“Repensar el mal”, de Andrés Torres Queiruga (406-01)

Torres Queiruga Repensar el mal

Hoy escribe Antonio Piñero

Atractivo título para un libro que se confiesa de filosofía y de teología, pero que tiene mucho más de los segundo desde el momento en el que se manifiesta que se desea dar una respuesta al problema del mal no meramente filosófica, sino una respuesta cristiana, es decir la de una teodicea cristiana.

El autor es bien conocido. En su biografía consta que hizo un doble doctorado, en filosofía y teología, lo que muestra su interés por el ámbito del pensamiento filosófico Es profesor de “Teología Fundamental” en el Instituto Teológico Compostelano y de “Filosofía de la Religión” en la Universidad de Santiago. Es cofundador de una revista: “Encrucillada. Revista Galega de Pensamento Cristián.

En este Blog hemos reseñado una obra suya, Repensar la revelación. La revelación divina en la realización humana, del 2008 (Trotta). Entre sus otras obras el observador externo cae en la cuenta en la insistencia de dos palabras claves en los títulos: “Recuperar” y “Repensar”, lo que indica su preocupación por repensar la fe cristiana, de modo que al actualizar su comprensión, sea posible recuperar hoy la experiencia cristiana originaria.

La ficha completa del libro es la siguiente:

Repensar el mal. De la ponerología a la teodicea. Editorial Trotta, Madrid 2011, 372 pp. ISBN: 978-84-9879-194-5.

Opina el autor en su Prólogo que "el pensamiento moderno afirma sin ambages la autonomía del mundo". Pero --sostiene al mismo tiempo- amigos y enemigos de la idea siguen operando con el prejuicio mítico de un intervencionismo divino en ese mundo: si Dios quisiera –o hubiese querido-- no habría mal, y el mundo sería perfecto. El ser humano carecería de la “tendencia perversa” (como dicen los rabinos que evitan el concepto de pecado original) con lo que su comportamiento sería ideal y el mundo en sí sería tan perfecto que unas leyes físicas bien constituidas harían imposibles las catástrofes naturales –es decir aquellas en las que no habría intervenido la mano del hombre- que tanto mal y dolor causan.

Torres Queiruga toma como punto de partida el dilema que, a propósito de la existencia del mal y de los dioses, planteó Epicuro:

“O Dios no quiso o Dios no pudo evitar el mal en el mundo. En cualquiera de las dos hipótesis es imposible acepta la existencia de un Dios que o no quiere o no puede”.

Este dilema --opina TQ-, "era asimilable (es decir, tolerable; se entendía pero no producía graves consecuencias de pérdida de fe) en una cultura de fe ambiental, pero hoy día, en la nueva era crítica, se convierte en una dificultad insuperable ". Tomado en serio, hace imposible la creencia en un Dios amoroso y providente.

Según Torres Queiruga, su libro ha de enfrentarse a formulaciones, derivadas de este dilema, que juntas suponen una contradicción y un desafío insuperable para la razón:

“Si se sostiene al mismo tiempo a) que Dios es amor, y b) que pudiendo, no quiso eliminar todo el horror del mal en el mundo; entonces c) lo que se enuncia no es un “misterio”, sino una contradicción. Segundo, de ese modo el mal se convierte con toda razón en la ‘roca en la que se fundamenta el ateísmo’, pues en esas condiciones la idea de Dios –al menos la del Dios bueno y omnipotente, la única coherente—resulta inaceptable” (. 23).

Preso en la cárcel de este dilema — aunque actuando de un modo “pre-judicial”— Kant proclamó el fracaso de la teodicea. Fracaso para los creyentes, pues resulta increíble la imagen de su dios, ya que no quiere, o queriendo, no puede. Fracaso para el ateísmo moderno que se apoya en el mal…, pero al atribuírselo a Dios niega la autonomía del mundo.

