Jesús como Hijo del Hombre (VI)

Hoy escribe Antonio Piñero

Los pasos hipotéticos de este proceso de aplicación a Jesús de dichos en los que él se refería a un personaje celeste pudieron ser los siguientes:

1. Probablemente se partió de una premisa clara y comprobablemente histórica: Jesús empleó esta enigmática frase para autodenominarse, para aludir modestamente a sí mismo: “este hombre que está aquí y os habla”. Dijimos que esto es algo de lo que no cabe duda pues aparece atestiguado múltiplemente en los Evangelios y porque era un uso de la lengua aramea de su época, aunque no frecuente en verdad. Ejemplo mencionado, Mc 2,28: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado”.

2. Jesús, influido por y de acuerdo con la tradición del Libro de Daniel, habló también de una figura semihumana, un “como hijo de hombre” que habría de venir en nombre de Dios como juez de vivos y muertos en los días postreros, refiriéndose muy probablemente a lo que hemos llamado segunda y definitiva parte del Reino de Dios. Ejemplo Mc 8,38: “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles”.

3. Cuando los dichos de Jesús se tradujeron del arameo al griego por necesidades del proceso misionero se cometió un error de traducción que tuvo graves consecuencias. En vez de “hijo de hombre” (sin artículo ninguno) del Libro de Daniel hebreo se tradujo “el hijo del hombre”, con dos artículos. Esto llevó a pensar que la frase –poco inteligible para un griego corriente- significaba no simplemente “un como ser humano” cercano ciertamente a Dios, sino un hombre con características divinas especiales, mesiánicas.

4. La errónea traducción al griego condujo por tanto a relacionar expresamente la expresión “El hijo del hombre” con la misteriosa figura de “un como hijo de hombre” del Libro de Daniel (7,13). Este personaje apocalíptico, que desciende a la tierra desde el cielo y que en ella “recibe el imperio, el honor y el reino”, es decir, implanta el Reino de Dios, tiene de común con el Jesús de la historia el hecho de que el núcleo central de la predicación de éste era precisamente la venida del Reino de Dios del que se consideraba heraldo.

5. Después de haberse extendido entre los seguidores de Jesús la firme creencia en la resurrección de éste, los maestros cristianos primitivos afirmaron que Jesús, como mesías especial e “Hijo del hombre” (¡él mismo había utilizado la expresión!), habría de venir sobre las nubes del cielo (Dn 7,13)…, naturalmente para juzgar a todas las naciones, como se deduce de la continuación de este versículo en el mismo pasaje del Libro de Daniel.

La resurrección de Jesús por parte de Dios suponía una vindicación de él sobre sus enemigos. Los cristianos afirmaban que con esa vindicación iba unido el que Dios lo declarara "Señor y mesías" (Hch 2,36). "Señor", porque al estar al lado suyo en el cielo tiene un poder delegado parecido al de la divinidad para algunas cosas. "Mesías", porque Dios no deja las cosas a medias. Es así que Jesús no pudo completar su obra mesiánica durante su vida mortal, tendrá que completarla ahora, tras su muerte.

Debe insistirse en que no era nada difícil, en esta tesitura de reinterpretación de la vida y la figura de Jesús, que los primeros cristianos asociaran la función mesiánica de aquél tras su muerte y resurrección con la función mesiánica de esa misteriosa figura del Libro de Daniel, un "como hijo de hombre", pues los cristianos pensaban ya que todas las antiguas Escrituras apuntaban hacia Jesús ("promesa" = Escrituras / "cumplimiento" = Jesús). Pronto se cree firmemente entre los seguidores de Jesús que él es en el cielo -esperando la orden de Dios para volver a la tierra con su nueva misión- ese Hijo de Hombre.

Esa figura es al menos semidivina, pero tiene forma humana. Adopta esa figura porque habrá de actuar -según los planes divinos revelados a "Daniel"- en la tierra como lugarteniente de una divinidad trascendente que no opera en el universo más que indirectamente: será visible a los hombres, éstos sentirán los efectos de sus acciones y de sus decisiones y por eso tiene una figura semejante a ellos. Pero, en la concepción religiosa judía del siglo I cabe bien, como sabemos por los textos de Qumrán, sobre todo 11QMelquisedec, que ese misterioso personaje no sea simplemente un hombre común de la tierra, sino que preexiste cabe Dios y aguarda el momento decidido por Éste.

Que este paso teológico se dio realmente –el aplicar a Jesús un pasaje de las Escrituras- ha quedado plasmado en dos pasajes de los Hechos de los Apóstoles. El primero: el diácono Esteban, en el momento en el que los judíos lo estaban apedreando precisamente por estar formulando una teología nueva y peligrosa que exaltaba en demasía a Jesús, exclamó: “He aquí que veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios”. Esta frase implicaba ya una unión de la figura de Jesús con la del hijo de Hombre de Daniel. El segundo: Pedro la misma idea se complementó espontáneamente con la función de juez futuro en un discurso de Pedro en Cesarea ante paganos: “Dios nos ha mandado que predicáramos al pueblo y que testificáramos que Él, Dios, lo ha puesto como juez de vivos y muertos”.

6. Con esta creencia, los profetas cristianos, que hablaban en nombre de Jesús, que estaban convencidos de que el fin del mundo estaba muy cerca, y de que Jesús como Cristo habría de venir en seguida a implantar el Reino de Dios, lo que implicaba el final del mundo presente, hablaron en nombre del Maestro, anunciando que había que creer en él si se quería escapar del castigo en el final de los días. Por ejemplo, algo parecido a: “Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo”. Aquí es pertinente una observación que apunta hacia la participación activa de los profetas cristianos: en estos dichos Jesús no habla nunca, o casi nunca, en primera persona. Lo que se dice sobre el “Hijo del Hombre” parece siempre ser dicho por otros acerca de él.


7. Finalmente, los oráculos de estos profetas pronunciados en nombre de Jesús pasaron luego a la tradición que recogía las palabras de éste sin señal o marca alguna, como si los hubiera dicho realmente Jesús en su vida terrena. Es decir, no se dijo: “Esto dijo un profeta cristiano que dijo Jesús”, sino simplemente “Esto dijo Jesús”.

Concluiremos con el próximo post. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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