Uno solo era extranjero, samaritano, y él es el único capaz de volver a Jesús con la acción de gracias en los labios, quizás porque siendo extranjero había aprendido a expresar su agradecimiento por cuanto recibía, quizás porque no tenía nada urgente para llevar adelante, el extranjero suele saber reconocer cuanto recibe gratuitamente.
En ciertas ocasiones o etapas, la vida de cualquier comunidad, puede ser como una sopa. Si cada uno de sus miembros se deja trocear, limpiar de adherencias y de tierra, si permite que otros le den calor, o que casi le ahoguen en agua, si no siente miedo a mezclar sus propiedades o virtudes con los demás, si no quiere ser protagonista en todo, quizás la sopa comunitaria acabará siendo no sólo sabrosa y rica sino fuente de un nuevo empuje misionero.
Sin embargo, todo aquello que nos rodea, que nos acompaña y apoya se nos revela en ocasiones tan frágil, tan liviano, que el débil equilibro que se había construido se fractura y agrieta y aunque no sea de forma irreparable hace aumentar un sufrimiento que parece imposible superar.
Hay encuentros que cambian el rumbo de la propia vida y más cuando Alguien se hace el encontradizo ¡Te encontré! Es la frase que suena y late en el corazón cuando la mirada nos lleva al encuentro con el Señor.
Las circunstancias podrán cambiar, pero si intentamos obrar con rectitud, el Señor nos bendecirá nuestra vida será serena porque con la gracia de Dios podremos ir viviendo en profundidad cada etapa y quizás alguien podrá descubrir el Amor Dios.
Sin tratarse solamente de un tiempo dedicado exclusivamente a la oración, el cuál necesitamos para alimentar nuestro interior, es en nuestro respirar de cada segundo donde también está Dios. Aunque no es fácil o muchas cosas nos acaparen en los quehaceres cotidianos, tenemos que encontrar ese tiempo de respirar con Dios, donde solo Él nos da lo que necesitamos en cada momento.
Las relaciones hay que saber cuidarlas y ello conlleva el preocuparnos por la vida del otro, mejor remar juntos, acompañarnos, saber reír, saber estar en las dificultades juntos.
Destruir o arruinar, en cambio, es más fácil, porque sólo requiere la existencia, un trabajo, un esfuerzo previo. Y por este motivo siempre son más numerosas las críticas a lo ya realizado, que las aportaciones clarificadoras y enriquecedoras ante una construcción, analizando los puntos positivos o negativos que se van a presentar en el camino.
A la largo de la vida vamos encontrando también personas que sabemos que nos acompañan y lo hacen desde la gratuidad, desde el amor que nace limpio, que no exige sino que se entrega, sabe estar al lado del otro siempre y lo hace acogiendo dese lo que el otro vive con sus dificultades y alegrías.
La actitud de tener los ojos abiertos para que podamos reconocer esta necesidad del otro nos llevará a intentar imitar este buen samaritano que cuidó del pobre y desapareció luego, sin buscar tampoco el agradecimiento de quien había sido maltratado, humillado y abandonado.
Jesús nos dejó su Espíritu y por tanto toda nuestra vida está estructurada por Él, Cristo la alienta y la sostiene. El crucificado se convierte en nuestra fuente de amor para con nosotros y con los otros.
Por eso, nosotras, las religiosas de la Congregación que ella fundó, vivimos también procurando ayudar a los que el mundo de hoy margina en tantos ámbitos, los que carecen de recursos para poder asegurar la supervivencia de sus familias, o los que son obligados a dejar sus lugares de vida por unos motivos que no logran comprender, los desplazados que nadie quiere recibir.
El amor es una experiencia de cruz, es decir, hay que dar la vida para que otros vivan más, en el sentido amplio de la expresión. Nuestro sacrificio ha de dar fruto y fruto abundante, si no, no tiene sentido. Forma parte del amor, el perdón. Para perdonar necesitamos amar mucho y amar como lo haría Jesús, no a nuestra manera, ya que el rencor en ocasiones no nos deja abrazar a la otra persona “limpiamente”.
Ahora es cuando necesito tu presencia Señor, sí, así es, porque a lo largo de estos años son muchas las experiencias con sus días soleados, con sus chubascos y tormentas, y en todo una certeza en la propia vida: Sí…”necesito tu presencia, un tú inagotable y encarnado que llena toda mi existencia….”.
Nuestra vida ha de estar marcada por lo positivo, a pesar de muchas de las cosas que nos pueden venir a la mente, pero si no somos capaces de tener una mirada alegre, de comprensión, de aceptación… no seremos capaces de afrontar la mayor parte de las situaciones que se ponen delante de nosotros.
“Dios mío, tú conoces mi ignorancia, no se te ocultan mis delitos. Que por mi causa no queden defraudados los que esperan en ti, Señor, Señor de los ejércitos” (6-7).