¿Cómo se imagina el pueblo cristiano la figura del Diablo?


Con este "post" finalizamos esta serie sobre el Diablo

Si se considera lo que hemos expuesto hasta el momento, debemos confesar que en el Nuevo Testamento la imagen del Diablo, de sus actuaciones y propiedades se halla llena de ambigüedades. No queda claro cuál es su origen, por qué se dividen en diversas clases, dónde se hallan sus moradas, cuál será exactamente su final.

También dista de quedar claro quién es el Anticristo, esa figura que según el Apocalipsis de Juan ayuda al Diablo en su batalla final contra Jesús. ¿Es una persona humana o un ente superior? ¿Qué representan exactamente el dragón y la bestia (Apocalipsis 11 19) que lo acompañan? ¿No es el dragón precisamente la imagen del Diablo?

Todas estas ambigüedades se explican de hecho, desde el punto de vista científico de la Historia de las religiones y de la tradición, porque en el Nuevo Testamento tanto las concepciones del Diablo como las de sus ayudantes son una confusa mezcla de diversas tradiciones tomadas 1. del antiguo folclore cananeo judaizado; 2. de la apocalíptica judía, 3. del Libro de Daniel, con su imagen del rey tiránico que impera en los últimos días de la historia y del efecto que sobre los judíos habían hecho perversas figuras históricas, como Nerón y Calígula, como encarnaciones del poder diabólico.

Pero, a pesar de las contradicciones que podamos percibir, en el Apocalipsis o en otros libros del Nuevo Testamento, este cuerpo de escritos fija de un modo decisivo la imagen que del Diablo tiene el mundo occidental. Sus rasgos pueden resumirse muy sintéticamente así:

1. Es la personificación del mal; es el jefe de cualquier tipo de mal espíritu, ángel caído o demonio.
2. Es el causante último de ciertas enfermedades y daños físicos que sufren los hombres.
3. Él es el que prueba, tienta e incita al pecado.
4. Él acusa ante Dios a los hombres, y finalmente los castiga en el infierno con toda clase de crueles tormento.
5. Estos demonios son "espirituales", evdentemente. Son invisibles, vuelan, actúan con poderes superiores a los de la mera materia, etc. Pero no en sentido moderno del término "espiritual" (ajeno absolutamente a la materia). Su "espíritu" parece ser una materia muy fina y sutil, pues pueden tener sexo con los mortlaes. Cayeron en ese estado de "ángelse caídos" por culpa precisamente del deseo sexual desordenado. Ls relaciones de estos demonios con mujeres hermosas son moneda corriente en el cristianismo psoterior al Nuevo Testamento, como se ve con toda claridad en muchas historias narradas en los Hechos apócrifos de los apóstoles.

Esta es la concepción teórico-teológica de fondo. Pero ¿cómo se imagina el pueblo cristiano la figura visible del Diablo en las ocasiones en las que se presenta ante los mortales? ¿Ha influido en ella estrictamente lo que se dice en el Nuevo Testamento? En realidad en este conjunto de escritos no aparece ninguna descripción del Diablo, sino ciertos rasgos de su posible imagen. A veces, el Príncipe del Mal es asociado con animales salvajes, el león y la serpiente por ejemplo (1 Pedro 5,8 y Apocalipsis 12); pero esta asociación no es insistente. En el Nuevo Testamento los demonios tienen relación también con las langostas, escorpiones, leopardos, leones y osos. Pero en realidad toda esta iconografía ha influido poco en la imagen del Demonio en el pueblo cristiano.

Pero sí han influido otros rasgos: aunque el Diablo no aparece nunca pintado con diez cuernos y siete cabezas, tal como tiene la Bestia en Apocalipsis 13,1, sí con dos cuernos y rabo como el Dragón del Apocalipsis 13,11. El olor a azufre, característico en las apariciones del Diablo, puede deberse, sin duda, a una reminiscencia al "lago de fuego que arde con azufre” (Apocalipsis 19,20), el lugar donde es arrojado el Diablo durante el reino mesiánico de los mil años entre el primer combate escatológico y la derrota definitiva del Diablo en el segundo y definitivo combate entre el Cordero y Satán.

