el Hijo de Dios, que nos ha redimido con su muerte en cruz y su resurrección? Por consiguiente, desde la perspectiva de la fe cristiana, ¿qué significa creer en un Dios misericordioso? Y ¿qué consecuencias tiene para nuestra vida creer en un Dios misericordioso?


En una sociedad en donde lo que cuenta es el esfuerzo, el rendimiento, el éxito y la conquista, es más necesario que nunca anunciar que Dios regala gratuitamente la vida, que acoge misericordiosamente a los que nada pueden exhibir, que perdona a los pecadores, que justifica a los que no tienen derecho. Este anuncio nos llama a vivir de otra manera, con criterios distintos a los del mundo.

Leer más
Volver arriba