Biblia, exégesis y religión. Una lectura crítico-histórica del judaísmo (II) (160-02)

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Antonio Piñero


Me ha llamado la atención en este libro la frescura de mente con la que se tratan temas que hasta hace pocos años podían ser casi tabú entre los judíos incluso ilustrados. Por ejemplo, aceptar con claridad y sin tapujo alguno, la conducta, muy reprobable desde el punto de vista de hoy, de Abrahán en Egipto, cuando ofreció su propia mujer, Sara, como concubina, para librarse de problemas (Gn 12,15ss), o si Josué, figura tan señera es un personaje histórico o una construcción literaria…, y no digamos la pregunta sobre si Pinjás, el héroe modélico del celotismo –en el sentido de defensa a ultranza de la ley divina hasta el derramamiento de sangre- era de verdad un héroe o más bien un asesino fanático.

Me parece extraordinario que desde mentes creyentes se impulse una lectura crítica de la Biblia desde el punto de vista histórico-literario para construir una teología sobre bases concordes con el adelanto de la investigación (con todas las consecuencias al principio muy molestas), y no otra teología que, como la avestruz, se empeña en negar lo que es evidente desde el punta de vista histórico. Así preguntarse si el “éxodo de Egipto” (¡tan crucial para la teología judía y judeocristiana!) fue de hecho un mito o si la historia de la exploración de Canaán (Nm 13,17-20).

En el epílogo, el autor confiesa que su estudio ha puesto de relieve un texto bíblico complejo, con no pocas repeticiones y contradicciones… para concluir que “esta aparente falta de coherencia no se habría debido a la inexperiencia o ignorancia de los editores antiguos en manipular sus fuentes, sino, antes bien, a una consciente estrategia orientada a enseñar por medio de este artificio literario una enseñanza moral; a saber, que no existe una sola y absoluta verdad. La ‘realidad’ es un calidoscopio de reflejos infinitos” (p. 287).

Y continúa A. Roitman con una reflexión interesante que encaja bien –con algunas pequeñas discrepancias- con los propósitos que animan a este blog:

“De este modo, este espíritu crítico inherente a los escritos bíblicos está en total acuerdo con la perspectiva científica adoptada en este trabajo, por medio de la cual se puso Dios manifiesto la dimensión histórica de la tradición israelita antigua, recontextualizando, creencias, prácticas e instituciones. Esta aproximación crítica puso en duda a veces ‘verdades sacrosantas’ de la fe, descalificando las lecturas fundamentalistas como impropias y anacrónicas. De esta manera la narración bíblica dejó de ser una historia ‘objetiva’ para convertirse en un mito polivalente, sujeto a lecturas diversas.

Pero en otras oportunidades, por el contrario, esta misma lectura aparentemente subversiva permitió entender los textos en sus marcos culturales específicos, recuperando diálogos olvidados y polémicas perdidas en las brumas de los tiempos” (p. 287).


Estoy muy de acuerdo salvo quizás a la atribución de un “espíritu crítico inherente –es decir, propio de los autores antiguos mismo- a los escritos bíblicos”, que me parece una peligros generalización y que puede conducir precisamente a lo contrario de lo que se pretende, a ver en los autores antiguos algo que me parece no tenían en absoluto…, en todo caso en forma de una nebulosa mental. Creo que el mantenimiento de las diversas corrientes de la tradición bíblica no se debió precisamente en una concepción de que no existe la verdad absoluta, sino más bien a un respeto reverencial por la tradición, contuviera o no contradicciones, lo que sería opuesto al “espíritu crítico”.

Sí me parece verdad que este tipo de exégesis dota a los hechos y personajes bíblicos de nuevos contenidos: la tradición bíblica, mítica en la mayoría de los casos, tiene ciertamente una gran vitalidad, pero es la que nosotros le otorgamos con nuestra reflexión de hoy.

Hay que aceptar que en loo religioso partimos del mito y del símbolo casi siempre. Y es que no puede ser de otra manera, si Dios es el Otro, por tanto inaprehensible e inefable. Este proceso, que rompe las barreras de una interpretación de la Biblia rígida, conservada por una tradición firme interpretativa, y controlada por las autoridades eclesiásticas, es bienvenida. Y conducirá inevitablemente a una religión personalista, rompedora de estructuras eclesiásticas, muy diversificada, casi intransferible a otros salvo unas cuantas líneas generales que sirvan para definir una cierta identidad común… de modo que a la larga el “fundamentalismo” peligroso carecerá de “fundamentos” ideológicos.

A pesar de que existen muchas personas de este tipo fundamentalista en su seno (no hay más que ver cómo muestran su identidad en el vestido, para nosotros estrafalario), el cristianismo de hoy tiene que percibir cuán fantásticamente bien está haciendo sus deberes para con el avance espiritual de nuestro tiempo un gran sector del judaísmo de hoy día. Los “israelitas” de antaño y los “israelíes” religiosos de hoy han ido enriqueciendo siempre su acervo religioso con un notable sentido de la necesaria acomodación. Y el espíritu farisaico fue el motor de ellos. Los cristianos no lo vemos por causa de la imagen distorsionada que de los fariseos nos han transmitido los evangelios.

Pienso que tiene razón Adolfo Roitman cuando sostiene que “los antiguos piadosos se vieron libres para redefinir su herencia religiosa en función de nuevas percepciones espirituales sobre Dios y el hombre y he aquí la intuición profunda de que el secreto de la religión de Israel fue y sigue siendo su flexibilidad y capacidad mimética para mantener un diálogo constante y creativo con su entorno, moldeando sus formas y contenidos en función de los desafíos Dios su tiempo”.

Yo añadiría que los tiempos van a cambiar profundamente la imagen de Dios, que se va a hace menos personal y que va a conformarse más a lo que sostenía Baruc de Espinosa, “deus sive natura”, y que ello va mudar profundamente la religión, que se va a hacer estrictamente personal y pasar poco a poco al ámbito de lo estrictamente privado.

Me parece probable que la tradición judeocristiana –en el sentido de admitir como sagrados tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento y a la vez que va acogiendo en su seno los indudables resultados de la mentalidad históricocrítica- va a llevar tanto al judaísmo como al cristianismo ilustrado, y luego al que no lo es tanto, a esa religión que poco a poco será tan intransferible que dejará de ser el fundamento de que el hombre se comporte como el lobo con otro hombre por motivos religiosos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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