Autoconciencia mesiánica de Jesús (II)

Hoy escribe Antonio Piñero

Lo importante de esta procedencia del grupo de Jesús respecto al del Bautista radica en caer en la cuenta de que el movimiento de Juan -y consecuentemente el de Jesús- tenía caracteres mesiánicos, y que como tal fue percibido por los discípulos de ambos líderes y por el pueblo en general. Recordemos un testimonio fundamental de Flavio Josefo que nos indica el peligro que para los gobernantes del Israel del momento suponía la actividad, vista como mesiánica, del Bautista:

Herodes (Antipas) hizo matar al Bautista a pesar de ser un hombre justo que predicaba la práctica de la virtud, incitando a vivir con justicia mutua y con piedad hacia Dios, para así poder recibir el bautismo... Hombres de todos lados se habían reunido con él, pues se entusiasmaban al oírlo hablar. Sin embargo, Herodes, temeroso de que su gran autoridad indujera a los súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro, antes de que surgiera alguna novedad, quitarlo de en medio. De lo contrario quizá tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conspiración. Es así como por estas sospechas de Herodes fue Juan encarcelado y enviado a la fortaleza de Maqueronte, y allí fue muerto (Antigüedades de los judíos XVIII 116-119).


El texto parece bastante claro: un gobernante como Herodes Antipas no podía permitir que un predicador que suscitaba ideas mesiánicas (juicio; implantación del reino de Dios, es decir una sociedad nueva donde los herodianos tenían poco o ningún lugar, etc.) le estorbara en su camino. En ese juicio divino Antipas iba ser condenado (si aceptamos un fondo histórico en las críticas del Bautista a su matrimonio con Herodías: Mc 6,18s). En el futuro Reino divino tras el juicio sólo cabrían los judíos piadosos, por tanto los herodianos y otros… quedaban excluidos, etc.

Lo dicho sobre el Bautista debe aplicarse también a Jesús en cuanto discípulo y seguidor en principio de las doctrinas de aquél. El marco ideológico del Bautista es el mismo que el de Jesús al principio de su ministerio público. Esta afirmación es simple, pero fundamental.

Es verosímil suponer que Jesús iba evolucionando y depurando su ideario espiritual en los meses (?) que estuvo como discípulo de Juan. Por eso -al tener el discípulo una personalidad religiosa muy fuerte- debió de llegar un momento en el que el grupo en torno al Bautista se quebró y escindió por obra de Jesús y del conjunto de gente, discípulos también de Juan, con los que Jesús debía de sentirse más unido (por ejemplo, unos cuantos en torno a Simón Pedro). Así pues, pasado un tiempo, el Nazareno formó su grupo propio.

El motivo de la escisión no parece expresado en ninguna parte en los Evangelios, pero debemos sospechar que se debió a exigencias religiosas más radicales, o con un sesgo diferente, por parte de Jesús de Nazaret, que le llevaron a no estar del todo satisfecho con la predicación de su maestro Juan.

Probablemente, tras una experiencia de retiro en el desierto (éste parece ser el sentido del relato de la "tentaciones" de Jesús: cap. 4 de Mateo y paralelos que son textos que ningún exegeta considera como estrictamente históricos), Jesús debió de sentir que había recaído sobre él una llamada más específica de Dios que le impelía a dar todo en su vida por el Reino de Dios y a predicar con más intensidad y exigencia aún su inmediata venida a la tierra de Israel. Un grupo de hombres de análogo talante espiritual se congregó pronto en torno suyo.

Es cosa bien sabida que la proclamación de esa inminente, pero futura llegada del Reino es el núcleo de la predicación de Jesús, puesto que goza de una “atestiguación múltiple” tanto en fuentes más o menos independientes, como en toda suerte de géneros literarios: desde “Q” hasta el Evangelio de Tomás y en diversos géneros literarios como parábolas, diálogos didácticos, bienaventuranzas, etc.

El Nazareno debió de sentirse durante toda su vida, como mínimo, el intermediario privilegiado por parte de Dios para anunciar y acelerar la venida del reinado divino. Este hecho clasifica ya a Jesús al menos como “agente mesiánico”, si es que la palabra mesías es en esos momentos, al comienzo de su vida pública, muy fuerte para expresar la autoconciencia de Jesús.

