“La muerte y el más allá en el mundo antiguo”. Sobre un libro de Alfredo Tiemblo (116-01)


Hoy escribe Antonio Piñero


Presento hoy un libro de Alfredo Tiemblo Magro, licenciado en Geografía e historia por la Universidad Complutense de Madrid, en dos especialidades, “Prehistoria y Arqueología”, e “Historia antigua”.

Este autor es para mí un modelo de fidelidad a un programa intelectual de investigación-divulgación en medio del fragor de una profesión que absorbe tiempo a la investigación pura. Alfredo Tiemblo es propietario de una Librería, cuyo fuerte son los temas que él conoce, la Arqueología, Historia, Arte y Antropología, la Librería “Antes” de la calle Lagasca 120, de Madrid. Es éste, naturalmente un trabajo de gestión que le lleva mucho tiempo, pero, robando horas al ocio y al sueño, ha seguido adelante con la realización de su gran programa intelectual.

Alfredo Tiemblo ha participado en excavaciones arqueológicas, tanto en España como en el extranjero, ha publicado varios artículos en revistas especializadas, y tiene un libro anterior, “Iconografía del rostro frontal en la cerámica ibérica”, publicado en Madrid en 2002. Además ha tenido tiempo para una tarea básica científica: la clasificación, catalogación e informatización, entre 1996-1998, de la totalidad de los fondos de Prehistoria del “Museo Nacional de Ciencias Naturales”. En suma un hombre que hace patente cuánto puede la voluntad y el ánimo de trabajo, que no se deja arrastrar por la inercia y cansancio de un trabajo diario y obligatorio distinto (sobre todo en lo que es la mera gestión) al proyecto científico. Así pues, un ejemplo de superación.

La ficha completa del libro es:

La muerte y el más allá en el mundo antiguo. Un recorrido sobre textos escogidos desde el 30.000 al 200 A.C. Editorial Dilema, Madrid, 2009, 507 pp. ISBN: 978-84-9287-137-9.


El contenido del libro es el siguiente, tras un "Prólogo" de Federico Lara Peinado, Prof. Titular de Historia Antigua de la Complutense -conocido por su traducción y fusión del Poema de Gilgamesh, del Enuma Elish y de himnos babilónicos-, que pondera el alcance de los textos ofrecidos por Tiemblo y su amplio espectro, el libro –en su Primera parte- introduce al lector en el “carácter del mundo antiguo, con notables observaciones sintéticas acerca de su imaginería antigua (de donde se puede deducir también las concepciones sobre el más allá), sobre los dioses y su relación con los hombres, sobre la creencia en la existencial real de fuerzas y seres mixtos, y las manifestaciones de la divinidad y lo ultramundano: epifanías de los divino, cratofonías (manifestaciones de “fuerza” sobrehumana) y ritos y rituales.

La segunda parte aborda el “hipotético mundo de la diosa” en el paleolítico y neolítico, es decir los momentos más o menos originarios de la religión organizada del “homo sapiens sapiens”, sobre los que se cree que la representación de lo divino era fundamentalmente femenina. El autor plantea una hipótesis probable sobre la significación del arte paleolítico en lo que respecta al tema de este libro y reflexiona sobre el dilema del universo: muerte y regeneración.

La tercera parte trata de la Antigüedad primigenia en Occidente de la que ya tenemos textos escritos: concepciones de ultratumba en la cosmología mesopotámica; el interesante mundo egipcio: sus textos escatológicos, la cartografía del Más allá; el Israel antiguo: textos fundamentales de la religión hebrea sobre este tema, primero de la Biblia y Apócrifos veterotestamentarios (a los que el autor, por un desliz inadvertido denomina “evangelios apócrifos del Antiguo Testamento”, y luego del fascinante mundo de los Manuscritos del Mar Muerto.

