¿Aporta algo esencial el Evangelio de Judas para modificar radicalmente la historia del cristianismo primitivo? Explicación del Evangelio de Judas (XIV)



Después de que hemos leído y aclarado en lo posible el contenido del Evangelio de Judas podemos obtener ciertas conclusiones y responder con nitidez: este “Evangelio” no nos proporciona ninguna doctrina gnóstica especial que no supiéramos antes, ni tampoco supone progreso alguno en nuestros conocimiento en ámbitos históricos. Somos capaces de entenderlo, explicarlo y comentarlo gracias a los textos que ya conocíamos de antemano. En contra de lo que se ha dicho y escrito, tampoco supone novedad radical alguna de modo que tengamos que modificar la historia de Jesús y la del cristianismo primitivo.

Por consiguiente no parece que sea éste un documento “impactante y novedoso”. No parece justificado el afán periodístico por afirmar que algunos teólogos de la Iglesia están dispuestos a reconsiderar la figura de Judas y mucho menos a plantearse ni siquiera que debamos modificar algunas perspectivas ya conseguidas por la investigación sobre el Jesús de la historia.

Como ha podido observar el paciente lector de este blog en las múltiples entregas de la miniserie, la rama del cristianismo sobre el que se basa toda la teología del escrito es notablemente mítica y fantasiosa. Si ya el cristianismo en general tiene en los fundamentos de su teología un fuerte componente mítico, como es reconocido incluso por muchos teólogos católicos (pronto podrá leerse el tratado de cristología, acomodada al mundo de hoy, de Roger Hight s.j., Jesus, Symbol of God, Orbis Books, Nueva York, 1999, que en unos meses aparecerá traducido en España por la Editorial Trotta. El autor, un teólogo jesuita, ensaya una nueva interpretación razonada de los dogmas cristianos que afectan a al cristología -es decir, la ciencia que trata de Jesús como Cristo- reduciéndolos a símbolos religiosos), la interpretación gnóstica del siglo II acentúa en grado superlativo esta especulación puramente mítica que da lugar a su figura de Jesús, el Revelador/Salvador celeste, equiparado con el Autoengendrado, que es la encarnación de Set, etc., y a la consecuente interpretación de la figura y “misión” de Judas.

¿Quién fue el autor del Evangelio de Judas? Lengua original y fecha de composición

No lo sabemos, y es probable que no lo lleguemos a saber nunca a ciencia cierta. De lo que se deduce del documento mismo podemos decir que es un cristiano gnóstico, de la rama setiana (en concreto un “barbelognóstico”), que está convencido de poseer ciertas claves para interpretar a Jesús y el papel de Judas dentro de su visión del cristianismo. Fue probablemente un maestro de la “secta”, que escribe un documento interno, relativamente cifrado y necesitado de aclaración, para uso de los iniciados en el setianismo.

El autor es posterior a la difusión y aceptación general en el mundo cristiano de los Evangelios canónicos, tanto los Sinópticos como el de Juan, y los acepta como sagrados, pero procede a interpretarlos según los cauces doctrinales de la más pura “ortodoxia” setiana.

Su ideología es tan parecida y su producto escrito se explica tan bien por comparación con otros documentos hallados en Nag Hammadi, que es seguro afirmar que pertenece al mismo ambiente ideológico que ha producido otros documentos de corte gnóstico recogidos en esta “biblioteca” (Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi, Editorial Trotta, Madrid, 3ª edic. 2007, tantas veces citada como BNH).

La lengua original del documento no es el copto, sino el griego. Lo sabemos por la construcción de las frases, por el uso continuo de palabras griegas dentro del texto traducido, y porque en los momentos en los que podemos sospechar que se genera la traducción en Egipto, no hay producción autónoma copta de textos gnósticos, sino que se traducen a la lengua del país de originales griegos que circulaban entre los miembros de la clase dominante.

No es posible conocer con exactitud la fecha de composición del original griego. Desde luego es anterior a Ireneo de Lyon (hacia el 180 d.C.), que lo conoce y lo cita.

De un modo global puede adscribirse al siglo II d.C. por el tenor de su teología y por comparación con otros documentos por el estilo. Como ciertamente presupone el conocimiento y utilización de los evangelios canónicos, hay que pensar en unos momentos en los que éstos se han difundido ya por Egipto, han ganado en prestigio y son considerados ya sagrados, de modo que pueden interpretarse alegóricamente. Conoce bien ya la tendencia más claramente antiJudas del Cuarto Evangelio (compuesto en torno a los años 95-100 d.C.) y se opone a ella con su interpretación benigna del personaje de Judas. Esto nos lleva hacia el segundo cuarto del siglo II —entre el 125 y el 150— momentos en los que la formación del canon de Escrituras sagradas cristianas va tomando forma.

Dentro del siglo I no puede situarse al autor demasiado tarde, porque Ireneo de Lyon señala que la rama gnóstica del autor, los cainitas, es uno de los antecedentes del valentinismo. Nuestro escrito supone un “cainismo” setiano bien constituido.

Por tanto, considerado todos estos elementos podemos situar grosso modo al desconocido autor del Evangelio de Judas hacia la mitad del siglo II.

La traducción al copto y su copia manuscrita

Otro asunto bien diferente es situar cronológica y espacialmente la versión al copto del presunto original griego.

Respecto a la versión en sí a la lengua de Egipto y al traductor tampoco podemos decir ninguna palabra segura. Es probable que se hiciera en el Alto Egipto a lo largo del siglo III. Como se dijo en los dos “posts” dedicados a la descripción del manuscrito, el análisis por medio del Carbono 14 nos da una fecha para la elaboración el soporte material del texto, el papiro, entre el 280 y el 340 d.C. Estos años coinciden con los que los que los estudiosos adscriben a los trece libros que componen la Biblioteca de Nag Hammadi y sitúan a nuestra obra en este ámbito.

El estudio codicológico de la mano o manos del escriba de nuestro texto nos indica también que, aunque no sea la misma, sí es extraordinariamente parecida a la de los amanuenses que trabajaron en el scriptorium que produjo los textos de Nag Hammadi. Además, el modo de encuadernación del codex en el que apareció el Evangelio de Judas es también muy parecido al que ya conocíamos por la mencionada Biblioteca. Por tanto nos atreveríamos a afirmar que la copia manual de la traducción y la encuadernación proceden del mismo scriptorium que sacó a la luz los textos de Nag Hammadi a principios del siglo IV d.C.

A esta suposición ayuda el que los otros tres tratados copiados en el mismo códice, como indicamos al principio, se han encontrado en otros textos o tratados, con el mismo tipo de traducción, de letra y encuadernación encontrados en Nag Hammadi.

Seguiremos con estas conclusiones. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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