Aun sigue siendo una realidad…

Verano o invierno, da lo mismo, en cualquier época o estación del año nos encontramos a personas pernoctando en las aceras de nuestras grandes ciudades, denominadas primer mundo. Ahí están ellos, los que llamamos mendigos o indigentes, quienes miramos por el rabillo del ojo y aceleramos nuestro paso para que no lleguen a nuestra altura. “No son dignos de estar a nuestra altura”. Carecen de un lugar donde poder dormir, pero no es esa su única carencia, tienen más y más decisivas, como pueden ser relaciones familiares, afectivas, laborales… no solo carecen de un techo, sino de un HOGAR. Personas que por circunstancias no han podido construir su proyecto de vida. Un HOGAR es más que un techo. ¿Alguna vez nuestra agenda nos ha permitido pararnos hablar con ellas? Si lo hemos hecho, habremos descubierto que bien podríamos ser uno de ellos. Son como nosotros, personas diversas, de diferente condición social y cultura que la vida les ha llevado a ese trance. Quizá un desahucio, la pérdida de empleo, el elevado coste de una vivienda o alquiler y la desaparición de las pensiones u hostales han hecho que en sociedades más ricas desarrolladas económicamente, nos encontremos estas situaciones límite.
Gente anónima, solitaria, desaliñada ¡hoy que tanto nos preocupa lo estético y físico!, quizá este colectivo sea mínimo porque los cambios sociales, siempre generan cambios en el colectivo de personas sin hogar. Ante esto ¿cómo me sitúo yo? Lo más fácil y menos complicado es acelerar nuestro caminar porque todos tenemos problemas… ¿no es un poco egocéntrico y egoísta? Creo que es un problema de la sociedad y nosotros formamos parte de ella. Está claro que los pobres molestan.
Termino con una reflexión de mi muy querido Pedro Casaldaliga:
Si no os hacéis tercermundistas,
No entrareis en el Reino de los cielos.
Si no hacéis vuestro el tercer mundo
Ni siquiera seréis del mundo humano.
No entraréis en el Reino
Sino entráis en el mundo.
Volver arriba