La Biblia en los Hechos Apócrifos de Pedro (I)



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Los Hechos Apócrifos de Pedro (HchPe) figuraban en el primer lugar de la relación recogida por Focio en el código 114 de su Biblioteca. Era una deferencia hacia el Príncipe de los Apóstoles, cuya categoría motivó la atención de la comunidad cristiana, que multiplicó versiones y reelaboraciones de la tradición sobre el personaje y su misión. El dato tenía como justificación la ausencia del concepto de propiedad intelectual y el convencimiento de que con estos textos se prestaba un positivo servicio a la edificación de los fieles. Pero la abundancia de material relativo a Pedro va acompañada de la triste realidad de que los HchPe han llegado a nosotros notablemente mutilados. Th. Zahn, haciendo cálculos a partir de la Esticometría de Nicéforo, Patriarca de Constantinopla en el siglo IX, supone que se ha perdido una tercera parte de la obra original.

Los textos que contienen el material de este Apócrifo son: 1) El relato de la hija de Pedro, conservado en el papiro copto de Berlín 8502. Pedro sana a su hija paralítica y la vuelve a restituir a su estado de enferma para preservarla de mayores peligros.- 2) Los Actus Uercellenses (AV), manuscrito en latín muy rudo hallado en el Monasterio de Vercelli, publicado por A. Lipsius con el desafortunado título de Hechos de Pedro con Simón. Se trata de una versión latina de un original griego.- 3) El Martirio, conservado en dos códices griegos: el P de Patmos y del siglo IX; y el A del monte Atos, del siglo XI. Los dos códices del Martirio se han conservado en griego. Los capítulos comunes con el latín permiten comprobar que los AV son testigos fieles de los primitivos HchPe.

Uno de los aspectos más llamativos de estos Hechos es el uso masivo de material bíblico. Conceptos, alusiones, fórmulas, denominaciones, gestos, citas textuales delatan un conocimiento nada superficial de los libros sagrados y una valoración real, que los considera como criterio y garantía de autoridad y verdad. Pero hay un detalle que llama poderosamente la atención. Y es que las citas del Antiguo Testamento traducen al latín la versión de los LXX, apartándose tanto del Texto Masorético, el hebreo de la Biblia, como de otras versiones latinas conocidas como la Vetus Latina (VL) y la Vulgata (Vgt). Es decir, el traductor hace su versión personal de las citas de la misma forma y con los mismos criterios que emplea en sus labores de traducción del texto del Apócrifo.

El traductor podía haber hecho uso de la VL, que era el texto latino corriente antes de la obra de San Jerónimo (s. IV-V). Podía incluso haber seguido el texto de la Vgt si la traducción del Apócrifo al latín fuera posterior a esas fechas. Y puesto que la copia de Vercelli es de una época en la que la Vgt había sido aceptada como versión prácticamente universal, el copista podría haber modificado las citas adaptándolas al texto oficial. No lo hizo. Bastante tenía con traducir el texto griego que tenía delante, cuyo sentido parece no comprender suficientemente en algunos pasajes. Creo, pues, que el responsable de la traducción de las citas es únicamente el traductor de la obra. El mismo sistema, los mismos hábitos, las mismas libertades que le sirven de norma en el texto general son la pauta que sigue en la versión de las citas bíblicas.

Existen coincidencias susceptibles de ser interpretadas como dependientes de tal o cual versión. Pero las palabras sueltas no suelen ser un argumento determinante, a no ser que supongan un texto distinto. Tal es el caso de HchPe 24, 1, donde se recoge la cita de Is 7, 14. Al decir el Apócrifo: “He aquí que una virgen (uirgo) concebirá en su seno”, la palabra uirgo excluye las versiones de Áquila, Símmaco y Teodoción (s. II). Todas éstas traducen intencionadamente por neánis (chica joven) el término hebreo `almah. En cambio, la palabra uirgo, traducción de parthénos nos orienta directamente hacia la versión de los LXX o hacia las que de ella se derivan, como son la VL y la Vgt.

Por la práctica podemos advertir el método que el autor emplea para referir las citas de la Biblia. Llegado Pedro a Putéoli, se dirige al cristiano Aristón diciéndole que Cristo “tiene potestad para librar a sus siervos de toda tentación” (HchPe 6, 8). Es una cita sin referencia concreta, de acuerdo con la apreciación de L. Vouaux de que el autor del Apócrifo usa constantemente el NT, pero no siempre en forma de cita explícita sino poniendo el texto bíblico en el contexto de sus intenciones. El verbo habet potestatem del Apócrifo es nouit (“sabe” o “supo”) en 2 Pe 2, 9. El eripere de la 2 Pe es eruere en HchPe. El objeto de la liberación es seruos suos en el Apócrifo y pios en la epístola bíblica. También añade el Apócrifo al adjetivo omni para designar la tentación. Pero estas particularidades no anulan la seguridad de que el autor se está refiriendo al texto de la 2 Pe.

