Jesús como el “Hijo del Hombre” (V)

Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con nuestra hipótesis sobre cómo debe entenderse que el Jesús histórico utilizó la expresión "Hijo del hombre".Una vez establecido el planteamiento de base del post anterior, el razonamiento continúa del siguiente modo:

Parece claro que toda la teología cristiana primitiva, a partir de la firme creencia de que el Maestro había sido resucitado por Dios, reinterpretó la figura del Jesús terreno, idealizándola, sublimándola y en último término divinizándola. Este proceso se denomina técnicamente creencia en una “exaltación” de Jesús: éste es pensado como elevado a la categoría de divino porque ha sido Dios mismo, comenzando por el hecho de resucitarlo, el que lo ha exaltado a esa categoría.

Dentro de este proceso se incardina el que ahora estamos considerando: la mayoría de los textos transmitidos sobre el “Hijo del Hombre y Jesús” en los Evangelios están teñidos por la fe en ese carácter divino de Jesús: transmiten no sólo las palabras históricas del Nazareno, sino también el testimonio de la fe postpascual en su resurrección y exaltación. En realidad todos los problemas para entender correctamente los dichos sobre el “Hijo del hombre” en la historia de la tradición teológica del primitivo cristianismo provienen del hecho de que en esta tradición y en los Sinópticos mismos encontramos sentencias sobre el "Hijo del hombre" de muy distinto talante, sin hallar por ninguna parte una interpretación directa y explícita de la frase.

Tampoco la Escritura del Antiguo Testamento es una guía clara para la interpretación de tales textos: Dn 7,13 es un pasaje muy obscuro; unas 90 veces aparece en el profeta Ezequiel la expresión hebrea ben adam, “hijo del hombre”, en diversos sentidos, la mayoría intranscendente, aunque jamás en los Evangelios se alude o se reflexiona sobre ella. La misma tradición sinóptica no une siempre la expresión con las características especiales de un personaje fuera de lo común, o con continuos rasgos de poder: se habla tanto de la pobreza, como del poder de este personaje; no hay, pues, ligazón continua y natural entre “Hijo del hombre” y mesías en el sentido que la gente corriente que escuchaba a Jesús entendía el último término, sino un todo un tanto confuso.

Esa fe en Jesús resucitado consistió en pensar que Jesús ya exaltado por la divinidad es de algún modo un personaje celeste, sentado –o de pie- a la diestra de Dios. En este caso, en concreto, consistió en identificarlo con el “Hijo del Hombre” tal como lo había dibujado el Libro de Daniel y tal como muchos judíos de la época pensaban que era ese personaje. Veamos cómo pudo darse este proceso.


A) Tras formarse entre los seguidores de Jesús la creencia en la resurrección, y puesto que Jesús mismo había utilizado la frase "Hijo del hombre" para referirse simplemente a sí mismo aunque sin mayor trascendencia, sus seguidores pudieron emplear el texto de Daniel 7,13 (“Y vi venir sobre las nubes del cielo a un como 'Hijo de hombre'… y fuele dado el señoría, el poder y la gloria”) como prueba de la Escritura de la ascensión de aquel.

B) En un segundo momento, la necesaria tendencia apologética de justificar la pasión del Maestro, ignominiosa a los ojos muchos judíos, condujo a unir Dn 7,13 con Zac 12,10 (“Y aquel a quien traspasaron lo llorarán como se llora a un unigénito….”), de donde se produce la compleja noción de que el "Hijo del hombre" es traspasado (crucificado), sube al cielo tras su muerte, vuelve luego a la tierra, y los malvados, al contemplarle, se lamentarán.

C) En un tercer momento, se añaden a estas ideas otras similares a las que se expresan en Mc 13,26 y 14,62: “Y entonces verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder…” “Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder…”.

Así pues, este proceso de creación teológica de la comunidad cristiana posterior a la muerte de Jesús se imagina al Maestro como el mesías celeste a la diestra del Padre, como "Hijo del hombre", como ser humano divino, dispuesto a juzgar a Israel y las naciones, a partir de una reflexión teológica cuya base fundamental era la profecía de Dn 7,13.

Por tanto, si se eliminan como no pertenecientes al Jesús de la historia las frases que contienen la expresión “Hijo del hombre” en sentido 2. y 3. (2. = las que aluden a la muerete y resurrección; 3. = las que aluden a su función de juez escatológico; véase post anterior), sólo resta una conclusión: las frases de la clase 1. (Hijo de hombre = designación modesta en vez de un 'yo') parecen ser una autodesignación escogida por el Jesús histórico para sí mismo en un sentido inocuo y modesto, aunque lo llamativo es que tal designación que no era demasiado corriente en el arameo hablado y escrito de la época.

En conclusión: parece sensato pensar que como apelativo o título mesiánico, la frase Hijo del Hombre parece ser una construcción de los evangelistas sinópticos. Expresado de otro modo: la remodelación del concepto de mesías por medio de la inclusión de la nueva imagen de un "Hijo de hombre", o mejor la recreación de un nuevo concepto de mesianismo -ya que el judaísmo carecía de la idea de un mesías doliente, que muriese y resucitase y que volviera del cielo de inmediato como juez de vivos y muertos- no fue llevada a cabo por Jesús, sino por profetas y maestros -teólogos al fin y al cabo- de la comunidad primitiva. El culmen de este proceso se plasma en la teología de los evangelios sinópticos sobre la misteriosa figura del "Hijo del Hombre". Tal teología no parece pertenecer al "evangelio" de Jesús,ni a su autoconciencia mesiánica.

En el post siguiente seguiremos con la presentación de los hipotéticos pasos que pudieron darse para llegar a adscribir a Jesús todos los dichos que sobre el Hijo del Hombre circulaban entre los cristianos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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