Juan y Jesús: Extrayendo conclusiones del análisis

Hoy escribe Fernando Bermejo

Tras haber dedicado muchos meses de entradas en este blog a las relaciones entre Juan el Bautista y Jesús de Nazaret, nos parece llegado el momento de extraer algunas conclusiones, que creemos vienen impuestas por el material y que podrían ser útiles para los lectores.

1ª) El análisis de las fuentes disponibles demuestra que existe una enorme cantidad de paralelismos entre estos dos predicadores palestinos de la primera mitad del s. I e.c., y muestran la poderosa influencia de Juan el Bautista en Jesús. Estos paralelismos no se dan únicamente en el ámbito del mensaje religioso, sino también en los de la personalidad, el modus vivendi de estos sujetos y su destino.

2ª) Estos paralelismos son tanto más elocuentes, habida cuenta de a) las exiguas fuentes de que disponemos; b) el hecho incontrovertible de que las principales de esas fuentes (los evangelios canónicos) están claramente no interesadas en señalar las coincidencias, sino las desemejanzas entre Juan y Jesús y poner de relieve la superioridad de éste.

3ª) La existencia de estos paralelismos es consistente con los pasajes en que Jesús se declara sobre Juan. Aquellos que tienen más posibilidades de remontarse a Jesús (v. gr. Mt 11, 7b-9.11a, con paralelo en Lc 7, 24-28; Mt 11, 16-19, par. Lc 7, 31-35; Mt 21, 23-32, par. Lc 7, 29-30) manifiestan la entusiasta admiración que Juan despertó en Jesús, y permiten concluir que éste consideró a aquél sea como una figura totalmente especial, sea como un colaborador en el anuncio del mensaje divino al mismo nivel de Jesús.

4ª) Existen varias diferencias entre Juan y Jesús (v. gr. la taumaturgia atribuida a Jesús pero no a Juan), algunas de las cuales hemos mencionado y en las cuales la exégesis al uso ha puesto y seguirá poniendo el mayor énfasis. Sin embargo, estas diferencias no pueden ni deben suprimir u ocultar las semejanzas, pues éstas son más numerosas y más fundamentales. Por lo demás, como hemos argumentado, varias de las supuestas diferencias entre Juan y Jesús muestran carecer de base ante un examen detenido.

5ª) Sin embargo, los procedimientos habituales de la exégesis –incluso de la aparentemente más erudita y cuidadosa, como v. gr. la del católico Meier o la del anglicano J. D. G. Dunn– consisten en silenciar o minimizar los paralelismos existentes entre Juan y Jesús, y en magnificar las diferencias –cuando no en inventarlas–, hablando de la relación entre Juan y Jesús en términos de “contraste”, “diferencia radical”, “abismo” o “ruptura definitiva” (para una demostración de este aserto, remito al lector interesado a los análisis contenidos en el artículo de D. C. Allison sobre Juan y Jesús en el Journal for the Study of the Historical Jesus y a mi artículo “Historiografía, exégesis e ideología. La ficción contemporánea de las “tres búsquedas” del Jesús histórico (II)”, Revista Catalana de Teología 2006, donde se muestran inconsistencias y contradicciones en la obra de numerosos exegetas).

6º) Tal procedimiento de la exégesis mayoritaria no es el resultado de una investigación histórica rigurosa, sino de las necesidades religiosas y los prejuicios teológicos de sus autores. En efecto, cuando el conocimiento de una magnitud histórica es problemático (y el de Jesús ciertamente lo es), lo primero que hay que analizar son aquellos factores que la hacen comprensible, y en primer lugar aquellos que la mancomunan con otras magnitudes históricas contemporáneas (para, por supuesto, en un segundo momento establecer lo que constituye su especificidad). El hecho de que, sistemáticamente, esto no se haga en las obras pretendidamente científicas sobre Jesús es muy elocuente.

7ª) La existencia de los paralelismos señalados respalda la idea de que la supuesta unicidad de Jesús como un sujeto absolutamente incomparable en el mundo religioso de su tiempo es, desde el punto de vista estrictamente histórico, un puro y simple cuento de hadas. En su momento expondremos en qué medida este cuento es moralmente perverso, pero por el momento baste decir que carece de toda verosimilitud. Jesús de Nazaret parece haber poseído ciertamente una peculiaridad en el seno del judaísmo, pero no en un sentido diferente a como v. gr. Juan el Bautista, Filón de Alejandría o Honi el trazador de círculos poseen una peculiaridad en el seno del judaísmo del s. I e.c.

Por supuesto, Jesús de Nazaret posee un valor inconmensurable en el imaginario de los creyentes, pero esto –una creencia perfectamente comprensible y respetable– depende únicamente de la fe religiosa y sus necesidades: intentar justificar este valor apoyándose en la exégesis “científica” y la historia –algo que cotidianamente realizan legiones de exegetas y teólogos– sólo es posible en virtud de una (crasa o sutil) mistificación de los datos. Y uno de los dramas que la verdad padece es que, según todos los indicios, esta mistificación nunca dejará de producirse. Es un deber intelectual denunciar tales mistificaciones, aunque uno sepa que su denuncia acostumbra a ser inútil.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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