Las mujeres en los Hechos Apócrifos



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

La conversión a la castidad (2)

La hija de Pedro vivió castamente como gracia especial conseguida por su padre para evitar la ruina de muchos por su belleza. El caso de la hija del jardinero era otro ejemplo de que la muerte era sencillamente lo que más le convenía. La muerte de la joven fue efecto de la plegaria de Pedro. El buen jardinero no entendió las razones y volvió a pedir a Pedro que la resucitara. Fue el principio de la supuesta ruina espiritual de la joven.

En el suceso de Rufina en los HchPe 2, Pablo reprende la conducta de la mujer porque se acercó a la eucaristía después de levantarse del lecho no de un marido sino de un adúltero. No existiría, pues, problema ninguno si hubiera seguido una vida matrimonial legítima. Nada exige Pablo en ese sentido a las mujeres que le acompañan con las matronas Berenice y Filóstrata. Su actitud, lo mismo que la de otros fieles, es de adhesión y devoción al Apóstol, pero sin otro compromiso expreso.

La rica Eubula, después de los favores recibidos de Pedro, toma la decisión de dar sus riquezas a los pobres y de renunciar al mundo. Pero todo es una determinación personal. De otras mujeres, como la viuda que había perdido al hijo, y la misma esposa de un senador, no se cuenta ningún cambio de conducta, que no sea la actitud de gratitud hacia el Apóstol que les ha devuelto a sus hijos. A la misma Crise, mujer rica con el producto de sus prostituciones, no se le exige expresamente ningún cambio de conducta. Si bien es de suponer que el donativo hecho a Pedro vale como signo de algún modo de conversión de su vida pasada, en la que el Apóstol no quiere entrar.

Las cuatro concubinas de Agripa escuchan la predicación de Pedro sobre la castidad y toman la decisión unánime de apartarse del trato íntimo con el Prefecto. En este caso podríamos decir que se apartan de una situación de suyo ilegítima. Jantipa, en cambio, era la esposa de Albino, amigo del César. Ella escuchó también a Pedro y adoptó la determinación de separarse de su marido. En ella se cumplen los pasos de otras mujeres protagonistas, por más que la figura de Jantipa ocupe un espacio reducido en la marcha del relato. A pesar de todo, su conducta fue determinante para el final de la historia del Apóstol y su muerte martirial.

Los Hechos de Pablo poseen el largo fragmento sobre la vida de Tecla. Ésta es una de las mujeres más importantes de todos los Hechos. Ya hemos visto cómo el fragmento de los HchPlTe debió de funcionar con independencia de otros fragmentos de los mismos Hechos. La figura de Tecla reúne los pasos más importantes del perfil de las mujeres protagonistas. Tecla lo es hasta el punto de neutralizar en gran parte el protagonismo de Pablo. Era por todos los indicios mujer de familia importante, escuchó la predicación del Apóstol sobre la castidad, a la que se convirtió con una determinación inquebrantable. El cap. 5 de los HchPlTe cuentan que Pablo hablaba en casa de Onesíforo "sobre la continencia y la resurrección". Luego, en la bienaventuranza 5ª se pronuncia el macarismo sobre los que tienen mujer como si no la tuvieran. Tecla y Pablo fueron perseguidos y condenados, pero fueron liberados por hechos prodigiosos de orden sobrenatural.

Artemila y Eubula escuchan también la palabra de Pablo que se encontraba en Éfeso. La condena de Pablo a las fieras no era consecuencia de la conducta de ambas mujeres, sino de la revuelta organizada por los devotos de la diosa Ártemis (Diana). Tienen ligeros conflictos con sus respectivos maridos, pero no se dice nada en particular sobre una eventual conversión a la vida de castidad. No podemos, sin embargo, hacer afirmaciones apodícticas, dado el estado de la transmisión de los textos. Sin embargo, según el testimonio del Papiro de Hamburgo, Pablo vuelve a enviar a Artemila a su marido después de que la mujer fuera bautizada y hubiera participado de la fracción del pan (PH IV 5). En consecuencia, podemos concluir que Artemila, incluso después de recibir los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía, continuó bajo la autoridad de su marido sin nuevas exigencias desde el punto de vista ascético.

De otras mujeres mencionadas en los HchPl no se conocen otros compromisos más allá de su fidelidad al Apóstol y la confirmación de su fe. Se habla de mujeres casadas, como Ninfa o Priscila, colaboradoras del Apóstol, pero sin que sus matrimonios sufran ningún cambio en el sentido de la eventual continencia. El caso de Frontina gira alrededor de su decisión de renunciar a las bodas, lo que no es lo mismo que quebrar el vínculo del matrimonio.

Los Hechos de Tomás tienen un color encratístico muy señalado. Sin embargo, alternan mujeres que optan por la vida de castidad con otras que siguen en su estado de fieles esposas. La novia del Hecho I se convierte por la acción personal del mismo Jesús bajo la apariencia de Tomás. La esposa del general Sifor, poseída por los demonios, queda curada gracias a la oración del Apóstol quien pide para que vuelva a la situación anterior a la posesión diabólica. Ni a ella ni a su hija les exige una nueva actitud acerca de la posible vida de castidad. Lo que indica que no se trataba desde el punto de vista de Tomás de una práctica universal, ni obligatoria.

Los casos de Migdonia y Tercia con Mnesara son argumentos de los más utilizados por los que ven en la castidad de ciertas mujeres el mejor apoyo para defender sus teorías. No obstante, se trata de actitudes rigoristas de acuerdo con la mentalidad de ciertos ambientes cristianos. Las mujeres escuchan la palabra sobre la continencia y toman sus decisiones con el apoyo doctrinal y moral del Apóstol. Que la conducta de las mujeres resulta un tanto exagerada, es algo que no puede dudarse. Pero el hecho de que haya otras mujeres a las que no se les exige semejante comportamiento significa que los Apóstoles, si hemos de creer a los textos, no condicionaban la salvación a la guarda de la castidad. Pero el ambiente de la época llevaba a la creencia de que una vida de continencia tenía ciertas ventajas y garantías por lo que significaba de victoria sobre la carne y la materia. El mismo Pastor de Hermas en su Mandamiento IV 4, 1-2 reconoce que el viudo que se vuelve a casar obra bien; pero si no se casa, tendrá mayor gloria y honor. Esta doctrina no es muy diferente de la que defiende Pablo en 1 Cor 7, 38.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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