En este ámbito de proclamación de un mensaje divino se entiende bien que Jesús pudiera sentirse también un “profeta”, más o menos igual que los personajes análogos de las Escrituras sagradas que anunciaban los recados divinos, el cumplimiento de las promesas de la Alianza, o el castigo si el pueblo no cumplía con las exigencias de Dios.

Es sabido también, suponemos, que el “mesianismo” en Israel -en especial en su floreciente desarrollo en los dos siglos anteriores a Jesús— anuncia un reinado de Dios en la tierra no meramente espiritual, o sólo en el interior del hombre o en un mundo exclusivamente futuro y ultramundano. Es bueno recordar en este momento que el “reino de Dios” que el Jesús de la historia predicaba era la instauración expresa de la Alianza con Yahvé con todas sus consecuencias, una dominación de la divinidad no en los cielos, que ya existía, sino acá abajo, en concreto en la tierra del Israel de su tiempo. En este caso sí que es necesarísimo separar los dichos sobre el Reino que pertenecen al Jesús histórico de lo que son reflexiones y sentencias, muchas puestas en boca de Jesús, que se elaboraron después de la muerte del Maestro.

Leídos, pues, críticamente los Evangelios, parece bastante claro que el Reino de Dios anunciado por Jesús tiene también claras connotaciones materiales. Se ha dicho ya mil veces, sobre todo desde la obra fundamental de Johannes Weiss La predicación de Jesús sobre el Reino de Dios de 1892, pero debo recordarlo una vez más porque parece que aún no ha calado suficientemente la idea en el pueblo cristiano de hoy día. Que este “reinado de Dios tiene un aspecto muy material

• Se deduce de las Bienaventuranzas auténticas que proclaman a los pobres que serán saciados y consolados;

• Se deduce de la simbología de las comidas comunes que celebraba Jesús con sus discípulos como prenda del banquete mesiánico en el reino de Dios ya instituido;

• Se deduce del concepto mismo de “festín mesiánico” que es para Jesús una de las mejores representaciones del reinado futuro: “Os digo que muchos vendrán de Oriente y Occidente para sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob” (Mt 8,11).

• Se deduce de que en el discurso de Jesús a sus discípulos, en la víspera del advenimiento del Reino, recogido en Lc 12,22-33, el Maestro exhorta a no preocuparse por lo que se ha de comer o vestir, ya que Dios mismo se ocupará de ello como hace con los pájaros del cielo o las flores del campo, satisfaciendo las pertinentes necesidades.

• Se deduce de ciertas sentencias en torno al seguimiento a Jesús: si el que sigue la proclama del Maestro no ha de preocuparse por lo material, mucho menos tendrá que hacerlo en la realización del reino divino en cuanto tal, pues “allí comeréis y beberéis a mi mesa, en mi Reino” (Lc 22,30). Esta sentencia no debe entenderse simbólicamente.

• Se deduce también del premio a los fieles que promete el Nazareno en el reino mesiánico (Mc 10,30 y paralelos): recibir el céntuplo de lo que por disponerse a la venida del Reino se ha abandonado: “Comenzó Pedro a decirle: ‘He aquí que nosotros te hemos dejado todo y te hemos seguido’. Jesús le dijo: ‘No hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos y tierras por la buena noticia del Reino que no reciba el céntuplo en el eón venidero”, es decir en el reino mesiánico por venir a la tierra de Israel.

De lo que acabamos de escribir debería resultar claro que la proclamación de Jesús sobre un reino/reinado de Dios en Israel lo sitúa al menos como agente mesiánico en la misma línea que los profetas del Antiguo Testamento habían anunciado. También debe quedar claro que este Reino, en sustancia, no se diferencia gran cosa en los rasgos esenciales de lo que otros agentes mesiánicos de la época, que los hubo y en buen número como se deduce de la lectura de Flavio Josefo (Libro XVIII de las Antigüedades y Libro II de la Guerra judía) proclamaban.

Sobre este tema hay una bibliografía inmensa. Señalo algunas obras muy accesibles en español: Emil Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, Cristiandad, Madrid, 1985, desde la p. 429 en adelante; y más breve y conciso en José Montserrat, El galileo armado, Edaf, Madrid, 2007, características de la “La resistencia contra el dominio de Roma” (pp. 101-106) y A. Piñero, Año 1. Israel y su mundo cuando nació Jesús, Ediciones del Laberinto, Madrid, 2007, cap. V: “Brotes de mesianismo”, y cap. XVII: “El cumplimiento de las promesas divinas: liberación y salvación de Israel”).

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero
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