¿Existió el ateísmo en la Antigüedad? (I)

Hoy escribe Antonio Piñero:

En clases sobre cristianismo primitivo en la Facultad me han formulado alguna que otra vez esta pregunta. He pensado que quizá las breves notas que escribí sobre el tema y que expuse alguna vez a mis alumnos puedan ser de interés o curiosidad para los lectores de este blog. Quiero precisar que entiendo por “Antigüedad” particularmente la grecorromana y la israelita, pues son las que afectan más directamente a la cuestión cuando se habla del entorno del nacimiento del cristianismo.

Usualmente, en la Historia de la Filosofía, es casi un axioma la afirmación de que no existe el ateísmo en la Antigüedad. Si consultamos los índices de grandes tratados clásicos de la historia de la filosofía antigua, como los de Zeller, Guthrie, Gomperz, Mondolfo, Chevalier, etc., observaremos cómo el lema "ateísmo" brilla por su total ausencia. Igual sucede si se hojean los artículos correspondientes de las grandes enciclopedias de Filosofía o de Religión.

Parece cierto que en el mundo judío antiguo, a juzgar al menos por la literatura conservada, tanto canónica como pseudoepígrafa, no se dio el ateísmo tal como lo entendemos hoy. Los argumentos más importantes que han conducido a lo largo de la historia, sobre todo en la época moderna, a la negación de la existencia de Dios, como el mal en el mundo y consecuentemente la ausencia de justicia, etc., fueron sentidos vivamente por algunos de los autores de la Biblia, en especial por los del Libro de Job y el Qohelet o Eclesiastés. Pero a ninguno de los dos se les pasó por la cabeza declararse ateos, sino todo lo contrario. En el resto de la literatura judía conservada no parece haber rastros de ateísmo o al menos agnosticismo.

El radical escepticismo del Qohelet, su falta de convicción en la inmortalidad del alma o en el otro mundo, su increencia en premios y castigos en el más allá no le llevaron nunca a renegar de su profunda creencia en Yahvé y en los misterios de su comportamiento divino.

Sin embargo, pienso que a pesar de tanta unanimidad en los tratadistas, podríamos afirmar con alguna seguridad que sí existió un cierto ateísmo en la antigüedad, y que es rastreable, aunque los rasgos de tal ateísmo no se correspondan con exactitud con los que desde la época moderna puede tener este concepto. Quizá algún lector pueda objetar que tales rasgos -que expondremos en lo que sigue y otros "posts"- se pueden subsumir en el más general y consabido de “crítica a la religión” o en agnosticismo en general, y no podría negarlo.

Un autor como F. Mauthner, que dedicó cinco gruesos volúmenes a su “Historia del ateísmo”, escribe: "El ateísmo griego no es nuestro ateísmo, de modo que tengo el derecho de escribir mi historia de esta teoría a partir de la época cristiana, y en concreto desde el medioevo". Pero Mauthner reconoce, al menos, que hubo un cierto ateísmo en época greco-romana, aunque de signo un tanto diverso al de hoy. E igualmente piensa así G. Drachmann, puesto que escribió un tratado sobre “El ateísmo en la Antigüedad”.

De esto se deduce a priori que probablemente lo que debemos hacer es matizar la definición de “ateísmo”, o considerarlo como un concepto un tanto laxo, y teniendo en cuenta el espíritu de aquellos tiempos y buscar los gérmenes y rastros del ateísmo antiguo en la lucha contra las dioses de la ciudad y en la conformación de determinadas concepciones filosóficas del universo y del hombre que excluían de hecho la existencia de los dioses, aunque, a veces, como fue el caso de Empédocles y su física totalmente materialista que diviniza sólo el azar, nunca lo afirmara expresamente, al menos en lo que de él queda. El ateísmo antiguo sería, pues, no un ateísmo dogmático, sino la perfecta indiferencia respecto a la cuestión de la realidad ontológica de los llamados dioses por el vulgo.

Otra observación importante a tener en cuenta es que en el mundo griego y romano, el ateísmo era un tema estrictamente privado, y, en contra de lo que pasaría luego en la cristiandad, su formulación teórica privada no preocupaba para nada a los poderes públicos presuntamente aliados con la religión. Si a alguien se le llamaba "ateo", se constataba una realidad filosófica privada, no se formulaba un juicio de valor peyorativo.

"Ateo", sin embargo, desde el punto de vista social y político, era en la Antigüedad que consideramos aquel que de algún modo hacía temblar la constitución de la sociedad, pues perturbaba la paz pública al no reconocer los dioses que honraba la ciudad o el estado. Así se explica que tanto Sócrates como los cristianos pudieran ser perseguidos ferozmente, acusados de "ateísmo", a la vez que, en el ámbito de lo privado, existiera de hecho una inmensa libertad de pensamiento, lo que era norma casi general en el mundo antiguo.

En realidad no llegan a una docena los procesos por ateísmo conservados en nuestras fuentes de aquellas épocas. Por poner un ejemplo de la rancia Roma: en el terrible ambiente de angustia política tras el asesinato de Julio César, Cicerón se atreve a escribir un libro Sobre la naturaleza de los dioses, con ideas que no son precisamente las del vulgo. Cualquier lector avisado sabía, sin embargo, que a pesar de la atmósfera enrarecida, el autor no iba a sufrir persecución alguna... por declararse indirectamente "ateo", pues su opinión era considerada privada.

De acuerdo, pues, con la idea de que pueden rastrearse gérmenes de ateísmo en la antigüedad, voy a intentar en los posts que siguen ofrecerles una brevísima, rápida y por tanto superficial muestra del ateísmo en la época antigua tal como, creo, puede dibujarse.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Volver arriba