Ahora bien, el fracaso kantiano afecta sólo a la teodicea precrítica en un mundo secular. El propósito de este libro es “repensar el mal” tomando con toda consecuencia la secularidad, como signo de los tiempos. Por ello, afirma el autor, partiendo del mundo como si Dios no existiese, es obligado empezar desde abajo respetando la autonomía del pensamiento humano. Entonces el problema del mal --por primera vez en su historia (con ello se afirma la originalidad de este libro— se estructura en tres pasos distintos:

A. La “ponerología” o discurso racional, que trata de la existencia del mal en el mundo (es éste un buen neologismo acuñado por Torres a partir del adjetivo griego “ponerós”, “malo / malvado”; “ponería”, sustantivo, es “la maldad”), demuestra la finitud de este mundo, constitutivamente carencial y contradictorio, lo que hace inevitable que exista el mal en él pues finito y material.

B. La "pisteodicea" (otra suerte de neologismo formado por la unión de “pistis” y “teo-dikaía”, “justificación de Dios (de su existencia y actuación”), desde el resultado sustancial obtenido por la ponerología señala que toda concepción del mal es una respuesta, una “fe” que debe justificarse: sea náusea sartriana o esperanza religiosa.

C. La teodicea es el resultado de los esfuerzos de las dos precedentes: resulta ser una “pisteodicea” cristiana que tiene los elementos necesarios para resolver el dilema de Epicuro: "Dios no es el creador del mal, sino que Dios es el “Anti Mal” por excelencia. Lo cual da coherencia a la imagen de Dios y explica la existencia del mal como un requisito intrínseco a la existencia misma de la finitud de la materia". Atención a estas palabras, pues es aquí donde se plantea intrínsecamente la solución q ofrece nuestro autor al problema de la existencia del mal.

Nace así una concepción de la teodicea que distingue entre una “vía corta” y una “vía larga” dentro de esa teodicea.

La primera tiene como constitutivo el fondo verdadero de la concepción antigua, apoyada en la confianza en Dios. La divinidad sí podría evitar el mal; pero no lo evita por razones misteriosas que no podemos nunca enteder del todo. Hay ahí un misterio que la inteligencia humana no puede comprender y que se responde desde la confianza en un Dios,que por ser Dios ha de ser omnipotente y bueno.

De hecho esta respuesta bastó durante siglos a los cristianos como respuesta al dilema de Epicuro –que conocían perfectamente y que ellos mismos transmitieron a la posteridad—, pero que no les impresionó demasiado ya que no quebrantó su fe en Dios partiendo de estas premisas de la confianza en su concepción de la divinidad justa y buena

Ahora bien, esa vía corta, aunque legítima según Torres para otras épocas (es una respuesta tradicional), tiene sus grandes limitaciones respecto a la era actual, por lo cual se hace necesario acudir a la “via larga”: “hablar de la vía larga, en cuanto contradistinta y complemento hoy necesario de la vía corta, significa que también aquí se sigue enfocando el mal ‘desde Dios’, desde la fe en su existencia y presencia salvadora".

Pero, por otra parte, dado que uno se encuentra de manera expresa y sistemática con los resultados de la "ponerología", esta vía larga va más allá de aceptar el puro misterio y "llama a que la reflexión acepte, por fin y con todas sus consecuencias, su resultado decisivo: el carácter inevitable de la aparición del mal en cualquier mundo finito. Lo cual convierte en algo sin sentido la pregunta por la posibilidad de un mundo sin mal, dejando al descubierto la trampa oculta el que se apoyaba el famoso dilema de Epicuro. Se rompe así finalmente la durísima cuña que la crítica moderna había introducido en la coherencia de la idea de Dios” (pp. 207-208).

Así pues, según Torres, esta “vía larga” responde adecuadamente a la difcultad de la existencia del mal y afirma la posibilidad de la salvación escatológica, al final de los tiempos. Finalmente actualiza la comprensión de temas tan vivos como el pecado original, la providencia, el milagro, la oración de petición, el holocausto y el infierno.

¿Es realmente así? Necesitaremos un poro más de espacio para considerarlo por lo que continuaremos el próximo día.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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