Concepciones judías de un “supermesías” en torno a la era cristiana (109-21)

Hoy escribe Antonio Piñero


Tema: Dijimos en la postal anterior que posteriormente al uso sinóptico, y ante la innovación teológica de los adversarios cristianos, que aplicaban a su mesías un título que tenía sus raíces en el venerado Libro de Daniel, otros círculos piadosos judíos reaccionaron e intentaron corregir esta adscripción a Jesús desviándola hacia otras figuras que no fueran la del mesías de un grupo teológico rival.

Dijimos también que el Libro de las parábolas de Henoc hace de este reputado personaje, el misterioso profeta Henoc, tras su ascensión al cielo (71,14), un “Hijo del hombre”, una suerte de “mesías” judío sui generis, muy especial con rasgos personalizados, un ser como asumido o asimilado a una entidad ya preexistente (caps. 46. 48). En el Libro IV de Esdras este mesías será el “Hombre del mar” que viene (desde al ámbito divino) rodeado de nubes del cielo (13,3), dispuesto para la batalla escatológica.

Sea de esta hipótesis explicativa lo que fuere, lo cierto es que los textos de Qumrán mencionados en otras postales anteriores (4Q246 y 11QMelq), los que hablan de Henoc trasladado al cielo (1 Henoc), y de “Metatrón” (Libro 3º de Henoc) también situado junto a Dios, así como una enigmática figura angélica de la Plegaria de José que se encarna en Jacob para actuar como de mesías, pueden suponer un paso adelante en nuestra comprensión de las creencias religiosas mesiánicas o semimesiánicas de ciertos círculos piadosos judíos emparentados con la mentalidad de los judeocristianos.

Tales pasajes, aunque escasos y aislados, nos indican ya cómo la concepción de un libertador escatológico, una suerte de supermesías (o coadyuvante de él) celestial podría no ser totalmente ajena y extraña al judaísmo de la época cristiana.

En los dos primeros textos anteriormente mencionados (4Q246 y 11QMelq: ruego al lector que vuelva a leerlos; están transcritos en postales anteriores) se trata quizá de la figura de un libertador escatológico, de naturaleza celeste, semejante al como un hijo de hombre de Daniel 7.

En otro fragmento importante de Qumrán se nos habla de un mesías sacerdotal, aunque no se lo designe expresamente como tal (4Q540), muy relacionado con lo celestial. Las palabras clave de este fragmento son:

“Y expiará por todos los hijos de su generación, y será enviado a todos los hijos de su pueblo. Su palabra es como la palabra de los cielos, y su enseñanza según la voluntad de Dios”


(véase F. García Martínez, “Nuevos textos mesiánicos”, 20ss, y A. Piñero, “Los manuscritos del mar Muerto y el Nuevo Testamento”, en J. Trebolle (ed.), Paganos judíos y cristianos en los textos de Qumrán, Trotta, Madrid, 1999, pp. 166s.

Estos pasajes (los de Qumrán y aquellos de los que he afirmado que son una reacción anticristiana [1 Henoc; IV Esdras; 2 Baruc; 3º Henoc]) pueden suponer en el judaísmo piadoso, apocalíptico y sectario un cierto ambiente favorable a la ampliación del concepto “mesías” desde lo terreno hacia lo divino, como antes dijimos. El cristianismo, emparentado con estos círculos, seguirá plenamente esta vía incipiente.

Con otras palabras: también para ciertos círculos judíos –de número muy escaso probablemente y altamente apocalípticos- el mesías deja de ser simplemente humano; está de algún modo relacionado intensamente con lo divino. La aceptación por parte de los cristianos de esta línea de pensamiento les ayudó a que pudieran dar, sin un trauma psicológico insuperable, el salto teológico antes mencionado.

Pero es preciso, sin embargo, formular una reserva: dentro del judaísmo los precedentes son simplemente eso: pasos en una dirección, pero sin dar el salto definitivo a la divinización del mesías. Si se analizan con cuidado todos estos pasajes, se llega a la conclusión de que todas esas figuras son suprahumanas, quizás angélicas (4Q246; 11QMelq; el ángel Jacob de la Plegaria de José), pero no son divinas. Además han pasado ya a un estadio en el que se han transformado en figuras humanas que ya no pueden morir. Por tanto, no valen como término de estricta comparación con el Jesús histórico, meramente hombre –en mi opinión- que luego es divinizado tras su muerte. En el doble caso de Henoc (el del Libro de las Parábolas y el de 3º Henoc, Metatrón), debe admitirse que éste tiene poco que ver con la misión de Jesús.

Henoc (1 Henoc 71-73), transportado a los cielos y convertido en “Hijo del Hombre” junto a Dios, no baja luego a la tierra como un mesías, ni tampoco traspasa estrictamente el ámbito de lo humano como Jesús, sino que sólo viene a la tierra una vez instaurado el reino de Dios para ser juez final, escatológico.

Y Metatrón, como indica su nombre, tiene como función especial estar al lado de Dios –no bajar a la tierra a salvar- para actuar de intermediario entre Dios y Moisés. Los ángeles protestan porque Dios encarga a Henoc/Metatrón –no a ellos- que revele a Moisés los tesoros de la sabiduría en el Monte Sinaí.


Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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En el otro blog, “Cristianismo e Historia” (en la revista electrónica “Tendencias21”, el tema de hoy es:

“El reino mesiánico en el Libro de los Jubileos”
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Magíster de "Ciencias de las Religiones" Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla (Véase postal de 26-06-2009)

Para obtener más información:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.
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