No diez Mandamientos sino once; no un “Decálogo”, sino dos


Hoy escribe Antonio Piñero:

La expresión "decálogo" o "diez palabras" (griego déka = “diez”; griego lógos/ hebreo, dabar = palabra /mandato; "palabra" y "orden" son dos significados de un mismo vocablo en hebreo) proviene de Deuteronomio 10,4:

Él escribió en las tablas lo mismo que había escrito antes, las diez Palabras que Yahvé había dicho en el monte, de en medio del fuego, el día de la Asamblea. Y Yahvé me las entregó.


La dificultad que suscita la lectura del capítulo 34 del Éxodo, que transcribimos en el post de ayer, se aclara un tanto cuando se piensa que en realidad lo que la tradición nos ha transmitido no es un “decálogo”, sino dos. Hubo uno, ritual, que prescribía la observancia de ritos y fiestas, y que más que “decálogo debemos denominar “lista de preceptos rituales”; y otro, ético -el que llamamos propiamente los "Diez Mandamientos"- que se fija sobre todo en la conducta moral del hombre con sus semejantes y con Dios.

Pero lo que más llama la atención si leemos atentamente las dos versiones del Decálogo propiamente tal (vamos a prescindir en estos sencillos comentarios del decálogo ritual de Éxodo 34) conservadas por la Biblia, es que en realidad los mandamientos son once, no diez.

He aquí la versión de Éxodo 20,2-17:

Yo soy Yahvé tu Dios
que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de esclavitud

1. No tendrás otros dioses frente a mí

2. No te fabricarás escultura ni imagen ninguna
de lo que existe en los cielos por arriba
o de lo que existe en la tierra por abajo,
o de lo que hay en las aguas bajo la tierra.
No te postrarás ante ellas ni las servirás;
pues yo Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso,
que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos
hasta la tercera y la cuarta generación de aquellos que me odian;
y, en cambio, uso de misericordia hasta la milésima
con quienes me aman y guardan mis mandamientos.

3. No profieras en vano el nombre de Yahvé, tu Dios;
porque Yahvé no juzgará inocente a quien profiera su nombre en vano.

4. Recuerda el día del sábado para santificarlo.
Seis días trabajarás y harás toda tu faena;
mas el séptimo día es sábado (=descanso) en honor de Yahvé;
no harás ninguna faena ni tú,
ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada,
ni tu ganado,
ni tu huésped que está dentro de tus puertas;
porque en seis días hizo Yahvé los cielos y la tierra,
el mar y todo cuanto hay en ellos,
pero en el séptimo día descansó.
Por eso bendijo Yahvé el día de sábado y lo santificó.

5. Honra a tu padre y a tu madre
para que se prolonguen tus días
sobre el suelo que Yahvé, tu Dios, te da.

6. No matarás.

7. No adulterarás.

8. No hurtarás.

9. No depondrás contra tu prójimo testimonio falso.

10. No codiciarás la casa de tu prójimo.

11. No codiciarás su mujer,
ni su siervo, ni su criada, ni su toro, ni su asno, ni nada de lo que a tu prójimo pertenece."


Obsérvese que hay uno más: cinco al principio, en general más largos (no adorar a otros dioses; no fabricarse imágenes de la divinidad; no emplear el nombre de Dios en vano; observar el sábado; honrar padre y madre) y otros seis finales, generalmente más breves (no matar; no cometer adulterio; no robar; no proferir falso testimonio; no desear la mujer [o la casa] del prójimo; no apetecer los bienes ajenos). En total once.

He aquí la versión del Deuteronomio 5,6-21, en donde señalamos en cursiva las variaciones más importantes:


Yo soy Yahvé tu Dios
que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de esclavitud

1. No tendrás otros dioses frente a mí

2. No te fabricarás escultura, imagen ninguna
de lo que existe en los cielos por arriba
o de lo que existe en la tierra por abajo,
o de lo que hay en las aguas bajo la tierra.
No te postrarás ante ellas ni las servirás;
pues yo Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso,
que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos
hasta la tercera y la cuarta generación de aquellos que me odian;
y, en cambio, uso de misericordia hasta la milésima
con quienes me aman y guardan mis mandamientos.

