“La existencia histórica de Jesús”. La ampliación del capítulo de Gonzalo Puente Ojea en el libro ¿Existió Jesús realmente?



Hoy escribe Antonio Piñero

Ha aparecido por fin el mercado, en forma de libro autónomo, la anunciada ampliación del capítulo 7 del volumen “¿Existió Jesús realmente? El Jesús de la historia a debate”. Siempre he pensado –y así lo he manifestado en este blog y en público- que este capítulo de Puente Ojea es probablemente el más importante del volumen que recoge las conferencias del Curso de Verano, que presentamos en postales anteriores, puesto que expone argumentos de crítica interna, es decir, surgidos del análisis de los documentos cristianos mismos recogido en el Nuevo Testamento que me parecen que son los más probativos de la existencia histórica de Jesús de Nazaret, tan discutida por algunos hoy día. Por ello es una alegría que este capítulo de unas 30 páginas aparezca ahora ampliado considerablemente en un libro de 160 páginas, aunque de cuerpo un poco menor.

He aquí la ficha del libro:

Gonzalo Puente Ojea, La existencia histórica de Jesús. Las fuentes cristianas y su contexto judío. Siglo XXI de España Editores S. A., Madrid, 2008, 160 pp. ISBN: 978-84-323-1362-2.


Sostiene Puente Ojea que probar documentalmente la realidad histórica de Jesús el Nazareno mediante las fuentes cristianas en su contexto judío equivale, por implicación, demostrar el error de los “mitistas” (los defensores de la tesis de que Jesús jamás existió, y que su figura no es más que un mito literario-teológico fabricado conscientemente). Estos, en efecto, libran una batalla equivocada -sostiene Puente Ojea- puesto que sus argumentos van en realidad casi todos no contra el Jesús de Nazaret que puede reconstruir la historia, sino contra el Cristo de la fe, una entidad completamente distinta que aparece en todo el Nuevo Testamento, pero que tiene sus primeros inicios en las Epístolas auténticas de Pablo de Tarso.

Para distinguir nítidamente entre los dos aspectos íntimamente unidos que la teología relaciona con Jesús a lo largo de la historia del cristianismo, el ensayo de Puente Ojea amplía su argumentación y sus razones con una discusión más amplia de las opiniones de autores modernos que vienen al caso como Hyam Maccoby, Paul Winter, y Archibald Robinson sobre todo. Además, G. Puente ha ampliado mucho los parágrafos dedicados a la “manifiesta tergiversación histórica de la autocomprensión de Jesús” y ha añadido dos capítulos nuevos: “La figura de Jesús en el contexto religioso de su tiempo” y “El perfil de la historia de Jesús hasta su muerte”. Las páginas dedicadas a las conclusiones finales son también bastante más numerosas.

El ensayo de Puente Ojea ofrece una nueva lectura en su contexto del núcleo del Nuevo Testamento y se propone detectar con precisión las contradicciones ideológicas de estas fuentes primeras del cristianismo. Precisamene el análisis de tales contradicciones hace posible identificar –por un lado- que estas fuentes, el Nuevo Testamento, tienen un verdadero referente que existió sin duda alguna, el Jesús de la historia, y otro referente, que no existió propiamente, sino que es producto de la fe en Jesús que es el Cristo de la fe.

Así pues, en palabras de Puente Ojea, no puede caber la menor duda de que

“Existió realmente Jesús como pretendiente mesiánico fallido, pero que jamás existió el Cristo divino que invento Pablo de Tarso y que nutrió luego la dogmática eclesiástica".


Opina el autor que la alianza de la Iglesia de los primeros siglos y el Imperio Romano aseguró y confirmó la hegemonía de ambos en el mundo occidental antiguo: se produjo a partir del siglo IV, con el emperador Constantino,

"Una estrecha y aberrante simbiosis en virtud de la cual un pretendiente mesiánico judío que acabó su vida crucificado por un delito de sedición contra el Emperador llegó a ser adorado y glorificado en todo el mundo romano como Dios único y verdadero".


