Cambios en la religión judía al contacto con el helenismo (II)

Hoy escribe Antonio Piñero

Por nuestro imaginario cultural nos cuesta pensar que una fe revelada como la judía haya sufrido importantes mutaciones a lo largo de la historia. Sin embargo es así, como afirmamos en el post anterior. Para comprobarlo basta con leer seguidos dos pasajes bíblicos que muestran ideas radicalmente opuestas respecto a algo tan básico en una religión como las concepciones de la vida futura. Son textos que distan entre unos 200 años.

El primero es del Eclesiastés:

Y yo, por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para el hombre bajo el sol, si no es comer, beber y divertirse” (8,15). “¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el hálito de vida de la bestia des¬ciende hacia abajo, a la tierra? Veo que no hay para el hombre otra cosa que gozarse en sus obras, pues esa es su paga. Pues, ¿quién lo guiará a contemplar lo que ha de suceder después de él? (3,21-22).


Como puede observarse, estas líneas respiran un notable pesimismo. El autor, de hacia principios del s. III a. C., un judío piadoso sin duda, está totalmente convencido de que la vida del ser hu¬mano se acaba aquí, en la tierra, que no existe el más allá, que no hay alma distinta a la del hálito vital, y que éste no es inmortal; no hay retribución ni castigo en una vida futura. Lo único que compete al hombre razonable es atenerse a la ley divina, cierto, pero disfrutar y pasarlo lo mejor posible en esta vida. No hay otra. No existe un “más allá”.

Y ahora confróntese esta concepción con la que destilan las siguientes líneas del libro de la Sabiduría escritas probablemente en contra y para corregir la visión anterior:

Porque Dios creó al hombre incorruptible, lo hizo a imagen de su misma naturaleza..., las almas de los justos están en manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno..., porque sus elegidos hallan gracia y misericordia, en cambio los impíos recibirán el castigo que sus pensamientos merecen (2,23-3,10) […] Atender a las leyes de Dios es asegurarse la incorruptibilidad (6,18).



Es evidente el cambio: el autor de la Sabiduría distingue en el ser humano un alma y un cuerpo, y afirma la inmortalidad de la primera más la existencia de un mundo futuro tras la muerte y la retri¬bución acorde con las obras. Y así en otros aspectos de la religión y la religiosidad, como veremos.

Podemos preguntarnos: ¿Cómo y por qué se produce tal mutación en la religión del judaísmo? Quizá sea adelantar acontecimientos responder ahora más que las ideas generales que avanzamos en el post anterior; posiblemente deberíamos formular esta cuestión sólo al final de la serie.

Pero podemos avanzar también que es lícito que el lector piense en una evolución interna de la religiosidad y reflexión del judaísmo mismo, que seguía madurando interiormente semillas depositadas en su seno por teólogos anteriores (profetas, cronistas, escritores sapienciales, etc.). Sin duda que fue así. Aquí el creyente pensará en un influjo del Espíritu Santo y cómo éste va preparando la religión judía, la va cambiando en verdad, para que luego desemboque en el cristianismo.

Pero sin duda también nos será lícito preguntarnos por qué precisamente surgen estas mutaciones cuando Israel se halla en fuerte contacto con el pensamiento griego, cuando lo mejor y peor de la religiosidad y la filosofía popularizada helenísticas se habían extendido por toda la "ecumene", es decir el mundo que se conocía como habitado, y cuando el atractivo de religiones exteriores que los judíos miraban con relativos buenos ojos, como la religión de los magos de Irán, se había extendido por Asia Menor.

Pero dejemos la valoración de los influjos hasta que hayamos descrito someramente los cambios.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.

Nota:

Para los posts de esta miniserie me inspiraré en las líneas esenciales del capítulo III, "Los cambios de la religión judía al contacto con el helenismo" del libro colectivo siguiente: A. Piñero (ed.), Biblia y Helenismo. Pensamiento griego y formación del cristianismo, El Almendro, Córdoba, 2006.
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