Jesús como Hijo de Dios ¿Dijo Jesús de sí mismo que era Dios? (I)

Hoy escribe Antonio Piñero

El tema del que vamos a ocuparnos en esta serie, la concepción que tiene de Dios Jesús de Nazaret, presenta una doble vertiente. La primera, más o menos obvia aunq con sorpresas, significa preguntarse qué connotaciones específicas muestra la imagen de Dios que Jesús propalaba en su predicación. La segunda, quizás más interesante, responde a esta pregunta: teniendo en cuenta que algunos pasajes del Nuevo Testamento, aunque sean muy pocos, proclaman a las claras que Jesús es verdadero Dios, ¿podemos afirmar con certeza que el Jesús histórico se consideró a sí mismo hijo físico, ontológico, de Dios, tal como lo enseña hoy el credo?

Esta última pregunta, sin embargo, con todo lo crucial e importante que es, apenas si se ve contestada con claridad en algunos de los modernos tratados de cristología, que es donde debería hallar una adecuada respuesta. Aunque pueda parecer poco creíble, esos tratados de cristología pasan como gato sobre ascuas sobre esta cuestión, como previendo la inconveniencia dogmática de responder con un no rotundo a ella.

Con mil vueltas y circunloquios vienen a hablar de la “cristología implícita” (es decir, en los Evangelios no se presenta a Jesús diciendo “Yo soy Dios” o “Yo soy divino”, pero sí realizando ciertos hechos y pronunciado ciertos dichos que implícitamente lo afirman; la cristología posterior no hace otra cosa que explicitar claramente lo que estaba ya contenido en la vida real de Jesús, pero no con claridad), de una cierta conciencia de la cercanía de Jesús al Padre, de una "relación dinámica", de una total permeabilidad por lo divino", etc., pero no responden con absoluta nitidez a la cuestión.

Si examinamos uno de los libros más conocidos que han aparecido sobre el tema, y que son más accesibles al lector de este blog, el Dios de Jesús de Jacques Schlosser, Editorial Sígueme, Salamanca, 1995, se observará que ni siquiera se plantea esta pregunta absolutamente fundamental -¿se consideró Jesús a sí mismo Dios?-, y si se hojea el artículo "Dios" del Diccionario de la Biblia (de editorial Herder, Barcelona, 1993), o el lema "Dios" del grueso volumen Conceptos fundamentales del cristianismo (editores J.J. Tamayo y C. Floristán: Editorial Trotta, Madrid, 1993) se observará que tampoco se aclara esta cuestión trascendental, ni, por supuesto, se responde a ella.

En el Nuevo Diccionario de Teología, dirigido por J.J. Tamayo (Trotta, Madrid, 2005) y que viene a ser como una refundición y puesta al día de la obra anterior, se pueden examinar dos artículos al respecto: “Dios” de Jon Sobrino (pp. 252-264) y “Jesús de Nazaret” de Rafael Aguirre (pp. 487-498). En el primero se tocan los puntos siguientes: “Cómo abordar el tema de Dios hoy; El Dios de Jesús, un Dios de los pobres; Dios desde Jesús, Padre, Hijo y Espíritu, y finalmente Practicar a Dios”.

En la cuestión III “Dios desde Jesús” (p. 256) se esperaría una respuesta clara a la cuestión “¿Se consideró Jesús a sí mismo Dios?” (como Hijo, en el ámbito de la Trinidad), J. Sobrino habla explícitamente de que “Dios se hace presente en Jesús como nueva fuerza interior. Jesús habla poco del Espíritu y nada de su personalidad”. “Pero él mismo aparee poseído por el Espíritu (bautismo, tentaciones), enviado en el Espíritu a anunciar la buena nueva a los pobres y con la fuerza del Espíritu”; En Jesús Dios se acerca al ser humano con una increíble novedad” (p. 256, col. b). En p. 257 leemos:

“Después de la resurrección de Cristo ser radicaliza, explicita y sistematiza la estructura trinitaria de la salvación, y por ello de la experiencia y de la realidad de Dios. En la resurrección el creyente capta que la vida concreta de Jesús y su destino han sido asumidos y justificados por Dios”.