El gran error de los mitistas ha sido confundir estas dos figuras. Tienen razón, sotiene Puente Ojea, cuando sostienen la no existencia histórica del Cristo de la fe, pero se equivocan al no percibir que los Evangelistas superponen a un referente histórico -que le ofrece la tradición- esta concepción del Cristio divino, exaltado a los cielos. Las dos figuras no casan entre sí, de donde se deduce con toda claridad que los Evangelistas no tuvieron más remdio que aceptar undos datos histópricos ineludibles sobre Jesús, que no podían evitar, casaran o no con la concepción cristológica que de este personaje tenían ya cuando compusieron los Evangelios. De ahí surgen las contradicciones entre las dos figuras que se perciben en los escritos evangélicos. Si se hubieran inventado los evangelistas la figura de Jesús, lo habrían hehco de otra manera: jamás habría ocurrido que presentaran datos inconciliables entre la figura de un rabino galileo y el de un ungido celeste al que opresentan como salvador universal.

Los dos nuevos capítulos de este libro que presentamos sobre la figura de Jesús y su perfil histórico hasta su muerte, junto con las notables páginas de su conclusión, representan como un resumen denso y claro del pensamiento de Puente Ojea sobre la figura y misión de Jesús, sobre la interpretación de Pablo de Tarso del Nazareno y sobre la inmensa importancia de éste, y de sus sucesores, en la constitución del cristianismo actual.

La pugna entre el legado vital del Nazareno, atesorado en la Iglesia mnadre de Jerusalén y las adulteraciones de éste alas que podía dar lugar la nueva soteriología de Pablo -argumenta Puente Ojea en la p. 59-:

Fue sostenible mientras la estructura institucional del judaísmo en Plestina se mantuvo, es decir, hasta el año 70, antes de la destrucción del Templo y de Jerusalén; a partir de entonces el paulinismo arrasó las tradiciones auténticas del movimiento de Jesús.

En el comienzo de su "Conclusión" expone nítidamente en resumen el núcleo de su pensamiento sobre el Jesús histórico, una vez eliminados los añadidos de la fe postpascual. El inicio de estas conclusiones es como sigue:

Puede afirmarse con toda seguridad que Jesús jamás presentó su misión como la de un salvador universal, ni como la del fundador divino de una religión mística o de misterios. Jesús fue solamente un hombre, un judío, que en curso de su proclamación mesiánica del Reino de Dios como inminente llegó a alcanzar plena conciencia de que era él mismo el encargado de realizar el cumplimiento de las promesas de la alianza de Dios con su pueblo, poniendo fin a la ocupación romana del solar histórico del Reino.

Jesús no subió a Jerusalén para inmolarse voluntariamente en la cruz del martirio a fin de aplacar la ira de Dios por una supuesta culpa original y colectiva de desobediencia de la humanidad, expiar por procuración esa culpa, y redimirla con su pasión y muerte infamante. Este theologumenon irracional y salvaje es la invención fabricada de un visionario desequilibrado que vivió dramáticamente inserto en la bisectriz de dos culturas antagónicas pero sobrepuestas en la contradicción de su propia persona, conocido históricamente como Pablo de Tarso. Este invesosímil presupuesto teológico acabó siendo asumido plenamente por la Iglesia oficial cristiana a partir de la destrucción del Templo de Israel y la captura de Jerusalén por Roma con la desaparición de la Iglesia-madre en el año 70 d.C.


A aportar todas las razones posibles para defender estos asertos se dedican los nuevos capítulos que ofrece este libro. La discusión científica sobre la existencia histórica de Jesús de Nazaret y sus posibles deformaciones se enriquecen con los argumentos expuestos en este volumen.

Los libros de Gonzalo Puente no pasan desapercibidos: provocan ardientes entusiasmos y no menos encendidos rechazos. Como comentarista eventual de libros que interesan a la temática de nuestro blog, me encantaría que la discusión que puede avivar en nuestro país este libro que presento fuera sobre todo de intercambio de razones y argumentos, y que no cayera en el ámbito de las simples descalificaciones, puesto que esto último no nos ayudaría nada en nuestro afán de intentar buscar la verdad que modestamente puede aprehenderse en el ámbito de la historia antigua.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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