Orden contra caos. Cómo entendía el pueblo egipcio la divinidad del faraón / Horus (204- 05)

Hoy escribe Antonio Piñero



Decíamos de Osiris en postales anteriores que era una divinidad de la sociedad agraria egipcia de la época neolítica. Y añadimos que esta figura es usual y normal en sociedades agrarias no constituidas todavía en un estado que merezca tal nombre.

Pero cuando tal tipo de sociedad se transforma en un estado pleno, con derecho, administración y ejército, etc., cambia el concepto de la divinidad. En el caso que nos ocupa, Egipto, cuando se da esta evolución, a saber, de grupo agrario a estado bien formado, el dios agrario que muere y resucita en la naturaleza pasó a ser venerado como “dios-padre-muerto”, y el rey vivo, en plenitud de poder político-militar, pasó a ser el rey-hijo visible en este mundo.

Por tanto, el rey/faraón vivo, encarnación de Horus, será el ente supremo vivo. El pueblo -quizás mejor, la teología sacerdotal- le otorgó atribuciones que lo relacionaron con el poder cósmico, solar, uya que el dios Horus era en principio una divinidad con esas atribuciones... por el día. Por la noche –al igual que Horus-, se pensó que el faraón era como la sede en la tierra del poder de las más poderosas estrellas. También, como dios uránico (= celestial; ouranós es el cielo en griego y también el dios Urano) Horus /faraón representan la armonía del universo en todas sus partes, el orden cósmico, lo que en lenguaje egipcio se denomina Maat, la razón universal, como dirían los estoicos griegos.

Hemos indicado ya que Osiris tuvo como adversario a su hermano Set, que acabó con su vida. Horus hereda también esa enemistad. Tener un adversario (que es también Set) es necesario en la teogonía egipcia para mantener el equilibrio. Set es el dios del caos, pero contenido por su contrapartida, Horus. Como el faraón es Horus en la tierra, el monarca está igualmente encargado de mantener el orden y controlar las fuerzas del caos dentro del mundo civilizado (el único que merece denominarse como tal), Egipto.

Escribe Josep Cervelló:


“Osiris, Horus y Set son los tres dioses cardinales de la realeza faraónica; están ligados en origen a dos ciclos cosmológico-cosmogónicos de carácter dialéctico (es decir, que se contraponen entre sí): el de la dicotomía ‘fertilidad / esterilidad’ y el de la dicotomía ‘orden / caos cósmico’” (p. 140).


La primera dicotomía ‘fertilidad / esterilidad’ se concebirá como Osiris, y entonces Set será el asesino que mata al rey fetiche –que representa la fuerza de la naturaleza-, pero que al final no consigue su objetivo, porque ese rey resucita, aunque sea en el inframundo.

La segunda dicotomía (‘orden / caos cósmico’) estará compuesta por Horus-Set, y son también complementarios. Así como la obscuridad es “necesaria” para que exista la luz, igualmente debe existir el Caos para que se imponga el Orden.

Según estas concepciones, para el pueblo egipcio, muy religioso, la realeza histórica del país es el principio de la continuidad del orden cósmico frente al caos. Ello ocurre en virtud de la continuidad dinástica legítima. Cuando muere un faraón, Horus se encarna en el siguiente, y este nuevo monarca será el freno y garantía del mantenimiento a raya de las fuerzas del caos (Set) en el "mundo", que es Egipto.

En los períodos de interregno, cuando hay una revolución, una interrupción de la dinastía reinante, y sobre todo cuando hay un caos monárquico y se separan el Egipto del sur y el del norte, es decir, cuando se rompe la unidad del estado, se entiende religiosamente que Set se ha apoderado de la escena. Pero más tarde cuando aparece un nuevo faraón fuerte que unifica de nuevo el país del norte y el del sur, se entiende que Set es vencido de nuevo (aunque siempre a medias; puede volver a resurgir). Por tanto, aunque vuelva la unidad política del país y reine el orden, encarnado en el nuevo faraón unificador, Set sigue existiendo; nunca es vencido totalmente.

Había en Egipto una festividad religiosa anual, que era la conmemoración de la victoria de Horus sobre Set. Es la festividad de la regeneración anual del poder del faraón y se denomina en egipcio Heb Sed. Esta fiesta representaba cada año el momento inicial de la vida del rey: éste pasaba, cada año, de un estatus débil (hombre-rey, con las fuerzas cósmicas agotadas/rey muerto) a otro rey pleno de fuerza (rey vivo en virtud de su pleno poder terrenal = rey resucitado como Osiris “resucitado” que engendra un hijo que es Horus y este se encarna en el faraón). Esta festividad era muy importante porque unía mentalidades de antaño con las modernas y contribuía poderosamente a pensar teológicamente que la potendica divina del faraón esta siempre viva. (Josep Cervelló, p. 149).

Seguiremos con esta descripción de la divinidad del faraón en la religión y estado egipcios, porque nos ayudará a comprender –lo veremos al final- por qué triunfó tan fácilmente el cristianismo en Egipto.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

--------------

AVISO PARA LOS QUE ESTÉN EN MADRID...

y les apetezca:

Mañana viernes, 3 de junio 2011,
de 18,00 a 21,00 horas


estaré en la Feria del libro de MADRID,
Caseta 122

para firmar libros míos, o charlar, con el que lo desee.

Saludos de nuevo,

Antonio Piñero
Volver arriba