Los manuscritos del Mar Muerto. La primitiva comunidad cristiana y los esenios. Algunas preguntas y respuestas (V) (910)





Escribe Antonio Piñero


Desde el comienzo de la investigación sobre los manuscritos del Mar Muerto se ha puesto abundantemente de relieve las semejanzas entre la comunidad de Qumrán y ciertos rasgos ideológicos y organizativos del grupo primitivo de seguidores de Jesús, primero llamado de los “nazarenos” y luego “cristianos”. La arqueología ha indicado también como posible el contacto entre los esenios y el primer núcleo de los judeocristianos en la capital de Israel (nada sabemos de Galilea) ya que el cenáculo donde se reunían estos últimos para orar en Jerusalén, tras la muerte de Jesús, no estaba distante del barrio esenio.

Los contactos ideológicos entre la comunidad cristiana primitiva y los textos de Qumrán son, ciertamente, numerosos. Se trata de algo muy conocido y accesible en castellano (véase el apartado “Primitiva comunidad cristiana y comunidad de Qumrán” del libro de A. González Lamadrid, Los Manuscritos del Mar Muerto, pp. 280 298, ciertamente ya antiguo, pero donde se describe lo esencial gracias a que los más importantes manuscritos se conocían bien en 1973), voy a limitarme a una enumeración apresurada: ambas comunidades se consideran los


· “Santos” (1QS 5,13; CD 20,2; Hch 9,13; Rom 1,7),

· El “Israel de los últimos días” (1QS1,1; 1QpHab 7,1ss; Mt 23,36 o Mt 24,35),

· El “resto” de Israel (CD 1,4; 1QM 13,8; Rom 9,27),

· Comunidad "fundada sobre la roca" (Mt 16,18; 1QS 8,4 8),

· La “nueva alianza” (CD 20,12; 1QS 4,22; Mt 26,28; 2 Cor 3,6; Heb 9,15),

· Los pobres 1QpHab 12,3.6.10

· Los hijos de la luz 1QS 1,9; 2,16



Ambas comunidades, la esenia y la primitiva judeocristiana, sentían también cierta angustia por la tardanza del final esperado del mundo (1QpHab 7,7; 2 Pe 3,3); ambas tenían las mismas imágenes apocalípticas del fin del mundo (Mc 13 y par; 1Qha 11 [= 3], 13ss) y participabann de las mismas concepciones en ese entorno: creencia en la resurrección, angustias de los momentos finales, retribución por parte divina (castigos y premios) a las acciones de los humanos durante su existencia terrena, efusión del Espíritu en los últimos días, etc., términos que explica muy bien Émile Puech en una obra voluminosa y clásica, Les croyances des ésseniens dans la vie future et la resurrection, Gabalda, París, 1996.


Igualmente creen ambas formaciones religiosas que los ángeles participan en la liturgia y la vida sagrada del grupo (1QSa = 1Q28a, 2,8 9; 1 Cor 11,10). Las dos comunidades mantienen una comunión de bienes con algunas semejanzas; celebran ambas comidas comunes, y su organización (con “inspectores”, ancianos, etc.) presenta puntos en común.


Especialmente la corrección fra¬ter¬na, testimoniada en el Evangelio de Mateo 1821 y en Qumrán pero rarísima en el resto del judaísmo, ha sido objeto de una consideración especial como posible muestra de contacto entre los dos grupos sectarios (de esto ha escrito muy bien F. García Martínez, en Los hombres de Qumrán, Trotta, Madrid, 1993 pp. 257 272). Es probable, además, que la organización de “asis¬tencia social” entre los cristianos, la ayuda a viudas, huérfanos y otros miembros necesitados de la comunidad --que, por cierto, tanta importancia debió de tener en la expansión del cristianismo, pues atrajo a muchas gentes por su eficacia-- pudiera haberse inspirado en el modelo esenio, fuertemente desarrollado en el Israel de entonces.


Por otro lado, no podemos satisfacernos con estas evidentes y reales semejanzas. Es conveniente de nuevo resaltar las diferencias entre ambos grupos, lo que ayuda a dilucidar en lo posible la cuestión de influencias. ¿Es la comunidad cristiana un remedo de la comunidad qumranita?


El bautismo cristiano no es una copia, ni procede ciertamente de las abluciones de Qumrán. Las diferencias que se señalan a propósito del bautismo de Juan valen también para el cristianismo. Es prácticamente seguro que el bautismo cristiano con su fuerte aspecto sacramental procede de la práctica del bautismo por parte de Jesús y, a su vez, la de éste viene en línea directa de su imitación de la del Bautista. El perdón de los pecados y la efusión del Espíritu, asociados con el bautismo cristiano, son ajenos a los baños rituales de Qumrán y de los esenios en general.


