"Esta celebración nos recuerda como el miedo a perder el poder y el egoísmo extremo, se pueden adueñar del corazón humano y, centrado en sus intereses, pueden llevar al punto de matar inocentes".
" No se decide en favor de los inocentes cuando recién ahora hay preocupación por la sanitización del transporte urbano, por haber encontrado la presencia del virus".
"Hace unos días, el Papa Francisco se refirió al obispo brasileño Helder Cámara, como santo, recordando aquella famosa frase “Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.
"Y aquí el otro problema: cuando la ley pasa a ser lo más importante, la vivencia religiosa se entorpece, se empaña. Cuando dependemos de rituales obligatorios el espíritu humano obedece por miedo, costumbre o simple necesidad".
"La pandemia nos redujo a celebrar las fiestas con un mínimo de hasta 10 personas por familia para cuidar la burbuja de contactos. Esto ha limitado también la alegría del encuentro familiar, de compartir la mesa entre abuelos y nietos, primos y hermanos".
"Con ello debemos seguir esforzándonos por dignificar a todas las familias del mundo tomando decisiones que hagan justicia. Ante la pandemia son muchas familias las que están expuestas, pero desde siempre son víctimas de la pobreza, del hambre, de la exclusión, y víctimas diarias de la muerte".
"La celebración de la llegada del Salvador al mundo siempre es motivo de alegría, de congregación, de invitación a la alabanza; y por ello sin duda que muchos fieles la esperaban con cierta ansiedad".
"De alguna manera, mientras algunos católicos se quedan en la queja o, en casos extremos, hablan de “persecución” a la Iglesia, los grupos minoritarios –y no por ello percibidos como menos importantes- no se han manifestado en discordancia".
"Dios se hace grande en la pequeñez de un niño, que si llora es por hambre, y es lo que más comparte con el género humano: el hambre, la dependencia. Si la Iglesia y los cristianos queremos enojarnos y quejarnos, que lo hagamos por la injusticia del mundo y actuemos en consecuencia, no por celebraciones".
"Si estamos en crisis por la pandemia…debemos percibir la crisis que empezó hace tiempo con la crisis económica y política. Los reclamos sociales que vimos a fines del año del año pasado en Bolivia, Ecuador y Chile, se vieron interrumpidas por la pandemia, pero ya eran muestras de la crisis social y económica que estaban comenzando a causar los gobiernos de derecha que nos lideran este año. El caso que más vergüenza nos hace sentir es el de Brasil, con Bolsonaro".
"Hablo de una red humana, que implica la cercanía, el compromiso con el otro que es un arriesgarse en medio de la tormenta a hacerme prójimo de extraños y lejanos, para poder salvarnos juntos. Esto es lo que venimos aprendiendo de Jesús y es lo que propongo en este libro que intenta también colocar al ser humano excluido, sufriente, olvidado, en el centro de la reflexión, desde un esfuerzo de reflexión filosófico-teológica, desde Latinoamérica".
Reconocer en nosotros esa necesidad de algo más grande de lo que somos, y que supera cualquier posesión material que nos daba una falsa seguridad, podría ser un buen comienzo. Reconocer con Lévinas ese deseo que nos habita y que nos impulsa a intentar trascender el imperio de lo inmediato. Un deseo que es interior,
espiritual o metafísico: “El deseo metafísico tiene otra intención: desea el más allá de todo lo que puede simplemente colmarlo….el desde es absoluto, si el ser que desea es mortal y lo Deseado, invisible”
El coronavirus nos ha puesto un freno y ha dado lugar a la vida que estaba escondida, incluso aquella que parecía desaparecida. Es tiempo de hacer brotar la vida dentro de nosotros
Muchas veces, engañados por el egoísmo individualista, no sabemos donarnos a los demás y, por tanto tampoco a nosotros mismos