Los Hechos Apócrifos de Pablo en la Tradición (y II)


Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Tenemos que lamentar que la etiqueta de “Apócrifos” haya incidido de forma negativa en la conservación de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Los Santos Padres y otros escritores eclesiásticos expresaron sus sospechas cuando no su abierto rechazo de estas obras. El uso que de ellas hicieron grupos heréticos, interpolaciones incluidas, fomentaron el recelo de parte de la Gran Iglesia. La condena de los HchJn por parte de los Padres Conciliares a propósito del retrato del Apóstol en el debate sobre las imágenes no hizo sino agudizar el problema.

Un testimonio deletéreo sobre los Hechos Apócrifos es el que emitió el patriarca Focio de Constantinopla (s. IX) hablando de los cinco Hechos primitivos (Pedro, Juan, Andrés, Tomás y Pablo), citados por él en este orden. Focio los consideraba como una obra unitaria, etiquetada con el título de Viajes de los Apóstoles, obra de un solo autor, Leucio Carino. Después de mencionar las “niñerías, las historias increíbles, malvadas intenciones, mentiras, tonterías, contradicciones, impiedades…“, concluye su juicio afirmando que la colección de estos cinco Hechos “es la fuente y la madre de toda herejía” (Bibliotheca, cod. 114). Un juicio evidentemente injusto si lo aplicamos al texto de los Hechos tal como ha llegado hasta nuestros días. Pero no deja de ser el juicio de un experto y de un exquisito catador de las esencias griegas.

Sin embargo, los HchPl son considerados como los más ortodoxos de los cinco. No solamente no están contaminados de gnosticismo, sino que denotan una sensible beligerancia contra personajes, como Simón y Cleobio, de claras tendencias gnósticas. La 3 Cor era considerada en algunos ambientes como auténtica de Pablo, y como tal comentada por San Efrén (s. IV) y aceptada por las iglesias de Armenia y de Siria. Esto no obstante, el tiempo y las sospechas hicieron que amplios pasajes de estos Hechos Apócrifos se hayan perdido esperamos que no definitivamente. Diversas reelaboraciones de los HchPl, derivadas de ellos, son ricas en detalles recogidos por la tradición.

Las últimas noticias sobre Pablo en los Hechos de los Apóstoles canónicos hablan de su llegada a Roma. Allí se le “permitía morar en casa propia con un soldado que lo custodiaba” (Hch 28, 16). Permaneció dos años en una casa alquilada donde podía predicar el reino de Dios (Hch 28, 30-31). De la estancia de Pablo en Roma habla de forma detallada el principio de los Hechos de Pedro (Actus Vercellenses: AV=HchPe) en sus tres primeros capítulos que, según Harnack, pertenecían a los primitivos HchPl.

Por el texto de los HchPe conocemos el nombre del soldado encargado de la custodia de Pablo. Se llamaba Cuarto y estaba casado con Cándida, conversa a la fe cristiana. Dice el Apócrifo que “Cuarto permitía a Pablo marchar a donde quisiera fuera de la ciudad” (AV 1, 1). Era lo que se dice un trato de favor. Pablo aprovechó su situación, tanto más cuanto que una visión del Señor le recomendaba viajar a España: “Pablo, decía la visión, levántate y sé con tu presencia médico para los que están en España” (Spania). Los fieles, un tanto desolados por la marcha inminente del Apóstol, le suplicaban diciendo: “No nos abandones cuando llegues a España como a niños sin madre” (AV 1, 4). Pero la voz del cielo tranquilizó a los fieles prometiéndoles que Pablo regresaría y moriría en Roma a manos de Nerón. Pero ellos rogaban con insistencia: “Devuélvenoslo sano y salvo” (AV 2, 10). Pablo zarpó finalmente del puerto de Ostia (AV 3, 3).

De este modo refiere el Apócrifo como realización lo que Pablo había expresado como proyecto en su carta a los romanos: “Espero veros al pasar cuando vaya a España” (Rom 15, 24). Y repite su promesa de “pasar por Roma para ir a España” cuando cumpla el encargo de la colecta (koinonía) a favor de los santos de Jerusalén. La ausencia de Pablo y la llegada a Roma de Simón Mago con sus hechicerías son los factores que desencadenaron una situación de zozobra en la comunidad cristiana de Roma. Pero Dios aceleró la venida de Pedro, que había permanecido en Jerusalén doce años según el testimonio del Apócrifo.

Sin embargo, no debió de ser demasiado larga la estancia de Pablo en España. Los cristianos de Roma le requerían que no permaneciera fuera más de un año. Además, el Apóstol proyectaba visitar las iglesias de Asia Menor, como anunciaba en su carta a Filemón (Filem 23). Pero su viaje a España podía formar parte de su programa ya que tenía entre sus intenciones la de llevar el Evangelio “hasta los confines de la tierra” (Hch 13, 47). Y España representaba en aquel tiempo esos confines de la tierra conocida.