3. No profieras en vano el nombre de Yahvé, tu Dios;
porque Yahvé no juzgará inocente a quien profiera su nombre en vano.

4. Guardarás el día del sábado para santificarlo,
como Yahvé tu Dios te ha mandado.
Seis días trabajarás y harás toda tu faena;
mas el séptimo día es sábado (= descanso) en honor de Yahvé;
no harás ninguna faena ni tú,
ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada,
ni tu toro, ni tu asno, ni tu ganado,
ni tu huésped que está dentro de tus puertas;
a fin de que descansen, y como tú tu esclavo y tu sierva
Y te acordarás de que fuiste esclavo en el país de Egipto
y Yahvé, tu Dios, te sacó de allí con mano fuerte y brazo tendido.
Por eso Yahvé, tu Dios, te ha mandado guardar el sábado
.

5. Honra a tu padre y a tu madre
como Yahvé, tu Dios, te ha mandado
para que se prolonguen tus días
y te vaya bien
sobre el suelo que Yahvé, tu Dios, te da.

6. No matarás.

7. No adulterarás.

8. No hurtarás.

9. No depondrás contra tu prójimo testimonio falso.

10. No codiciarás la mujer de tu prójimo.

11. No codiciarás su casa
ni su siervo, ni su criada, ni su toro, ni su asno, ni nada de lo que a tu prójimo pertenece."


En realidad, los once mandatos se han reducido a diez porque ya desde antiguo dos de ellos se comprimían artificialmente en uno. Si se sigue la versión del Deuteronomio, y se distingue netamente entre desear la mujer ajena y la codicia hacia los bienes del prójimo -haciendo de los dos mandamientos distintos- hay que unir en un solo precepto la prohibición del culto a los dioses y a los ídolos (versículos 7 y 8). En este caso, observar el sábado sería el tercer mandamiento.

Pero si se mantiene la tradición del libro del Éxodo, que considera a la mujer como uno de los bienes, entre otros, de la casa del varón (ver. 17), se puede conservar la distinción -como dos preceptos diversos- entre culto a otros dioses y veneración a los ídolos. En este caso la observancia del sábado sería el cuarto mandamiento. La primera manera de contar es la de la Iglesia católica y en general de los protestantes (particularmente los luteranos) que siguen el uso de Clemente de Alejandría y de Agustín de Hipona. La segunda es la práctica de la Iglesia griega y la de los judíos (recogida en su corpus jurídico, el Talmud).

Los esfuerzos para lograr el número diez, todos posteriores a los textos primitivos, tienen como consecuencia la eliminación del Decálogo resumido de un precepto importantísimo en la vida del Israel antiguo: la prohibición de fabricar imágenes de la divinidad. Por ejemplo: los judíos de la época de Jesús llevaban tan a pecho esta prohibición que muchos disturbios populares y pequeñas revoluciones de la época se produjeron cuando los gobernantes querían introducir imágenes en Jerusalén. Nos cuenta el historiador Flavio Josefo que a Herodes el Grande casi le cuesta la vida permitir que circularan por la ciudad santa trofeos de la palestra con imágenes humanas. Por este motivo diez ciudadanos piadosos se conjuraron para acribillar al monarca con sus dagas a la entrada del teatro (Antigüedades de los judíos XV 8,2).

Otro caso: es muy conocido que -si no le sorprende la muerte antes- el emperador Calígula hubiera provocado una rebelión de grandes consecuencias en Israel con su pretensión de que una estatua suya fuera introducida y adorada en el Templo de Jerusalén.

Otro: Poncio Pilato provocó a sus odiados súbditos judíos, a los que gobernaba eficaz pero en ocasiones tiránicamente, cuando introdujo con desvergüenza en Jerusalén portaban los estandartes de las legiones romanas, que tenían naturalmente imágenes.

Teniendo en cuenta estos casos, que muestran cuán vivo estaba en el pueblo el precepto de no fabricar imágenes, parece que la solución judía y de la Iglesia ortodoxa griega, que mantiene como distinto este mandamiento, se atiene mejor a lo que pudieron ser los orígenes de estas listas.

Seguiremos. Saludos cordiales, Antonio Piñero.
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