Este ejemplo nos permite diseñar en cierto modo el sistema empleado por el autor al referirse a los textos bíblicos citados: 1) Espontaneidad en poner en su pluma elementos pertenecientes a los textos.- 2) No suele expresar los pasajes ni los autores concretos de los que toma sus citas.- 3) Las referencias aparecen usadas con cierta libertad, la del orador que recuerda en sentido aproximado lo que necesita para su argumentación.- 4) No copia los textos en sentido literal, salvo en aquellos casos de expresiones rítmicas o de carácter sentencioso.- 5) El autor griego del Apócrifo se sirve de la versión de los LXX para sus citas y alusiones tomadas del AT.- 6) El traductor latino hace su versión directa y personal del texto griego original, sin preocuparse de homologar sus citas con el texto oficial de la Vgt.

Los mismos resultados obtenemos analizando la cita sobre la fe como el grano de mostaza. Marcelo está excusándose ante Pedro de sus errores. Durante su alegato, trata de conmover a Pedro citando unas palabras de Jesús, pronunciadas precisamente delante de Pedro y de sus condiscípulos: “Si tuviereis fe como un grano de mostaza, decís a este monte: Trasládate, y enseguida se trasladará” (HchPe 10, 4). La primera parte de la cita, prótasis de la condición, se corresponde literalmente con el texto de la Vgt (y de la VL), tanto en Mt 17, 19 como en su paralelo de Lc 17, 6. Y ello, aun cuando en Mt la forma es de condicional eventual con subjuntivo, mientras que en Lc es condicional irreal con imperfecto de indicativo. El traductor difícilmente hubiera podido traducir de otra manera. Pero el uso de verbos distintos no deja de ser una opción estilística del traductor. El transfer te del Apócrifo es transi en Mt y eradicare en Lc. Por lo demás, el Apócrifo añade por su cuenta el adverbio continuo (enseguida).

De forma totalmente espontánea remata Marcelo su perorata diciendo: “Pues es fiel el omnipotente para perdonarme los pecados” (HchPe 10, 5). Como en el resto de las referencias tomadas del NT, no se menciona su origen. Pero el tenor del texto lo delata. Marcelo acaba de hacer una especie de confesión de sus errores. La primera carta del apóstol Juan (1 Jo 1, 9) recomienda precisamente confesar los pecados. Si lo hacemos, dice, “Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados”. El Apócrifo sustituye el nombre de Dios por uno de los apelativos exclusivos de la divinidad (el Omnipotente). Y Marcelo emplea en singular lo que la epístola proclama en sentido general.

Con las mismas características apuntadas líneas arriba, sin referencia y con amplia libertad, define Tomás a Jesús como “la plenitud (pléroma) de toda majestad” (HchTom 20, 6). Es una cita espontánea de Col 2, 9, donde se dice que “En él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente”. El Apócrifo sustituye “divinidad” por “majestad”.

Podíamos recoger referencias veladas a doctrinas bíblicas del NT. Así se recuerda que “aprendimos a amar a los enemigos y rogar por nuestros perseguidores” (HchTom 28, 12), o que “no sabemos devolver mal por mal” (ibid.). Pero vamos a terminar con la fórmula empleada por Pedro para resucitar al joven difunto, hijo de una viuda. El autor explicita en este caso que Pedro usó la palabra de Cristo diciendo: “A ti digo, joven, levántate y anda” (HchTom 27, 2). En efecto, en similares circunstancias pronunció Jesús esa fórmula. En la resurrección del hijo de la viuda de Naín: “Adolescente (neaníske), a ti digo, levántate” (Lc 7, 14). Con las mismas palabras resucitó a la hija de Jairo: Talithá, koúmi, que Marcos traduce diciendo: “Jovencita (korásion), a ti digo, levántate” (Mc 5, 41). El imperativo “anda” (ámbula) del Apócrifo aparece en el debate de Jesús con los fariseos sobre el perdón de los pecados (Mt 9, 5 paral.) y en la curación del ciego por los Apóstoles (Hch 3, 6).
Cariñosos saludos de Gonzalo del Cerro
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