Una sección importante de esta tercera parte está dedicada a la Grecia Antigua, desde las épocas en las que tenemos textos absolutamente fiables sobre una cierta teología del “más allá”, es decir, a partir de Homero en el siglo VIII. Desde este momento el autor traza un bosquejo muy detenido de las nociones sobre la muerte y el más allá (“cielo/islas/mundo de los bienaventurados” – Hades/Érebo/Infierno, etc.). En esta apartado se incluyen las religiones de misterios, el mundo de los órficos y lo que tiene que decir la filosofía griega (desde los pitagóricos hasta los estoicos) y la poesía helenística (desde Calímaco hasta Apolonio de Rodas) sobre el más allá.

La cuarta y última parte es un tanto más endeble –y breve- en su tratamiento porque se sale del ámbito del estudio directo del autor: concepciones de la muerte y ultratumba en la India y China antiguas, desde los Vedas hasta el Tao-Te-King y el Tchung-Yung.

Mi opinión sobre el libro es que el autor intenta ofrecer al lector un buen panorama, encuadrado en una cronología y orden probables, sobre las concepciones sobre el más allá en culturas tan diferentes como las aludidas en los párrafos anteriores. Su tesis de fondo es que existe una cierta continuidad entre las primeras ideologías del mundo de la prehistoria hasta las complejas construcciones platónicas o hindúes. Según el autor, esta continuidad radica en que –en una cierta medida- las hacen parecer, cada una en su momento, si no lógicas, sí al menos parcialmente razonables o incluso en cierto sentido predecibles. Consecuentemente, en la reconstrucción de cada cultura y en su presentación al lector, el autor trata, pues, de buscar una cierta evolución natural de las concepciones que presenta.

Se consiga o no este intento –personalmente me siento un poco escéptico al respecto- lo cierto es que el libro ofrece un sinfín de textos antiguos, algunos muy bellos, sobre los que reflexionar. La conclusión del libro es, por otra parte, tranquilizadora en el sentido de que las concepciones sobre el mundo de ultratumba son abarcables y muy comprensibles. Es curioso que el concepto de “muerte” como aniquilación absoluta y total del individuo no se planteó hasta muy tarde (normalmente unida con un cierto “ateísmo”, pensamiento que es bastante raro en el mundo antiguo).

Es también curioso que el “hermetismo”, en apariencia indescifrable, de algunas concepciones antiguas no es tal. Una vez que se aprende a descifrar el lenguaje críptico usado, las aproximaciones a lo divino, que condicionan las concepciones de ultratumba, son bastante limitadas, casi evidentes y se hacen pronto conocidas, porque se repiten. El autor opina que un “plan escatológico” cuanto más complejo aparece, menos “fiable” es, ya que en el fondo no refleja otra cosa que un intento de mayor definición existencial de un mundo, el de los vivos, entristecido o en crisis.

En síntesis: como conjunto de textos, no conozco en lengua española un libro más completo. Sólo puedo disentir, y poco, con el autor en algunas interpretaciones, o en si le ha sacado el máximo rendimiento posible –interpretativo- a los textos que ofrece.

El autor promete una segunda parte a este libro que enlace con el actual a partir del siglo II a.C. en adelante: el período de la romanización, largo y complejo, del que probablemente tendrá mucho que decir… y donde se entrelazan muchas líneas. Piénsese en un solo ejemplo, prometedor, y con esto termino: la mejor descripción del infierno “cristiano” no está en el cristianismo, sino en Virgilio (canto VI de la Eneida, compuesta unos 25 años antes del nacimiento de Jesús) y en Plutarco, escritor y sacerdote pagano del siglo II d.C.: en su compleja obra (las Moralia) se encuentran tres mitos relacionados con el más allá: el de Timarco en De genio Socratis (“El daimon socrático”), el de Sila en De facie quae in orbe lunae apparet (“El rostro que aparece en la redondez de la luna”) y el de Tespesio en De sera numinis vindicta (“La tardía venganza de la divinidad”), que no tienen que ver con el cristianismo…, pero la descripción plutarquiana del infierno la firmaría cualquier cristiano.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Volver arriba