Una nueva mentalidad judía –de la Diáspora— enfrentada a la de Jerusalén (408-14)

Hoy escribe Antonio Piñero


Tras observar, gracias a la aportación de algunos pocos ejemplos, los efectos principales que produjo la versión de las Escrituras al griego, puede concluirse que la mentalidad de los judíos que utilizaron como Biblia exclusivamente la versión de los LXX pudo verse un tanto modificada respecto a la de aquellos que, a su vez, sólo leían las Escrituras en hebreo. Apenas debe haber dudas al respecto.

Por tanto: la versión de los Setenta / LXX suponen un notable esfuerzo de interpretación y adaptación al mundo griego de un caudal imponente de pensamiento religioso extraño a ese mundo. Se ha señalado con acierto que el proceso de traducción al griego fue como el “bautismo filosófico” de la Biblia, por lo que significa de inmersión en una cultura que había inventado la filosofía y la había expresado en lengua griega.

Pero también es verdad que, como el conjunto de lo que se transmitía era profundamente judío, “la traducción de las Escrituras al griego judaizó la koiné en mayor medida todavía que helenizó al judaísmo. Cargó de resonancias típicamente israelitas términos que hasta entonces habían tenido un sentido profano y pagano” (Julio Trebolle, Biblia hebrea / Biblia griega, p. 339).

La versión de los LXX alcanzó entre los judíos gran predicamento hasta atribuírsele, como hace Filón de Alejandría, un grado de inspiración religiosa comparable a la reconocida al texto hebreo. Sin embargo, un siglo más tarde esta traducción había pasado ya a formar parte del patrimonio cristiano heredado del judaísmo. Ese hecho decidió la suerte posterior de los LXX en el seno del judaísmo… una suerte muy negativa.

La eliminación y prohibición del uso de los LXX por parte del rabinato y de los demás elementos cultos dentro del judaísmo se debió sin duda a la polémica anticristiana. Los motivos a los que se aferraban los rabinos para rechazar la versión eran:

• El uso apologético que hacían los cristianos del Antiguo Testamento en lengua griega (es decir, utilizarla casi exclusivamente para probar los fundamentos de la nueva versión del judaísmo, herética que era el cristianismo;

• El distinto tenor de algunos pasajes bíblicos importantes en la versión de los LXX, y no digamos las diferencias importantes en algunos libros como el de Jeremías,

• Las nuevas interpretaciones de textos claves (por ejemplo Gn 1,26 y 11,17: véase Justino Mártir, hacia el 150, Diálogo con Trifón 62,2, para defender la pluralidad de personas en la Trinidad; o el famosísismo de Is 7,14 [hebreo, “una muchacha, ‘almah, dará a luz un hijo…; griego, “una virgen, [parthénos] dará a luz un hijo…”, aplicado al mesías cristiano y a la virginidad de su madre),

• La interpretación mesiánica, sesgada en su opinión, que prevalecía en amplios círculos cristianos, quienes orientaban hacia Jesús textos que no le pertenecían en principio (por ejemplo de Is 53: los cantos del Siervo de Yahvé, que los judíos no consideraban mesiánicos, sino referidos a un rey concreto y futuro de Israel), llevó consigo la proscripción de los LXX entre los rabinos.

En la próxima postal concluimos.

Saludos cordiales Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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