"Habéis oído que se ha dicho... Pero yo os digo". Jesús y la ley de Moisés (4). La religión de Jesús (IV)

Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos hoy con el tema "Jesús y la ley de Moisés"

Tratamos ahora la espinosa cuestióntema de las famosas y supuestas antítesis del Evangelio de Mateo (“Habéis oído que se ha dicho…; pero yo os digo...": ): 5,21-48. En apariencia presentan estas sentencias a un Jesús que corrige tanto la ley mosaica que parece casi abrogarla. De hecho, a lo largo de la historia de la investigación, muchos exegetas han opinado que estas antítesis suponen a un Jesús que está -como Dios que es- por encima de la Ley, a un Jesús en trance de proclamar una alianza y ley nuevas, para lo cual, como paso previo, debe restar toda importancia al valor de la ley vigente en el judaísmo de su timepo, la ley de Moisés. ¿Es esta perspectiva correcta? En mi opinión no lo es.

En primer lugar, conviene aceptar que esa es la impresión que produce una lectura rápida de estos pasajes. Se ha discutido mucho la autenticidad de estos textos, ya que -ciertamente- parecen presentan a un Jesús que discute tanto el valor de la Ley, que sus afirmaciones parecen casi un manifiesto “antinomista”, antiley.

1. Pero precisamente en esta impresión radica la debilidad del argumento: en mi opinión, y en la de otros muchos, es esa la sensación que pretende causar el evangelista Mateo presentándolas así. Puee tratarse no de la tesis de Jesús, sino del evangelista, que es: Jesús es el nuevo legislador, el nuevo Moisés: la ley es válida (Mt 5,17-18, etc.), pero sólo tal como la interpreta el salvador y nuevo legislador Jesús: ¡estamos en el período de una “nueva alianza” (Mt 26,28)! Por tanto: la presentación misma que Mateo hace de estas "antítesis" puede representar más su propio pensamiento como escritor que recuerda a Jesús, que el pensamiento de Jesús mismo.

2. En segundo lugar, aunque se discutan algunas minucias verbales respecto a la autenticidad, si se valora el conjunto de estos dichos, muchos críticos opinan que tenemos en las “antítesis”, si no las mismísimas palabras de Jesús, sí al menos su auténtica voz o pensamiento, y que éste se encuadra en las discusiones intrafarisaicas sobre cómo entender mejor la Ley aplicada al momento en el que se vivía.

Si examinamos una por una estas antítesis, vemos que se trata de la cuestión del homicidio (5,21-26), del adulterio (5,27-30), del divorcio (5,31-33), perjurio (5,33-37) de la ley del talión (5,38-42) y del amor a los enemigos (5,43-48). El análisis sereno de su desarrllo lleva a pensar que todas ellas van justamente en el mismo sentido: ahondar en el espíritu auténtico de la Torá, profundizar en el espíritu de la Ley.

Así, según Jesús, el hombre debe no sólo no matar, sino quitar la raíz del posible asesinato, el odio y la discordia; no sólo no adulterar, sino eliminar la raíz del adulterio, el mal deseo; no sólo no jurar, sino hablar tan transparentemente que sea innecesario el juramento, etc.; no sólo no hacer daño, sino incluso –en determinadas circunstancias- amar a los enemigos.

Es difícil que alguien pueda entender que todo esto que dice Jesús sea una aniquilación de la letra de la Ley, una abrogación de la Ley y un ponerse a sí mismo por encima de ella. En el caso del homicidio parece clarísimo: no se puede decir que Jesús se opone tanto a la Ley que declare que está permitido matar. Igualmente, debe decirse lo mismo del divorcio y del adulterio –como hemos visto ya-.

Las discusiones entre los rabinos de la época acerca de la venganza (cómo se discutía Ex 21,23-25 “Pero si resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal”) o “ley del talión” son proverbiales para la época de Jesús. Hacía tiempo que en la práctica de la religión judía la venganza de sangre se había cambiado por una compensación monetaria por los daños, al igual que hoy y todo ello se hacía discutiendo la letra de la Ley. De ello da testimonio Flavio Josefo en Antigüedades de los judíos IV 280.

Sobre la oposición al juramento Vermes aporta tres preciosas citas de Filón de Alejandría y de Flavio Josefo que demuestran que, de nuevo, la doctrina de Jesús se parece a la de los esenios, quienes también buscaban cumplir de la mejor manera la Ley. Reproduzco los textos:

Los esenios muestran su amor a Dios… absteniéndose de juramentos, por veracidad (Filón, Omnis probus…, 84)

Todo lo que dicen (los esenios) es más seguro que un juramento. En realidad rechazan jurar por considerarlo peor que el perjurio. Pues aquel que no merece que le crean sin invocar a Dios está ya condenado (F. Josefo, Guerra II 135).

La palabra del hombre bueno… debería ser (como) un voto, firme, invariable, totalmente libre de falsedad, firmemente asentada en la verdad… (Filón, De Specialibus legibus II 2)


¿Quién podría inferir serenamente de toda esta doctrina expresada en las "antítesis" que Jesús no afirmaba la validez de la Ley, o que se consideraba superior a ella? ¡Justamente todo lo contrario! Si la doctrina de Jesús supusiera una oposición a la ley mosaica con la intención de abrogarlay cambiarla por otra, entonces todas las discusiones de fariseos y esenios de la época, también. Pero esta conclusión es a todas luces absurda. Una vez más, me parece quedar claro que la religión de Jesús, profundamente judía, era en verdad devota de la Ley, la cual debía observarse en su esencia y profundidad.

• Los resúmenes de la Ley que hace Jesús, por ejemplo la llamada regla de oro "Compórtate con los demás como querrías que ellos hicieran contigo": (Mt 7,12; Lc 6,31) o "Amor a Dios y al prójimo como síntesis de la Ley y los profetas" (Mc 12,29-31; Mt 22,37-40; Lc,26-28) son exactamente los mismas que otros resúmenes de la Ley en la mejor tradición de los maestros más venerados entre los rabinos.

Por consiguiente, creo que en este apartado de la Ley está justificada la siguiente conclusión: puede decirse que la actitud de Jesús respecto a la Ley de Moisés es el de “un interés omnipresente por el objetivo último de la Ley, que él considera, primaria, esencial y positivamente, no como una entidad jurídica, sino como una realidad ético-religiosa” (Vermes, 64).

Por tanto también la ley mosaica, según Jesús, era la revelación de la conducta justa y ordenada por Dios a los hombres y la manifestación de los deberes que el ser humano debía cumplir para con el mismo Dios. Había que entenderla bien, volver a los orígenes de la creación, investigar la verdadera voluntad de Dios, que iba más allá de una cierta permisividad de Moisés dado que el pueblo era "de dura cerviz y de duro corazón".

Ni por lo más mínimo se le podía pasar por la cabeza al judío Jesús abrogar esta ley para sustituirla por otra.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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