Las alas, asociados con el Diablo en la tradición posterior, no aparecen en el Nuevo Testamento. Tampoco estrictamente su color negro y la oscuridad y la tiniebla que rodea a Satanás. Pero como el conflicto entre la luz y las tinieblas ocupa un puesto tan central en la teología del Nuevo Testamento, era muy fácil asociar a Satanás con la oscuridad y denominarlo el "Señor de las tinieblas".

Otras capacidades, como la de metamorfosearse en lo que desee -incluida la imagen de una bellísima doncella- aparece implícitamente en el Nuevo Testamento "El diablo se metamorfosea en un ángel de luz: 2 Corintios 11,14 y continúa entre los cristianos posteriores, como lo testifican dos obras de la antigüedad tardía: Los dichos de los Padres (de autor anónimo) y el Prado espiritual, de Juan Mosco. Aquí aparece el diablo metamorfoseándose en todo lo que quiere (bella joven, un sarraceno, monje, diversos animales, etc.) con tal de lograr sus propósitos de seducción.



Como conclusión de toda la serie sinteticemos brevemente los puntos principales que se destacan de nuestro recorrido por la historia de las religiones en estos post:

1 Al examinar la figura del Diablo y sus orígenes hemos podido ver cómo las nociones sobre los espíritus malignos las reciben los hebreos a partir de muy diversas religiosidades: cananea, babilónica, persa y griega, a las que añaden sus propias ideas.

2 Hemos tenido ocasión de examinar también cómo las concepciones sobre los demonios y diablos son bastante complejas en un principio: hay diversas clases de espíritus malignos y diversos jefes que no tienen que ver entre sí; Satán y los satanes originariamente no eran demonios, y su función era neutra, más bien al servicio de los planes de castigo de la divinidad.

3. Hemos podido comprobar cómo estas concepciones sobre los espíritus malignos se van fundiendo entre sí y simplificando hasta llegar a los orígenes inmediatos de las creencias cristianas de hoy en la figura del Diablo en el judaísmo de los siglos inmediatamente anteriores al comienzo de nuestra era.

4. Aun conservando ciertos rasgos antiguos hemos visto que para los escritos fundacionales del movimiento cristiano, el Nuevo Testamento, ya hay un solo Satán, Diablo o Demonio, y un único ejército de espíritus malvados. Satán concentra en sí toda la oposición a Dios, por lo que aparece implícitamente como el Principio del Mal. Todo el que no sigue a Dios se halla bajo su dominio. Aunque el judaísmo y los cristianos no siguen totalmente el esquema dualista propio de la religión irania, el Diablo acaba pareciéndose muchísimo a Ahrimán, el Espíritu iranio del Mal.

5. La religión del Nuevo Testamento concede a Satán un enorme poder porque así descarga a Dios de las quejas de los mortales por la existencia del mal. Con un dualismo mitigado, manteniendo siempre, ciertamente, el dominio todopoderoso de la divinidad suprema, el cristianismo atribuye a ese poder secundario, pero fortísimo, Satanás, el viejo Diablo, la enfermedad, la muerte, las catástrofes naturales, las malas inclinaciones y tentaciones.

6. El Diablo no es una figura decorativa para el Nuevo Testamento y los cristianos. Su existencia no es simbólica, sino totalmente real, y sin ella no tendría sentido gran parte de la teología. El problema real consiste en que a pesar de atribuir al Diablo tan inmensos poderes, lo hace una criatura dependiente de Dios en último término. El mal procede, pues, de Dios mismo. El problema es irresoluble.

7. A pesar de haber contribuido enormemente a la fijación de la figura del Diablo en Occidente, el Nuevo Testamento no hace apenas ninguna aportación a las nociones que lo configuran. Al estudiar los escritos judíos apocalípticos procedentes de los siglos inmediatamente anteriores a la era cristiana encontramos ya todos sus rasgos. Un examen detenido de la Vida de Adán y Eva -que hemos mencionado repetidas veces- comparándola con el conjunto de escritos cristianos primitivos arroja muy pocas, o casi ninguna diferencia.

Lo que sí es mérito del Nuevo Testamento es haber transmitido esa imagen casi inmutable a generaciones posteriores hasta hoy. En el mundo cristiano desde hace veinte siglos las creencias sobre el demonio han cambiado muy poco.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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