La distorsión de la historia de la investigación sobre Jesús (XI)

Hoy escribe Fernando Bermejo

Las consideraciones efectuadas a lo largo de los últimos meses permiten extraer con suficiente seguridad una conclusión a primera vista sorprendente: el análisis de los postulados y/o presupuestos de la actual periodización tripartita de la historia de la investigación sobre el llamado "Jesús histórico", compartida por la gran mayoría de exegetas y teólogos, revela que ésta es insostenible: ni uno solo de tales presupuestos resiste el escrutinio.

Más específicamente:

No hay razones suficientes para unificar en una sola categoría (“Old Quest”) las obras producidas desde mediados del siglo XVIII hasta comienzos del XX, ni para considerarlas indiscriminadamente superadas.

No hay razones suficientes para aceptar la existencia de un período de “ausencia de búsqueda” o “No Quest” entre comienzos y mediados del siglo XX en la exégesis (y tampoco de una suerte de “disminución generalizada”, que nunca ha sido probada y que se ve desmentida por los testimonios disponibles).

No hay razones suficientes para reducir la investigación del tercer cuarto del siglo XX a la emprendida por el discipulado de Bultmann, ni tampoco para denominar en términos genéricos aquella investigación “New Quest”.

No hay razones suficientes para aceptar una distinción nítida entre la investigación realizada en el tercer cuarto del siglo XX y (al menos, parte de) la efectuada desde 1980, y por tanto para distinguir una supuesta “New Quest” de una supuesta “Third Quest”.

No hay razones suficientes para postular la existencia de un progreso genérico y significativo de la producción de las últimas décadas en relación a la de las anteriores.

No hay razones suficientes para considerar las imágenes contemporáneas de Jesús como equivalentes e irreductibles, menos aún para concluir la imposibilidad de emitir un juicio sobre los resultados obtenidos.

Todos los postulados examinados no son simplemente dudosos, sino demostrablemente erróneos. En realidad, la periodización mencionada está constituida por una concatenación de sinsentidos.

Dicho con la claridad requerida: el modelo actualmente predominante de comprensión de la historia de la investigación sobre la figura de Jesús de Nazaret es una simple invención, que no por ser repetida a coro deja de serlo.

Ahora bien, la ficción en que consiste no es inocua: como hemos comprobado reiteradamente, es un genuino lecho de Procrustes en el que todo lo que no encaja con los esquemas preconcebidos es arbitrariamente eliminado, sea como inexistente sea como obsoleto. En apariencia un intento de arrojar luz, la periodización contemporánea resulta ser una mistificación de los datos disponibles, y, en esa medida, una contribución ulterior a la ceremonia de la confusión acerca del Jesús histórico.

Es quizás el momento de llamar la atención sobre el hecho de que los cronistas contemporáneos son, en su mayoría, exegetas. Ahora bien, un exegeta (o un teólogo) no es un historiógrafo, mucho menos cuando las artes de que hace gala son las de la prestidigitación, consistente en hacer desaparecer como por ensalmo a bellas señoritas (postulados 2 y 3), en sacar conejos de la chistera (postulado 5), en convertir varios pañuelos distintos en uno solo (postulado 1) o uno solo en dos diferentes (postulado 4). Esta actividad puede servir sin duda como entretenimiento para quien la practica –cuyo curriculum queda, además, convenientemente aumentado– y para quien la contempla, pero no merece el nombre de historiografía. Cuando uno pretende hacer historiografía pero cree poder dispensarse de estudiar la historia, los resultados no pueden sino ser funestos.

Estas conclusiones son ya bastante graves, pero lamentablemente no son las únicas que cabe extraer del análisis efectuado. En efecto, si es verdad que –de creer al judío galileo Jesús de Nazaret– quien no es fiel en lo poco tampoco lo será en lo mucho, cabe sospechar con fundamento de la capacidad de tantos exegetas para ofrecer una imagen fiable de Jesús cuando su imagen de la investigación historiográfica sobre éste (una tarea, al menos en principio, más fácil de realizar) es tan parcial y arbitraria.

Llegado este momento, cabe preguntar: ¿Cómo pudo surgir esta periodización? Y, sobre todo ¿cómo ha podido mantenerse en el candelero durante veinte años? ¿Presenta utilidad esta tipología para alguna visión particular de Jesús? Hay algún interés al que puede servir esta periodización? Dado que me ausento temporalmente del blog, intentaré responder a estas preguntas a partir del mes de septiembre, deseando a nuestros amables lectores un feliz mes de agosto.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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