La distorsión consciente de la figura del Jesús histórico

Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos hoy con la presentación del libro ¿Existió Jesús realmente?

Hay un cuarto ámbito de análisis en este Curso y en este libro: el de la admisión de la mera existencia histórica del personaje, pero su presentación a los lectores en una línea de distorsión o desfiguración consciente o semiconsciente, producida por el emplazamiento mental de sus autores dentro de una confesión religiosa determinada, ya sea en tiempo antiguo o en moderno. Dos ámbitos consideraremos:

1. El de la investigación literaria e histórica de tono científico, en donde como muestra fehaciente de la distorsión se estudian las posiciones de Martin Kähler y Timothy L. Johnson que argumentan en pro de la inutilidad de le búsqueda del Jesús histórico.


Aquí se ha deseado ofrecer un toque de absoluta actualidad. El pensamiento de dos autores contemporáneos que niegan la existencia de Jesús, al menos al modo usual: Llogari Pujol y Francesco Carotta. El primero sostiene que Jesús existió quizás, pero lo que sabemos de él no es real sino una copia de textos sagrados egipcios y la adaptación. El segundo defiende que los evangelios moldearon la oscura vida de Jesús copiando descaradamente la biografía de un personaje ilustre y atractivo: Julio César.



En realidad, en los ejemplos presentados en este apartado –sobre todo en los dos últimos- la distorsión literaria del personaje Jesús es tal, que resulta como si no hubiere existido.

2. El ámbito de la novela o de la historia ficción. Aquí habrá exposición y crítica de la presentación/deformación de la figura de Jesús en dos direcciones:

• El de la pura novelística: Dan Brown, Saramago, Mailer, Kazantzakis, de Mattos, etc.

• El de una posible reconstrucción de la vida oculta del personaje a base del aprovechamiento de una revelación divina en tiempos modernos, como es el Libro de Urantia, remodelado por Juan José Benítez en su Caballo de Troya.

Estimo que puede ser muy interesante para muchas personas preguntarse -incluso admitiendo que Jesús existió históricamente- en qué grado algunas teorías sobre él lo deforman, o bien afirman presentar su “rostro auténtico” en contra de la opinión de algunas iglesias.

Por último hay una sección en el presente libro, dedicada a la valoración de los “criterios de autenticidad”, es decir, de las herramientas que ha ido elaborando la filología y la historia antigua para la reconstrucción de la figura del Jesús histórico si es que razonablemente se llega, como yo creo personalmente, al convencimiento de la existencia histórica del personaje.

Por consiguiente la estructura de este libro se presenta del modo siguiente:

1. En una primera parte (tres capítulos) se exponen todos los argumentos importantes en contra de la existencia histórica de Jesús de Nazaret con la mayor asepsia posible.

2. En los dos capítulos que siguen (4 y 5), y como complemento ofrecemos en este libro dos puntos de vista modernos -con cierta repercusión en ámbitos intelectuales españoles- que niegan la existencia histórica de Jesús, tal como usualmente se entiende. O, al menos, aun aceptando la posibilidad de que el personaje haya existido en cuanto tal, argumentan la absoluta imposibilidad de conocerlo históricamente, ya que el proceso de transmisión de sus palabras y dichos es en sí inservible para este proceso de conocimiento.

3. En la segunda parte de este libro (capítulos 6,7,8) hemos considerado los argumentos principales que abogan por la existencia histórica, sin ningún tipo de dudas, del personaje Jesús de Nazaret con la presunción de que una cosa es afirmar la existencia histórica de un individuo concreto y otra sostener que se pueda saber con exactitud ciertos datos sobre él.

Esta sección se completa con el amplio estudio crítico de los denominados "criterios de autenticidad" de los dichos y hehcos de Jesús.

4. En la tercera se presenta al lector una ulterior posibilidad que acaece en el tratamiento histórico de Jesús: aceptacíon sin duda su existencia en el plano de la historia, pero desformación consciente o inconscientemente, con buena o mala fe de la figura y misión de Jesús.

Desde el punto de vista histórico me parece que la primera mutación que sufre su figura es debida a la fe y al entusiasmo escatológico de la primera comunidad. Desde muy pronto tras la muerte de Jesús, movida por el recuerdo admirativo del Maestro y el firme convencimiento de su resurrección y ascensión a los cielos, la comunidad de creyentes considera a Jesús «Señor y mesías» (Hechos de los Apóstoles 2,36) que ha de retornar pronto desde los cielos, en plenitud de sus poderes mesiánicos sólo incoados durante su estancia primera en la tierra, para instaurar el Reino de Dios definitivo. Esta creencia inicia un proceso de exaltación de la figura del Jesús histórico que lleva en último término en un lapso temporal rápido a la completa divinización del personaje humano Jesús de Nazaret. La divinización de Jesús se presenta en el Nuevo Testamento con palabras aún un tanto oscuras en Pablo de Tarso (Filipenses 2,6—11) y con extrema nitidez en el Prólogo del Evangelio de Juan: Jesús como el Verbo eterno de Dios, preexistente que se encarna en Jesús ( Jn 1,1-14).

En este libro no se considera este tipo de sublimación de la figura y misión de Jesús, que conduciría —en caso de intentarlo— a la composición de un amplio y complejo tratado por sí mismo, sino que se presenta sobre todo la distorsión de la figura de Jesús en los llamados apócrifos modernos y en otra literatura más o menos de ficción de gran éxito en la actualidad.

Como primer paso, y en el capítulo 9, se aborda uno de los casos más sutiles de distorsión de la figura del Jesús histórico dentro de la más aparente ortodoxia, protestante o católica, que consiste en minimizar la posibilidad de alcanzar un conocimiento histórico seguro y fehaciente del personaje con la intención de afianzar con mayor seguridad el punto de vista de la fe sobre él. Es éste un aspecto al que se ha prestado poca atención.

Las otras distorsiones de la figura de Jesús –que se supone que ha existido realmente- son más conocidas: el lector sabe que hay obras de gran difusión que pretenden ofrecer la verdadera figura histórica del Nazareno presentándose, aun dentro de la ficción, como una exposición histórica verdadera, aunque su reconstrucción sea mera fantasía.

A pesar de mis propósitos no he podido concluir hoy mi peesentación, pues falat un brevísimo apunte sobre las conclusiones. Lo dejamos finalmente para el próximo día.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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