Oposición cerrada a las concepciones de Pablo. Teología básica del judeocristianismo (II) 109-N

Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con la idea central del núcleo del argumento sobre los “recuerdos” acerca de Jesús (VI): continuamos con los rasgos básicos del judeocristianismo.

Otra conclusión de las bases expuestas en la postal anterior tomadas de los Hechos de los apóstoles es pensar que la participación de los judeocristianos en el culto del Templo era porque aceptaban la eficacia de la idea tradicional del valor de los sacrificios de animales: eran la vía prescrita por Dios para la expiación de los pecados.

Con otras palabras: creían que el código deuteronómico prescribía tales sacrificios y que debían realizarlos los sacerdotes. Esto supone que, al principio al menos, no se habían formado los judeocristianos ninguna teología de la cruz como la de Pablo, según la cual el único sacrificio expiatorio es precisamente la muerte de Jesús en la cruz, la cual hacía absolutamente inútiles los sacrificios del Templo.

Es claro también que Pablo tenía conciencia de que estaba innovando en el terreno de la teología (en mi opinión y en la de muchos siguiendo las pautas de la teología de los “helenistas”) gracias a revelaciones especiales y directas de la divinidad sobre cómo había que entender a Jesús y al plan divino sobre él, pero que no las tenía todas consigo respecto a su “evangelio”: sabía que los de Jerusalén no lo comprendían.

Ciertamente, al principio no “consultó a carne y sangre” (Gál 1,16), pero cuando se extendió la fama y el núcleo de las ideas que él predicaba, sintió necesidad de ir a Jerusalén y pedir el refrendo a las “columnas” (Gál 2,9) de la Iglesia. La primera vez que “subió” a Jerusalén fue a los tres años y consultó (en griego historésai) con Pedro y Santiago, el hermano del Señor, (Gál 1,18-19).

La segunda fue cuando subió a la capital por voluntad propia a consecuencia de una revelación divina (Gál 2,2) para lo que se conoce como el “Concilio de Jerusalén”. Obsérvese a partir sobre todo del relato de los Hechos de los apóstoles, que Pablo se presenta como ante una comunidad originaria a la que debe rendir cuentas. La sesión está presidida por Santiago, asistido por los ancianos. Santiago oye a Pablo y éste tiene que defenderse. La escena pinta claramente a un superior –que aprueba o desaprueba, Santiago-, y a uno inferior, Pablo, cuyas ideas son contestadas. Tiene que argumentar a favor de ellas, recibe una aprobación a medias y la superioridad que preside el Concilio le da instrucciones sobre lo que deben observar los gentiles.

De hecho, a tenor de los adversarios del Apóstol en sus cartas, algunos muy enconados como en Gálatas, el pacto conseguido en el Concilio de Jerusalén parece que no fue observado nunca. Las dos partes en conflicto teológico, Pablo y los de Jerusalén, nunca hicieron las paces.

Pablo llegó a pensar que había dos “evangelios”, uno el destinado a los circuncidados –judíos- y otro, el dirigido a los no circuncisos. Esta distinción parece establecer claramente una diferencia profunda entre los dos: no se trata sólo de diferentes destinatarios y de matices. Si Pablo creía que Dios le había escogido a él de manera especial, como a un profeta del pasado (véase Gál 1,15: “Me apartó desde el seno materno y me llamó por su gracia…”) era porque había instituido algo verdaderamente especial para los paganos, diferente a las de los judíos.

Pues bien, nadie puede pensar que Pablo predicaba un “evangelio” diferente porque le daba la gana, sino porque creía que esa era la interpretación verdadera de las palabras y hechos de Jesús que le habían sido comunicados a él en la comunidad de Antioquía que lo acogió después de sus llamada/conversión. Se supone que –aunque Pablo apenas lo refleja en sus cartas- el Apóstol hablaba de Jesús y citaba sus palabras y hechos… Ahora bien, las transmitía a sus comunidades según su interpretación.

Y de aquí se deduce la consecuencia de que al menos Pablo y los suyos transmitían los recuerdos sobre Jesús interpretándolos. No simples recuerdos, sino recuerdos más interpretación, porque la teología a ellos unida, la paulina, era muy diferente a la de los judeocristianos. Éstos, como dijimos, los del grupo formado en la capital Jerusalén, tenían recuerdos vivos y frescos de quienes habían convivido con Jesús. Y tales recuerdos conducían a “un evangelio diferente”.

Y lo último por hoy: aunque Pedro -defenestrado hacia el 43/44 d.C. del poder sobre el grupo de Jerusalén, la “iglesia madre”, por Santiago, el hermano del Señor-, hubiera abandonado la capital, ni él ni su grupo se dedicaron al parecer a predicar a los gentiles. Eso era cosa de Pablo. En todo caso parece que Pedro, según la tradición dirigió sus pasos hacia los judíos de Alejandría y luego hacia las comunidades igualmente judías de Roma. Al parecer existió otra diferencia grande entre la teología de los dos grupos principales en los que estaba dividida la cristiandad de esos momentos: es muy probable que los de la “Iglesia madre” no tuvieran el menor deseo de evangelizar a los paganos. La escena del capítulo 10 de los Hechos de los apóstoles (el episodio de Cornelio) no parece ser histórica, al menos en la opinión de la inmensa mayoría de los comentaristas.

Se trata más bien de una escena ideal, típica de Lucas, en la que la idea teológica de la unidad de la Iglesia por encima de todo hace presentar a Lucas a un Pedro que "inventa" -gracias a una visión divina especial para ello- la misión a los paganos, mientras Pablo hasta el momento se comporta y predica como si fuera Pedro. Como esta imagen no es concorde con el testimonio del mismo Pablo, a saber que fue a él y a ningún otro a quien Jesús mismo encomendó la evangelización de los gentiles, no parece ser histórica.

Los judeocristianos admitieron ciertamente en su seno a algunos paganos convertidos a la fe en Jesús, pero promulgaron para ellos nuevas leyes –las leyes de Noé: Génesis 9,4, que permitían una salvación de segundo rango-. Seguían creyendo firmemente que Israel había sido elegido por Dios entre todas las naciones.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es

“Figuras mesiánicas a medias entre el cielo y la tierra”
Manera de llegar a esta comunicación:

Pinchando en la página presente, arriba a la izquierda, donde hay un par de contactos o “links”. Uno de ellos es “Cristianismo e Historia”

Saludos de nuevo.

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Magíster de "Ciencias de las Religiones" de la Universidad PABLO DE OLAVIDE , Sevilla

Véase postal de 26-06-2009

Enlace de Internet para obtener información:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp
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