"Quién es quién en el Nuevo Testamento" (117-01 )


Hoy escribe Antonio Piñero


El título de esta postal corresponde al de un libro de Lautaro Roig Lanzillota, investigador español radicado en Holanda, en la Universidad de Groningen, que volvió a nuestro país acogiéndose al programa de retorno “Ramón y Cajal” y que antes de finalizar el tiempo estipulado ganó el concurso de docente de Nuevo Testamento en esa misma universidad holandesa. La universidad española ha perdido, pues, un excelente docente e investigador.

La ficha del libro que de él presentamos es la siguiente:

Lautaro Roig Lanzillota, Quién es quién el Nuevo Testamento. Diccionario de nombres propios de persona. Editorial El Almendro, Córdoba, 2009, 198 pp. ISBN: 978-84-8005-135-4.


El editor, Prof. Dr. D. Jesús Peláez, señala en su “Presentación” que este diccionario de antropónimos surge dentro del marco de un proyecto amplio, el Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamento (DGENT), realizado por un grupo de investigación neotestamentaria de la Universidad de Córdoba, del que ya se han publicado tres fascículos, y cuyo número cuatro está ya en prensa. En las postales de este blog hemos tenido ya ocasión de comentar esta publicación excepcional.

Como fruto secundario de la tarea de investigación en torno al Diccionario griego-español del Nuevo Testamento aparece este breve diccionario, que es el primero de su serie. Se están preparando otros tres que, aunque estrictamente científicos en su base, se presentan al público con ánimo divulgativo. Son el “Diccionario geográfico del Nuevo Testamento” (que será el primero en salir), el “Diccionario de utensilios y objetos del Nuevo Testamento”, y un curioso, raro y muy al día “Diccionario ecológico del Nuevo Testamento”. Estos diccionarios parciales pueden ver la luz antes de que el diccionario completo del griego neotestamentario, porque los términos o lemas contenidos en ellos no precisan de un detenido análisis semántico, cuyo estudio es el fuerte sobre el que se construyen los significados dados al lector en el mencionado “diccionario general”.

Los nombres propios del Nuevo Testamento nos ofrecen muchas veces la oportunidad de acercarnos al transfondo de los relatos de este corpus. Estos nombres son en general de procedencia hebrea, griega o latina. Hay ocasiones en los que, desde un punto de vista literario o teológico, los nombres de los personajes actuantes en un texto ofrecen pistas para comprender su significado simbólico, o el lugar que ocupa el personaje en cuestión en el mensaje del texto que se lee o analiza.

Desde un punto de vista histórico, interés principal de este blog, algunos de estos nombres pueden ofrecer no pocas veces datos clave para la reconstrucción del contexto histórico en el que se enmarca un relato. Pueden ser interesantes en ocasiones tales nombres para establecer, por ejemplo, la cronología de los eventos narrados, lo que a su vez ayuda a situar históricamente la composición, a partir de ese evento, del libro en el que está contenido. Sirve, pues, al menos como término “post quem” (“después de que”) y a veces como término “ad quem” (“en el momento en el que”).

Otros nombres proporcionan información sociológica, su extracción social y geográfica (en especial en los nombres de esclavos); ayudan, pues, a la radiografía de la conformación social del cristianismo de la época del Nuevo Testamento. Es sabido que los estudios sociológicos, en auge desde más menos 1980, han contribuido mucho a aclarar puntos concretos del entorno del mensaje…, lo que significa comprender mejor el mensaje mismo.

Los lemas, o voces, de este diccionario (por suerte, el autor no utiliza el feo anglicismo “entrada”, que ha sustituido por ignorancia de nuestra lengua a los vocablos anteriores, propios de nuestra tradición) están organizados de forma alfabética castellana. La transcripción ha adoptado un sistema propio, sencillo en verdad, de modo que el lector pueda percibir en castellano el sonido de las lenguas originarias.

Cuando hay dificultad, sigue el autor las pautas del manual del estilo de la Society of Biblical Literature (“Handbook of Style”). A la verdad no comprendo bien esta opción, pues en castellano –para los nombres hebreos- tenemos el “Onomasticon” de Luis Alonso Shökel, que debería ser normativo, y para el castellano, el excelente manual de M. Fernández Galiano, La transcripción castellana de los nombres propios griegos, que es normativo (Sociedad Española de estudios Clásicos, Madrid 1969, con reediciones). Puedo entender que el autor que ha vivido tanto tiempo fuera de España no los conozca; no puedo comprenderlo por parte del Director del proyecto del Diccionario, que sí tiene obligación de conocerlos, y me atrevería modestamente a decirlo, y de utilizarlos. Ahora bien, como el autor toma como referencia la traducción castellana de Juan Mateos del Nuevo Testamento (Cristiandad, Madrid 1987, 2ª edición), esta posible carencia se corrige bastante en lo que respecta al presente libro. Por ello, mi crítica apenas empaña el valor general del volumen que comentamos.

El diccionario está organizado del siguiente modo: tras la transcripción del nombre hay una primera sección que ofrece una descripción del personaje, escueta, libre de interpretaciones, que permite situarlo de forma objetiva en los pasajes del Nuevo Testamento en los que aparece.

La segunda sección explica la etimología del nombre, con el añadido de cuantos detalles sean oportunos para perfilar su definición como individuo, su extracción social o su procedencia geográfica.

La tercera es más interpretativa y expone los aspectos relevantes que se desprenden del estudio –en algunos casos comparativo- del personaje tratado, y de las similitudes y diferencias que podrían observarse si el personaje en cuestión aparece en pasajes diversos del Nuevo Testamento. Es interesante y de agradecer que esta sección contenga, cuando procede, referencias para comprender al personaje de autores contemporáneos a los hechos narrados, como pueden ser Filón de Alejandría, o Flavio Josefo, e incluso de autores posteriores como del Apócrifos neotestamentarios o de los Padres de la Iglesia.

La selección de nombres presentados se limita sólo a los antropónimos, o nombres de personas; no se incluyen topónimos ni gentilicios ya que aparecerán en el “Diccionario geográfico” que señalé al principio. Como base para la trascripción se utiliza el texto normal científico del Nuevo Testamento (la edición 27ª del Novum Testamentum graece, de Nestle-Aland, Edit. Deutsche Bibelgesellschfat, Stuttgart, 2006), pero excluidas las variantes del aparato crítico. Creo que esta decisión es muy correcta. Lo contrario complicaría innecesariamente el volumen.

Al principio hay una bibliografía selecta, breve, porque esta edición está destinada al público no estrictamente especializado. Con el tiempo saldrá una versión científica de este diccionario, que ofrecerá todos los instrumentos bibliográficos.

No tengo “peros” que comentar especialmente a esta publicación que es recomendable y que rellena sin lugar a dudas un hueco en la bibliografía castellana, y que será extraordinariamente ilustrativo para los lectores, sobre todo en algunos lemas especiales como “María” o “Santiago” (¿a cuántas personas se designa exactamente con estoas apelativos?), etc., así como aquellos nombres (“Beliar”, por ejemplo), cuya discusión etimológica es muy ilustrativa.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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