El Jesús que pasó haciendo e bien, defendiendo a los pobres, denunciando a los poderosos y crucificado por éstos ha sido resucitado. En él ha aparecido la palabra de Dios a los seres humanos y el acceso de éstos a Dios. El decirse de Dios a los seres humanos a la manera de Jesús, y el atraer Dios a los seres humanos como a Jesús le pertenece definitivamente a Dios. Por eso Jesús es el Hijo. O Theós sigue siendo el Padre, pero desde ahora relacionado absolutamente con Jesús (p. 257, col. a).


Como se ve, la pregunta clave no ha sido planteada y respondida con nitidez. Respecto a la teología que se deja traslucir del párrafo citado, diría que, salvo error, me parece una teoría de la “cristología implícita”: según Jon Sobrino, por medio de la resurrección se manifiesta que la Palabra de Dios ha aparecido ya a los humanos y que Jesús es el Hijo. Es decir Jesús en vida era el Verbo y el Hijo, pero esta verdad sólo se manifiesta por la resurrección, la cual sólo es aprehendida por la fe. Esto es pura teología creyente que no se basa en ningún texto del Jesús histórico sobre sí mismo que diga algo claro de su personalidad divina. Es más se afirma que Jesús no habló de ello.

El artículo de Rafael Aguirre sólo plantea muy tangencialmente esta cuestión que me parece crucial. En el apartado final “¿Quién es Jesús?” (pp. 496-498) discute las diversas “definiciones” de la personalidad del Nazareno, rabí, profeta, sabio, apocalíptico, mesías o no, etc., taumaturgo y exorcista. Finalmente discute la teoría de J. Jeremias a propósito de Abbá (que por cierto aparece sólo una vez en los Evangelios: Mc 14,36 y dos en Pablo: Gál 4,6 y Rom 8,15, sólo implícitamente relacionadas con Jesús).

Sostenía J. Jeremias que llamar Abbá a Dios era un fenómeno único en el judaísmo del tiempo de Jesús, que Jesús distinguía muy claramente entre “su” Padre y “vuestro” Padre (de los discípulos, y que por el uso de esta expresión Jesús “reivindicaba para sí una filiación divina excepcional y superior, diferente de la de los demás seres humanos”.

R. Aguirre no está de acuerdo con esta teoría –la única que menciona como referente a la divinidad de Jesús- porque

a) en Qumrán han parecido dos casos del uso de Abbá en el mismo sentido que Jesús;

b) porque no se puede demostrar que Jesús distinguiera entre su filiación y la de los demás, siendo muy posible que “tal distinción proceda de la comunidad cristiana posterior”. Y no se dice más en este artículo.

Me parece, pues, que queda suficientemente claro que el tema es tan difícil por cuestiones dogmáticas que los investigadores pasan sobre él como de puntillas. Da toda la impresión que defienden que la cuestión de la divinidad de Jesús no pertenece al tema “Jesús histórico”, sino a la “teología de la comunidad postpascual”.

La respuesta a la doble pregunta que planteábamos al principio, y sobre todo a la segunda -si se consideró Jesús a sí mismo Dios- que el tema propuesto hoy nos plantea, pasa necesariamente por una investigación previa de cuál era la religión de Jesús, y cuáles eran, a la vez, las líneas maestras de su doctrina. Precisamente por ello hemos hecho anteceder a esta serie otra anterior que abordaba expresamente el tema de la religión de Jesús.

Voluntariamente no obtuvimos ninguna conclusión al respecto en la última postal (VI) que concluía la serie. Pero ahora puede expresarse con claridad y sencillez: no parece posible -para mí al menos- que un a personalidad tan fuertemente religiosa denro del ámbito judío pudiera albergar ni por un momento la pretensión de ser hijo ontológicos, "físico", real de Dios, pues ésta pretensión hubiera roto todos los marcos de la religión judía. Y hemos visto con ntidiez que no fue así.

Por tanto, aquí tenemos una primera respuesta, y negativa. Soy consciente de que partiendo del supuesto de los Concilios de Nicea (325) y Calcedonia (451), donde se establece con claridad que Jesús tiene dos nauralezas, una divina y otra humana, podría pensarse que en su faceta humana Jesús podría haber sido un judío totalmente piadoso. Pero precisamente este punto de partida es el que se trata de demostrar con un estudio crítico de los textos evangélicos. De hecho llegar a esas precisiones de alta teología le costó siglos a la Iglesia.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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