Tampoco la celebración de la eucaristía puede ponerse en pie de igualdad con las comidas comunales de los esenios. Prescindiendo ahora de la debatida cuestión de si en la última Cena del Jesús histórico se dio realmente una institución de la eucaristía, o si esta celebración fue más bien una comida de despedida con un claro contenido escatológico, lo cierto es que el carácter sacramental de esa cena cristiana, el aspecto de memorial de la pasión del Salvador, la participación de mujeres en ella, y las bendiciones sobre el pan y el vino pronunciadas en orden inverso al judío (y tampoco al principio de la comida, sino como encuadrando toda la acción sacramental), hacen de la eucaristía cristiana algo muy diferente de una comida comunitaria esenia.


La comunidad de bienes entre los cristianos primitivos muy poco tiene que ver con la esenia. Tenía ésta un fin y una motivación distinta. Entre los cristianos parece estar ausente el sentido fundamental de la comunidad de bienes tal como probablemente la entendían los esenios, a saber: la devolución a Dios de la propiedad de la tierra y los bienes de Israel a través de una posesión común de ellos por parte de la comunidad esenia que era el nuevo Israel, cuyo dueño era Dios. La divinidad era la única propietaria, pero cada uno de los esenios disponía del derecho privado de uso de algunos bienes.


Por el contrario, de los bienes vendidos voluntariamente, y voluntariamente puestos a disposición de la comunidad los cris¬tianos no conservaban ningún derecho de posesión y autonomía (recuérdese el sonado caso de Ananías y Safira en Hechos de los Apóstoles 5: Ananías y Safira no retienen la propiedad de nada de lo que voluntariamente entregaron a la comunidad. Los esenios en general (no los qumranitas en particular) conservaban el dominio de ciertos bienes que, en realidad, eran de la comunidad.). Esa comunidad cristiana de bienes (por cierto, bienes vendidos a personas de fuera, hecho prohibido para los esenios) estaba dictada por motivos de orden escatológico y práctico: como los cristianos aguardaban un fin del mundo inminentísimo, pensaban que con el producto de lo vendido se podía vivir hasta que viniera ese final esperado, tan cercano. Con los ingresos pecuniarios producto de las ventas la comunidad quedaba libre para dedicarse de lleno a la oración y a la espera de la parusía. Estos matices no aparecen en Qumrán.

Es dudoso también que pueda probarse constriñentemente que la organización de la comunidad cristiana hubiera copiado un modelo qumránico. Y esto porque la institución de los “obispos” (similar a la del mebaqqer o “inspector” qumranita) aparece por primera vez en la iglesia de Filipos, por tanto en un ambiente helénico (Flp 1,1). La preponderancia de los maestros (semejantes al maskil qumranita) en el gobierno del grupo cristiano primitivo, o la presencia de diáconos como ayudantes en tareas sociales, o de los ancianos (los "presbíteros") como regentes de la comunidad son un fenómeno que también se da en el mundo griego (y antiguo en general). No es necesario, pues, postular una copia de Qumrán o un influjo directo.


Finalmente, bastante distintas son también las esperanzas mesiánicas de la comunidad primitiva cristiana y el variado complejo de creencias mesiánicas esenias, y qumranitas en particular. En estas últimas no encaja de ningún modo la afirmación fundamental cristiana de que el mesías ya había venido, y que era una persona histórica concreta, el crucificado Jesús de Nazaret. Mucho menos se compadece con la mentalidad esenia la concepción cristiana, radicalmente nueva y rompedora dentro del judaísmo, de un mesías que, según un plan divino, fracasa (aparentemente), padece, muere y resucita. La diferencia en estos conceptos claves entre los esenios y el cristianismo naciente es abismal e irreconciliable.


Es muy difícil, pues, por no decir imposible que la comunidad cristiana primitiva hubiera copiado simplemente de los esenios. Todo se explica porque las dos son comunidades o grupos judíos sectarios de una época en la que existían unas mismas esperanzas escatológicas (acerca del fin del mundo) y apocalípticas (basadas en especiales revelaciones) en momentos de altísima temperatura mesiánica que llevara muy pronto a los judíos del momento a la locura colectiva de enfrentarse a Roma. Y en ese aspecto da toda la impresión de que la comunidad judeocristiana se apartó de ese enfrentamiento, al menos un tanto.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
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