La leyenda de Santa Tecla, tal como la recogen en Tarragona, supone que “Santa Tecla y San Pablo viajaban juntos cristianizando el mundo”. Visitaron obviamente Tarragona, la capital de la Hispania citerior. Su puerto era el más activo de la zona y era en consecuencia el destino más favorable de una travesía desde Italia. La veneración de la Santa en la capital religiosa de Cataluña es consecuencia de una tradición que hunde sus raíces en los HchPl y data de una venerable antigüedad.

Los detalles de la partida de Pablo para España dan a entender que Pablo había logrado reunir una comunidad de hermanos que lamentaban su ausencia. Tanto más cuanto que Simón Mago se presentó en Roma y sembró el desconcierto entre los cristianos convertidos por Pablo. (AV 4). Pedro llegó entonces como enviado de Dios para restaurar los ánimos de los fieles y combatir las hechicerías y los engaños del Mago. A partir de ese momento, los HchPe dedican toda su atención a su protagonista y se olvidan prácticamente de Pablo.

La llegada a Roma de Pedro tiene rasgos similares a la escena de la de Pablo en el Papiro de Hamburgo (PH). La de Pablo está precedida de una visión de Cristo que le anima para su tarea evangelizadora. Está narrada en la página 7 del PH. Después de los saludos de rigor, pronuncia Pablo un discurso al estilo de los que aparecen en los Hechos canónicos: Israel en su historia, mandamientos, Éxodo, Profetas, venida de Cristo, su predicación y sus milagros… Con ello acaba el texto del PH.

Sigue luego el Martirio, situado por el Apócrifo en el contexto político del reinado de Nerón. En la carta de Pablo a los filipenses envían saludos “particularmente los de la casa del César” (Flp 4, 22). Los HchPl enumeran a varios que pertenecían al séquito de Nerón: Barsabas, Urión y Festo, a los que se añaden luego Longo y el centurión Cesto. Nerón ordenó matar a todos los cristianos presentados bajo la etiqueta de “soldados de Cristo”. A Pablo, su presunto “jefe”, mandó decapitarlo en consideración a su dignidad de ciudadano romano. Sabíamos que Pablo había recurrido a esa circunstancia política en la cárcel de Filipos (Hch 16, 37s) y en Jerusalén ante el tribuno (Hch 22, 25-28). Pero el Apócrifo certifica que esa condición fue la que determinó su género de muerte. La liturgia de su fiesta canta del “maestro del mundo” (mundi magister) que conquistó la corona de la vida muriendo por la espada (per ensis necem).

Varios relatos del Martirio dependientes de los HchPl dan la fecha del 29 de junio o tertio Kalendarum Iuliarum como el día de su triunfo; y cuentan que su cuerpo fue sepultado en el segundo miliario de la Vía Ostiense. Estos datos de los apócrifos justifican la celebración de la festividad de San Pablo el día 29 de junio. Aunque no todos los narradores están de acuerdo en que ambos apóstoles murieran en un mismo día, sino con un intervalo de uno o dos años.

Algunos apócrifos unen en un mismo relato las suertes de los dos apóstoles Pedro y Pablo, siempre condenados ambos por Nerón. Los textos certifican igualmente sobre el sepulcro de Pablo en la Vía Ostiense. La tradición debía de ser lo suficientemente antigua como para que Constantino construyera la basílica sobre el sepulcro original del Apóstol. Pero también refieren los textos apócrifos que Pablo “fue decapitado en la Vía Ostiense por orden de Nerón”. Una iglesia señala desde el siglo V el “aquí” preciso de la decapitación de Pablo. Es la que lleva el título de Le tre fontane (Las tres fuentes). En origen serían las tres fuentes que manaron en los lugares donde la cabeza cortada del Apóstol rebotó por tres veces.

Esta es la descripción que hace el Martirio de Pablo de sus últimos momentos: “Se puso entonces de pie mirando hacia oriente y, levantando las manos al cielo, oró largo rato (epì polý). Durante la oración, habiéndose comunicado con sus padres en hebreo, extendió su cuello sin pronunciar una sola palabra. Cuando el verdugo cortó su cabeza, saltó leche sobre las vestiduras del soldado” (HchPl Mart 5, 2). En la hora de su muerte, Pablo oró en hebreo, recurriendo a su idioma materno como hacía en otras ocasiones de su vida de particular tensión. Lo hizo cuando, recibido el espíritu de adopción, “clamamos ¡Abbá!” (Rom 8, 15; Gál 4, 6) o cuando lanza el grito escatológico al final de la 1 Cor: “Marána tha” (Señor nuestro, ven).
Saludos cordiales de Gonzalo del Cerro
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