La imagen de Jesús al comienzo de su vida pública (85-05)

Hoy escribe Antonio Piñero


Decíamos en una postal anterior que sería conveniente aclarar las circunstancias del inicio de la predicación de Jesús y su relación con el Bautista, porque ello ayuda mucho a enmarcar a Jesús en el cuadro teológico oportuno que caracteriza sus ideas, al menos al comienzo.

Existen en la percepción de las gentes ciertos puntos de vista sobre el inicio de la actividad pública de Jesús que pudieran ser confusos y que podría ser conveniente dejar en claro. Hemos indicado en alguna que otra ocasión que estos inicios de la actividad de Jesús no son totalmente autónomos, sino que están imbricados con las relaciones mutuas entre él y Juan Bautista después del bautismo del primero por parte del segundo.

El problema se plantea por la discrepancia de los evangelistas a la hora de precisar estas relaciones. El Cuarto Evangelio dice claramente que cuando se inicia la vida pública de Jesús, Juan Bautista aún no había sido encarcelado. El texto básico es Jn 3,22-26:

22 Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. 23 Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. 24 Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel. 25 Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. 26 Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.»


En este pasaje aparece claramente:

a) Juan Bautista aún no había sido hecho prisionero cuando Jesús había ya empezado el ministerio público por su cuenta

b) Hay una cierta competencia en Jesús y su antiguo bautizado/maestro. Los dos bautizan; los dos congregan en torno a sí numeroso público; algo hay en la persona del nuevo predicador que atrae más gente que el Bautista

Por el contrario, el Evangelio de Marcos (1,12-15) indica que

12 A continuación [después del bautismo por parte de Juan], el Espíritu lo (a Jesús ) empuja al desierto, 13 y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían. 14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: 15 «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.»


De este pasaje se deduce que

a) Jesús sólo comienza a predicar cuando Juan Bautista ha sido ya encarcelado

b) Que las palabras claves (temas/motivos) de esa predicación son sensiblemente iguales a la predicación esencial del Bautista.

Existe, pues, una contradicción entre los evangelios de Juan y de Marcos.

El Evangelio de Mateo –que copia de Marcos- avanza en esa dirección (en 4,11-19):

11 Entonces el diablo lo deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían. 12 Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea. 13 Y dejando Nazará, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar […] 17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.» 18 Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores,19 y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.»


Del pasaje se deduce:

a) Al igual que Marcos, que Jesús sólo comienza a predicar una vez que el Bautista ha sido entregado

b) Que el contenido esencial de la predicación de Jesús al comienzo es idéntico al del Bautista

c) Que Jesús debía de conocer antes a Pedro y Andrés (ambos habían sido bautizados también por el Bautista: Jn 1,40) y que únicamente después de haber empezado a predicar solo invita a los dos a ser discípulos suyo. Este hecho confirma la sintonía de Jesús con Juan Bautista: recluta sus primeros discípulos de entre los que de algún modo habían sido también discípulos del Bautista.

d) Que aún en libertad, el Bautista no pudo preguntar a Jesús si él era “el que había de venir”, sino que sólo pudo formular esta cuestión en la cárcel, por medio de sus discípulos: “Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» ” (Mt 11,2-3).

El Evangelio de Marcos desconoce esta noticia, que está contenida sólo en la “Fuente Q” (porque sólo tiene su paralelo en Lc 7,18-18, no en Marcos).

En cuanto al Evangelio de Lucas hay que decir que nunca afirma explícitamente que Jesús comenzara su andadura pública después de haber desaparecido Juan de la escena. Pero es como si fuese consciente de que por motivos teológicos así tenía que haber sido. Hemos comentado ya que Lucas escamotea el protagonismo de Juan Bautista respecto al bautismo de Jesús y la posible influencia teológica suya en éste. En el Tercer Evangelio se narra primero la prisión del Bautista y luego se dice que Jesús “fue bautizado”, sin indicar por quién:

Herodes el tetrarca […] añadió a todas ellas la de encerrar a Juan en la cárcel. Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo (Lc 3, 19-21)


Normalmente, en este caso, se da la razón al Evangelio de Juan en esta cuestión, y se la quita a los Sinópticos. El origen de esta cronología “atemporal” o errónea en Marcos –y consecuentemente en sus seguidores Lucas y Mateo- se halla en que cuando escriben sus evangelios ya tienen predeterminado un punto de vista teológico: Juan no es propiamente maestro ni “coetáneo” con la actividad pública de Jesús, sino sólo su precursor. Este punto de vista parece invertir lo que fue la realidad histórica.

Por ello comenta D. Flusser no sin cierta ironía (pp. 46-47):

“El hecho de que Juan Bautista, que se pasó la vida esperando al mesías, recibiese por fin en la prisión, antes de morir, la noticia de la manifestación pública de Jesús y le enviase unos mensajeros (Mt 11,2-5), sería una de las grandes tragedias humanas. No es de extrañar que Flaubert haya descrito esta escena conmovedora en su Herodías”.


Por suerte, parece que el Evangelio de Juan, normalmente tan denostado en cuestiones de historicidad, tiene razón al parecer en este caso, como opinan muchos críticos: los inicios de Jesús y Juan Bautista se solaparon. Esa “gran tragedia” que indica Flusser a lo mejor no tuvo lugar.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com

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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“El llamado ‘Concilio de Jerusalén’”

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Saludos de nuevo



La imagen de Jesús al comienzo de su vida pública (85-05)
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