“El Dios justo” (II) Síntesis de resultados (93-09)

Hoy escribe Antonio Piñero


Decíamos en la última postal que, aunque la justicia retributiva como tal –al modo romano- apenas -o no existía- en el Antiguo Testamento, eso no supone que para los textos bíblicos más antiguos las acciones pecaminosas de los humanos no tuvieran consecuencias malas, o las acciones buenas quedaran sin secuelas beneficiosas.

Han sostenido –con razón- los intérpretes de la teología del Antiguo Testamento que -para la mente de los hebreos antiguos, antes del Exilio- Dios había dispuesto que al acto bueno siguiera un efecto beneficioso y que detrás del malo fuera un efecto pernicioso. Había, pues, una especie de “retribución” en esta vida…, y se mantenía esta noción aunque la misma vida se encargaba de demostrar que era falsa: el impío triunfaba muchísimas veces.


Así pues, en la mentalidad del Antiguo Testamento, esta especie de “ley de compensación divina” se trataba de una secuela natural y necesaria, que no recurre al concepto jurídico de "premio" para el acto bueno y "castigo" del acto malo. Según el pensar del Antiguo Testamento, el mecanismo "el bien genera bienes", "el mal genera males" en esta vida ha sido puesto por Dios como ley natural del orden moral, ley que debería funcionar automáticamente, como pensamos hoy que actúa la ley de la gravedad.

Pero -como acabamos de decir- esta "secuencia automática" no se realiza instantáneamente o no tiene lugar en el mundo, como es evidente. Por ello el libro de Job (siglo IV a.C. ) y el Eclesiastés (siglo III a.C. ) critican tal presunta correlación. Los escritores apocalípticos de la época helenística, por su parte, al verificar el incumplimiento de tal norma en esta vida y al interiorizar, o "descubrir" -por influencia del orfismo y el platonismo popularizados- la existencia de la inmortalidad del alma y de otra vida, proyectaron rápidamente el cumplimiento de esta “ley de justicia compensatoria” a la vida ultramundana, en cuya existencia comenzaron a creer también.

De este modo, en los últimos estratos del Antiguo Testamento aparece la concepción de la justicia de Dios como enriquecida con esta nueva perspectiva. Si al malvado no se le castiga en esta vida, no escapará en la otra. En concreto, en la literatura de época helenística intertestamentaria, los hoy "Apócrifos" generados en un ambiente griego (véase la colección “Apócrifos del Antiguo Testamento”, cuyo volumen VI, “Apocalíptica, comentamos indirectamente los domingos) insisten ante todo en la justicia divina retributiva, mientras que los de origen palestinense abundan más en la concepción tradicional de justicia salvífica en este mundo.

La perspectiva en la que se considera a Dios depende también de la noción que se tenga de la “escatología”, es decir de los momentos finales del mundo:

· Si el autor apocalíptico se considera a sí mismo y a sus lectores como viviendo ya, o muy cerca, de esos momentos finales del mundo -es decir, una escatología presente que es la normal en la mayoría de los escritos apocalípticos de la época que consideramos, siglos III-I a.C.- la justicia de Dios subraya la misericordia divina;

· Si la escatología se proyecta a un futuro más o menos lejano, -una escatología de futuro- la justicia de Dios enfatiza el aspecto del juicio divino y se convierte más en retributiva o forense, es decir, más al estilo greco-romano.

Síntesis:

Con esta postal vamos a concluir esta serie sobre el cambio de la imagen de Dios en ámbito judío en la época helenística, cambio que tanto nos afecta en nuestra imagen de Dios hoy. En rápido resumen, de esta breve panorámica se deducen las siguientes ideas sustanciales:

En términos generales la concepción básica de Dios en el Israel después del exilio de Babilonia (siglos VI y V a.C., y después) no varía, ni puede variar de manera esencial, pero el estricto monoteísmo que caracteriza a la religión judía sí adquiere en época helenística algunos matices interesantes. Estos son:

1. La figura de Dios se aleja, se hace más trascendente.

2. Las descripciones de Dios o del actuar divinos procuran eliminar todo antropomorfismo. La divinidad no se parece en anda a los humanos.

3. La acentuada distancia entre el Dios lejano y el hombre se puebla de seres intermedios: ángeles y demonios. Pero son más importantes para el futuro cristianismo las hipóstasis divinas. Éstas son entidades emanadas por Dios que le permiten actuar con la humanidad sin manchar o impurificar su trascen¬dencia. Esta teología de las hipóstasis (en especial la reflexión sobre la Sabiduría, el Logos y el Espíritu Santo) ayudará extraordinariamente al cristianismo para construir su cristología (Cristo como Logos/Palabra/Presencia, o Cristo como Sabiduría encarnada) y la teología trinitaria.

4. El Dios trascendente sigue conservando su proyección de inmanencia, es decir actúa en el interior del ámbito humano:

A) Es ante todo el Dios creador; y el ser humano, la criatura;

B) Es un Dios salvador, filántropo, que actúa en la historia, siempre orientado hacia el hombre, no hacia el cosmos, y

C) La justicia divina esencialmente salvífica se complementa en esta época con la concepción de la justicia distributiva y retributiva. Existe otra vida y en ella resplandecerá la justicia divina, si no lo hizo en la tierra. Toesto es consecuencia de la nueva aceptación de que el alma es inmortal.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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• En el otro blog, “Cristianismo e Historia”, el tema de hoy es:

“El llamado mesianismo 'implícito'”

• Magíster de "Ciencias de las Religiones" Universidad PABLO DE OLAVIDE, Sevilla (Véase postal de 26-06-2009)

Para obtener más información:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.
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