De la mentalidad corporativa a la responsabilidad individual. El cambio general de la religión judía al contacto con el helenismo (IX)

Hoy escribe Antonio Piñero

El pensamiento escatológico, es decir, referente a los acontecimientos del fin del mundo, del judaísmo helenístico produce también otro cambio sensible en la religión del Israel antiguo: el paso de una concepción religiosa corporativista (el pueblo cuenta más que el individuo; éste se halla como inmerso en el pueblo; su “salvación”, o bienaventuranza, conexa con el destino del pueblo) a otra más individualista.

En la base de este cambio está la nueva interpretación teológica del profeta Ezequiel, que critica la máxima antigua de la religión judía de “los padres comerán agraces y los hijos sentirán dentera” (Ez 18,2s), es decir, los pecados de los padres los pagarán también los hijos. Esta máxima ya no es válida: cada uno pagará ante dios por sus transgresiones. Es éste un proceso que se agudiza después del Exilio, pero que se completa en la época helenística. A ello ayudó sobremanera la concepción de un juicio divino ineludible en el futuro (“premio o castigo en el más allá”) como algo que afecta en primer lugar al individuo concreto, y la salvación o condena individual que de aquél se sigue por las obras realizadas en esta vida por cada uno.

Esta tendencia se halla unida a otra mutación que vamos señalar después: más universalismo/menos particularismo en la religión judía. A medida que el individuo va cayendo en la cuenta de los tiempos giran hacia una globalización (todo el mundo civilizado se entiende en griego o en latín; se tiene la conciencia de que se vive en una suerte de oikouméne, un mundo "global") y debido a que el fenómeno de la “Diáspora” –la dispersión del pueblo judío- se hace más evidente, la religión judía se va liberando un poco de ser una fe puramente nacional, ligada a la tierra de Israel, y va tomando más la forma de lo que hoy es una confesión o “iglesia”, es decir, la fe judía en su conjunto -tomando en cuenta el peso de la Diáspora- se centra más en la institución sinagogal y en la Ley que en un Templo enclavado en una situación geográfica específica. Cuando este cambio ocurre, la piedad y la salvación pasan a ser asuntos de cada individuo, no del grupo.


Templo y sinagoga

Un cambio importante que percibimos en la religión judía de la época helenística es el comienzo de un cierto distanciamiento de la piedad cultual centrada en el Templo.
Es cierto que el judaísmo helenístico puede definirse aún con todo rigor como una “comunidad cultual” y que el fiel cumplimiento de las normas cultuales, incluidas las donaciones al Templo y la exacta observancia de las más rigurosas prescripciones litúrgicas, es señalado como una característica especial de la piedad judía.

Pero a la vez, en este misma época, la religiosidad de muchos de entre el pueblo judío tiene su centro en un lugar distinto del Templo: más que la asiduidad al Santuario cuenta la rigurosa observancia externa e interna de la Ley junto con el culto más intelectual de la reunión en la sinagoga para el estudio de esa Ley y la alabanza del Señor. La sinagoga se transformará ya desde estos momentos del helenismo en la institución que visualiza y representa la salvación, más aún que el Templo. Es en la sinagoga donde la mayor parte de los componentes del pueblo realiza actos importantes, y llenos de simbolismo, de observancia de la Ley. Es allí donde se ora y donde el fiel se pone en contacto con su Dios, es allí donde se va cuajando una piedad que no puede asistir a un Templo alejado.

Varios hechos incontrovertibles de esta época muestran que se ha producido una cierta desviación de la piedad centrada en el Templo hacia la sinagoga.

En primer lugar: la existencia misma de la secta de los esenios. Todo un grupo influyente y respetado de piadosos dentro del pueblo judío apenas si participaba del culto en el Templo, ciertamente no del sacrificio de animales, aunque enviaran sus óbolos para el sustento del Santuario. Y, sin embargo, los esenios –quienes en el Nuevo Testamento aparecen quizás bajo los nombres de los doctores de la Ley y los escribas, distintos de los fariseos (Hartmut Stegemann)– eran tenidos en el pueblo como ejemplo de piedad.

Aunque esta identificación no fuera válida, y aunque estos legisperitos y escribas no fueran esenios, permanece al menos el argumento: se ha constituido en el Israel de época helenística tardía un cuerpo de "piadosos" que se destaca del resto de la sociedad como expertos, letrados, doctores de la Ley (junto con ciertos fariseos, ciertamente) cuya piedad estaba centrada en la interpretación y estudio de la Escritura, no en el culto sacrificial. Su estudio y observancia de la Ley es el camino hacia la verdadera sabiduría y piedad.

Segundo: los escasos signos de una religiosidad centrada en el Templo que muestra la predicación del judío Jesús y su éxito entre gran parte del pueblo antes de que las autoridades acabaran con él. La gente quedaba como arrebata por una religiosidad que no estaba precisamente en una piedad hacia el Templo.

Tercero: el sesgo que tomó el judaísmo después de la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C. La religión judía no sucumbió por este acontecimiento terrible. El judaísmo fiel a la Ley y el rabinato fariseo permanecieron como antes, y sobrevivió con cierta facilidad. En lugar del Sanedrín de Jerusalén se alzó el rabinato de Yamnia/Yabne (cerca de Tiberíades), y en vez del culto al Templo dominó el imperio exclusivo de la sinagoga y el estudio y obsrvancia de la Ley. Para la gran masa del judaísmo de la Diáspora, de Alejandría, de la Cirenaica, Chipre, Asia Menor, Roma, Hispania, etc., este trueque apenas supuso nada exteriormente sensible, pues ya estaban acostumbradas a vivir su judaísmo sin el Templo.

Este cambio trascendental había sido preparado por otra mutación no tan clara, pero no menos importante que veremos en el próximo post.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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