La palabra y el nombre divino (1). Restos de magia en la Biblia (XIV)

Hoy escribe Antonio Piñero

Otro capítulo importante en el ámbito de lo mágico-supranatural en los relatos bíblicos es el de la palabra y su poder, la eficacia del nombre, el círculo de la bendición-maldición y el exorcismo. Todos estos aspectos se hallan bien representados en el Antigo Testamento y debemos aludir a ellos brevemente en nuestra serie.

En Israel no puede comprenderse la estrecha relación entre la esencia de Dios y su nombre ("El que es", si la etimología es correcta) si no se entiende qué suponía para la fe religiosa primitiva la creencia en la fuerza del nombre. No es ésta una palabra cualquiera, sino que estaba ligada a la esencia misma de la persona: era una cualidad del individuo…, o de la divinidad. Pronunciar el nombre de modo solemne era desatar un proceso de reacción, bueno o malo, que afectaba indefectiblemente a las personas.

Por ello es Dios mismo el que en el Antiguo Testamento revela su nombre, y con él su identidad y su potencia. El uso del nombre divino necesitaba una legitimación, y de hecho se evitaba el pronunciarlo aun en circunstancias correctas, no vanas. Sólo el sumo sacerdote pronunciaba el nombre de Yahvé una vez al año, muy bajito, como un susurro, en el santo de los santos, un lugar que era precisamente tal porque era donde "Yahvé había puesto su nombre" (Jer 7,12).

Por ello, por esta virtud, hablar "en nombre de Yahvé" era patrimonio y derecho exclusivo de sus elegidos, y usurpar el nombre divino hacía al ser humano reo de muerte. Por ello también, bendecir o maldecir en nombre de Yahvé no era para la mentalidad veterotestamentaria la expresión de un deseo piadoso, sino la puesta en movimiento de una virtud imparable para bien o para mal.

El caso de Jacob es significativo. Es claro por el relato de Génesis 27 que este personaje suplantó dolosamente a su hermano, Esaú, y que consiguió de su padre una bendición injusta. La tradición bíblica misma lo admite. Dice Oseas 12,4, pasaje que, además, insiste indirectamente en la potencia del nombre:

Pleito tiene Yahvé con Israel; va a visitar a Jacob por su conducta; según sus obras le devolverá. En el seno materno suplantó a su hermano, y cuando adulto peleó con Dios. Luchó con el ángel y le pudo; lloró y le imploró gracia. En betel vuelve a encontrarle Dios, y allí habla con él. Sí Yahvé, Dios Sebaot, Yahvé es su nombre.


Igualmente Jeremías 9,3:

Desconfiad de cualquier hermano, porque todo hermano pone la zancadilla, como Jacob.


Aquí hay probablemente un juego de palabras, pues como veremos por el texto que sigue en hebreo se interpretaba que Jacob significaba el que “suplanta”. En el Génesis Jacob no muestra ningún arrepentimiento por esta suplantación. Le parece un derecho adquirido una vez puesta en movimiento la fuerza imparable de la palabra de Yahvé.

Ni la divinidad misma pudo volverse atrás de esa bendición fraudulenta, pronunciada en el nombre suyo y sobre la que tendría teóricamente todo poder. Dice Esaú a su padre: "¿Es que tu bendición es única padre mío? Díjole éste: Ha venido astutamente tu hermano y se ha llevado tu bendición": Génesis 27,38. El texto es importante

Así que hubo concluido Isaac de bendecir a Jacob, y justo cuando acababa de salir Jacob de la presencia de su padre Isaac, llegó su hermano Esaú de su cacería. Hizo también él un guiso suculento y llevándoselo a su padre le dijo: «Levántese mi padre y coma de la caza de su hijo, para que me bendiga tu alma.» Dícele su padre Isaac: «¿Quién eres tú?» Contestóle: «Soy tu hijo primogénito, Esaú.» A Isaac le entró un temblor fuerte, y le dijo: «Pues entonces, ¿quién es uno que ha cazado una pieza y me le ha traído? Porque de hecho yo he comido antes que tú vinieses, y le he bendecido, y bendito está.» Al oír Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte y por extremo amargo, y dijo a su padre: «¡Bendíceme también a mí, padre mío!»

Díjole éste: «Ha venido astutamente tu hermano, y se ha llevado tu bendición.» Dijo Esaú: «Con razón se llama Jacob, pues me ha suplantado estas dos veces: se llevó mi primogenitura, y he aquí que ahora se ha llevado mi bendición.» Y añadió: «¿No has reservado alguna bendición para mí?» Respondió Isaac y dijo a Esaú: «Mira, le he puesto por señor tuyo, le he dado por siervos a todos sus hermanos y le he abastecido de trigo y vino. Según eso, ¿qué voy a hacer por ti, hijo mío?»Dijo Esaú a su padre: «¿Es que tu bendición es única, padre mío? ¡Bendíceme también a mí, padre mío!» Isaac guardó silencio y Esaú alzó la voz y rompió a llorar.


Jacob sabe, pues, que una vez proferida la bendición, tiene ésta vida autónoma. Pero Esaú puede conseguir otra inferior. Se había puesto en marcha una virtud imparable: Jacob tiene éxito a pesar de su dudosa moralidad.

En el caso del moribundo la bendición posee aún más fuerza. En el marco del "discurso de adiós del agonizante" la bendición representa como su fuerza vital que va a parar al que recibe la bendición. Como se trata de una fuerza vital ya salida de su emisor no puede volver a recogerse, es decir cambiarse o perder su efecto.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero
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