La “Escuela de la historia de las religiones” (200-09)

Hoy escribe Antonio Piñero


Continuamos con nuestra breve historia de la investigación histórico-crítica del Nuevo Testamento.


El ambiente estaba ya preparado cuando Richard Reitzenstein (1861-1931) se propuso iluminar sistemáticamente los orígenes de las creencias religiosas helenísticas, y consecuentemente del cristianismo, con paralelos orientales. Ya en 1901, al editar dos papiros, indicaba que la concepción del Logos (Verbo o Palabra de Dios: presente sobre todo en el Prólogo del Cuarto Evangelio) como una personalidad divina podía explicarse por la unión de teorías estoicas con egipcias, con lo que podría aclararse así la concepción central del prólogo del Cuarto Evangelio, el cual la habría tomado de esos ámbitos.

En su obra posterior, Poimandres (1904), afirmaba la existencia de un mito helenístico cuyo núcleo era la noción de “Dios hecho hombre”, y que éste era anterior al cristianismo. Por tanto se podía sospechar una influencia de la anterior sobre lo posterior cronológicamente. Al mismo tiempo hacía hincapié en la asombrosa concordancia del lenguaje del Evangelio de Juan con el de la mística griega de la época helenística.

Finalmente, en su conocida obra Las religiones de misterios helenísticas (1919), insistía una vez más en la participación del Nuevo Testamento en el ambiente religioso-sincrético del Helenismo. En concreto sostenía que el Nuevo Testamento participaba de las ideas centrales de las religiones de misterio helenísticas o con otras palabras, que había pocas dudas de que la versión cristiana sobre todo paulina se encardinaba muy bien dentro de una “misteriosofía” general del Helenismo. Tras una pintura detallada de ese trasfondo, caracterizaba a Pablo como un místico gnóstico del Helenismo porque unía concepciones judías con otras que eran típicas y peculiares de los cultos de misterio de la religión griega.

Hermann Gunkel (1862-1932) publicó a finales del siglo XIX una investigación sobre el primer y último libro de la Biblia, el Génesis y el Apocalipsis: Creación y caos en épocas remotas y al final de los tiempos. Tras una crítica rigurosa de las interpretaciones del momento, indicaba Gunkel que el relato de la creación (Gn 1) y el de la visión de la Mujer y el Dragón (Apocalipsis 12) no podían explicarse partiendo de supuestos puramente judíos o cristianos, sino a partir del conjunto de los mitos babilónicos de la creación, que pasaron al judaísmo en época muy temprana, adquiriendo luego una intención escatológica, es decir, de explicación del final de los tiempos.

Señalaba Gunkel la necesidad de una investigación de la historia de la tradición, especialmente de la apocalíptica, teniendo en cuenta que en el proceso de aceptación de mitos foráneos se admiten algunos conceptos no suficientemente aclarados. Postulaba también la necesidad de someter a un método de investigación semejante las tradiciones sobre Jesús: en qué sentido, tanto él, como sobre todo los que había transmitido sus hechos y dichos estaban influidos por nociones teológicas no solamente judías, sino procedentes de ámbito oriental luego asimiladas, por ejemplo en el seno de los grupos apocalípticos.

Un poco más tarde, en 1903 –en una obra titulada Sobre la comprensión del Nuevo Testamento desde el punto de vista de la Historia de las Religiones—, sostenía el mismo Gunkel la tesis de que la teología neotestamentaria se había constituido asimilando y aceptando influencias de otras religiones. Normalmente no se trataba de una influencia directa, sino de ideas que habían llegado a los cristianos a través del judaísmo.

Partiendo del concepto de que el saber histórico es fundamentalmente un conocimiento de las conexiones culturales y del contexto histórico, indicaba Gunkel que debía definirse al judaísmo como una religión sincrética, es decir, una religión que asimilaba ideas teológicas de fuera. Consecuentemente, y a partir de múltiples ejemplos tomados del Apocalipsis, de los Evangelios y de la teología paulina, señalaba que muchas de estas concepciones son orientales y que habían sido incorporadas secundariamente a la imagen de Jesús. A partir de aquí sostenía que también el cristianismo es una religión sincretista, que mezcla ideas teológicas tomadas de diversos ambientes religiosos y que bajo ese punto de vista debía ser investigada.

Entre paréntesis debe decirse que H. Gunkel, después de sus estudios sobre el Nuevo Testamento se vio atraído hacia el Antiguo, y fue el fundador de la investigación de las formas literarias de él, sobre todo del Pentateuco, y del encuadre de las tradiciones veterotestamentarias dentro de la historia de las religiones del Medio Oriente. Gracias a los pasos por él dado, Julius Wellhausen pudo plantear su hipótesis –que continúa hasta hoy aunque cien veces revisada, de las diversas manos (yahvista; elohísta; sacerdotal; deuteronomista, etc.) que fueron conformando las historias, leyendas, bloques de legislación etc. del Pentateuco.

En verdad, es realmente impresionante lo fecundo que fue el siglo XIX (sobre todo su segunda mitad) en la generación de científicos que investigaron nuevas vías en el estudio del Nuevo Testamento. Otro paso de gigante lo dio Wilhelm Bousset, que consideraremos en la próxima postal.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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En el otro blog “Cristianismo e historia”, el tema es:

“No se descabeza tan fácilmente al cristianismo”

Saludos de nuevo.
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