Andrés de Betsaida en la literatura apócrifa



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Andrés según sus Hechos apócrifos (HchAnd): I.

Los Hechos Apócrifos de Andrés son la fuente primigenia de la que se derivan las tradiciones sobre el protagonista. Una fuente que goza de una preciosa y venerable antigüedad. Si como demostramos en nuestra edición de estos Hechos, su origen se remonta hasta los alrededores del año 150, tenemos una prueba fehaciente de que los distintos elementos que componen la leyenda empezaron a gestarse en tiempos muy lejanos. Su autor, hijo de su época, es claro deudor de las modas literarias del momento. Escribe con notable destreza desde unos niveles altos de corrección y elegancia. Ello no es óbice para que un Gregorio de Tours (s. VI) se sintiera incómodo con una forma de componer ajena y lejana de la simplicidad evangélica.

Por lo que vemos en los fragmentos originales conservados, deducimos que los HchAnd destacan más por los pasajes retóricos que por los narrativos. La sencillez de los lectores podía perderse fácilmente en la verbosidad original, que Gregorio trató de eliminar en su resumen a favor de los relatos de milagros y ejemplos prácticos edificantes. Pero recordamos una vez más que los fragmentos considerados como auténticos de estos Hechos, es decir, los capítulos 1-65 de nuestra edición, solamente abarcan el contenido de los capítulos 34-37 de los cuarenta y uno del resumen de Gregorio.

Este apócrifo tiene de común con otros Hechos similares la presencia de una mujer, que es coprotagonista al lado del apóstol epónimo. Aquí es Maximila, esposa del procónsul de Acaya, Egeates. Por el texto sabemos que la mujer había sufrido una enfermedad, de la que fue curada por Andrés. “Tú eres, decía Egeates, el que una vez curaste a mi esposa; yo te quise regalar dinero suficiente, pero tú no lo aceptaste” (26,2). Era otro de los rasgos que la misión imponía a los enviados, el desprendimiento (Mt 10,9).

Maximila se convirtió en cómplice y colaboradora de Andrés en las tareas de su ministerio. Prestaba sus estancias como local para las reuniones de los fieles en el día del Señor. Durante una de estas reuniones se recibió la noticia de la llegada del procónsul, que había estado ausente. Andrés resolvió el apuro de la pobre mujer rogando al Señor Jesús que hiciera invisible los detalles de la reunión. La solución fue poco original, pero eficaz. Egeates sintió unas fuertes y repentinas “molestias de vientre, por lo que pidió una silla de retrete en la que permaneció mucho tiempo sentado intentando aliviarse” (13,3). El incidente duró hasta que todos los fieles pudieron retirarse sin problemas y sin ser vistos por el procónsul y sus servidores.

El recién llegado Egeates quiso besar en la boca a su esposa, a la que encontró sumida en oración. Maximila lo rechazó decididamente protestando que “no era lícito a un hombre tocar la boca de una mujer después de la oración” (14,2). Tampoco consintió en dormir con él como el recién llegado pretendía. Egeates acabó descubriendo que el que en otro tiempo fuera benefactor de su esposa era ahora el responsable del conflicto conyugal que amenazaba la estabilidad de su matrimonio. En consecuencia, fue encarcelado Andrés por el procónsul, pero continuó tratando con Maximila y su fiel servidora Ifidama gracias a los oportunos sobornos y a los poderes del Apóstol, para quien no había puertas cerradas ni cárceles inaccesibles. Datos comunes con otros Hechos Apócrifos. La actitud continente de Maximila se hacía cada día más fuerte y decidida con el activo magisterio de Andrés.

Egeates hizo lo indecible para recuperar a su esposa, de la que estaba perdidamente enamorado. De nada valieron ni los halagos ni las amenazas. Entre ellas incluía el intento de atormentar al que consideraba responsable del desaguisado. Recordaba a su mujer la felicidad de los años vividos en común y le exigía el retorno a la vida anterior. “Si te niegas, decía el procónsul, a ti no te causaría mal alguno, porque no puedo siquiera; pero aquel a quien amas más que a mí lo atormentaré mucho más” (36,2). En un encuentro de ambos esposos, pretendía Egeates recuperar el trato y el cariño de su mujer. “En vista de que él insistía en las súplicas, Maximila le dijo: «Amo, Egeates, amo… y lo que amo… de noche y de día me inflama de cariño»” (23,3). Aquellas ambiguas palabras hicieron a Egeates pensar en la posibilidad de que Maximila fuera víctima de un nuevo enamoramiento. En último término, la actitud continente de Maximila fue la causa efectiva del martirio de Andrés.

Los HchAnd, dicho con mayor exactitud, los relatos del martirio, comienzan con la llegada de Estratocles, hermano del procónsul Egeates, a Patrás. La grave enfermedad de un criado de Estratocles provoca la mención y la actividad taumatúrgica de Andrés. Maximila, esposa del procónsul, curada a su vez anteriormente por el Apóstol, hizo su apología ante Estratocles diciendo: “(Andrés) es un hombre muy piadoso, que no sólo puede expulsar a los demonios, sino curar cualquier enfermedad que sobrevenga, por terrible y abominable que sea” (2,2).

Debemos notar que los Hechos Apócrifos de Andrés, así etiquetados por los editores, no son en realidad unos Hechos completos, sino fragmentos de su Martirio. Así lo reconocía Th. Detorakis cuando publicó el hallazgo de nuevos pasajes de la leyenda de Andrés. En su aportación a las Actas del Segundo Congreso Internacional de Estudios del Peloponeso de 1981-1982 hablaba de Martirio inédito del apóstol Andrés.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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