El Amor divino nos está dando la vida, nos acoge y perdona siempre Vivir como Jesús nos realiza (Domingo 11º TO A 2ª Lect. 18.06.2023)

El dios de Jesús no “exige expiación por la sangre, no es dios contable e inmisericorde”

Comentario: “Dios nos demostró su amor: Cristo murió por nosotros” (Rm 5, 6-11)

Leemos un fragmento de la parte doctrinal de Romanos. Es una reflexión sobre la justificación o salvación venida con Jesús. Pablo tiene claro que Jesús revela el plan salvador: “ahora, sin la ley, se ha manifestado la justicia de Dios...; justicia de Dios por la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues no hay distinción, ya que todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús. Dios lo constituyó medio de propiciación mediante la fe en su sangre, para mostrar su justicia pasando por alto los pecados del pasado en el tiempo de la paciencia de Dios; actuó así para mostrar su justicia en este tiempo, a fin de manifestar que era justo y que justifica al que tiene fe en Jesús” (Rm 3,21-26). La “justicia de Dios” es el amor de Dios revelado por Jesús. Amor divino que nos está dando la vida, nos acoge y perdona siempre. La vida de Jesús revela el camino de vida que lleva a la perfección humana, realización, salvación definitiva. Al creer en Jesús, se recibe su Espíritu que capacita para responder al Amor dando gracias por existir, iluminando y moviendo hacia él con todos los seres humanos, buscando “la perfección”, que nos hace semejantes al Hijo del Padre (Mt 5,44ss).

Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (5,8).El Amor de Dios, revelado en Jesús, es su voluntad siempre en favor de su creación: “conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre” (Hebr 10,10). Dios es salvador, y Jesús, su mediador y revelador. La “oblación” de Jesús es mediación, originada en la voluntad de Dios. La carta a los Hebreos tiene claro este proceso: “Convenía que aquel, para quien y por quien existe todo, llevara muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación” (Hebr 2,10). Dios “lleva muchos hijos a la gloria”. Eso revela e inaugura Cristo, atrayéndonos con su Amor.

La teología interpretó el proceso salvador como “satisfacción”: Jesús “ha sustituido” a la humanidad, “ha compensado” nuestros delitos, “ha sido imputado” por nosotros. Hoy se ve incompatible el Padre de Jesús con “el dios que exige la expiación por la sangre, el dios contable e inmisericorde”. No puede explicarse que “Cristo murió por nosotros”, como muerte “vicaria”, merecida por nosotros y sustituida por Jesús, para satisfacer a un dios sádico que exige sufrimiento para compensar nuestros pecados.

El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?” (Rm 8,32). La encarnación es amor gratuito, entrega sin pago “satisfactorio”. Jesús revela al Dios verdadero, inaugura y muestra el camino que salva. Así Dios nos transforma a imagen de su Hijo. Nosotros no transformamos a Dios, por medio de Jesús, para que se aplaque, perdone, se vuelva propicio. Dios nos ama, escucha, reconcilia y salva siempre. Jesús “lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). Por eso dice Pablo: “estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8, 38-39).

Oración: “Dios nos demostró su amor: Cristo murió por nosotros” (Rm 5, 6-11)

Jesús, revelador del amor de Dios:

tú tienes las mismas entrañas que el Dios creador:

he visto la opresión de mi pueblo en Egipto

yhe oído sus quejas contra los opresores;

conozco sus sufrimientos...” (Éxodo 3,7).

Tú, “al ver a las muchedumbres, te compadeces de ellas,

porque estaban extenuadas y abandonadas...” (Mt 9,36).

“Opresión, quejas, sufrimientos, extenuación, abandono”:

situaciones que encontrabas en los enfermos y marginados,

en los explotados en el trabajo, en los ignorantes,

en los mal vistos por la institución y los poderes reales,

en las mujeres y en los niños, 

en los recaudadores de impuestos y en los pastores...

Tu mediación salvadora revela el Amor divino:

amor que inspiró tu pastoral y te sostuvo hasta la muerte;

amor dolorido que miraba las llagas humanas;

amor que te encorajinaba contra el acumular riqueza y poder,

contra la hipocresía disfrazada de ritos y oraciones,

contra la apariencia de superioridad en vestidos, títulos...

Muerte y resurrección revelan plenamente el Amor divino:

Dios, “para quien y por quien existe todo”,

quiere “llevarmuchos hijos a la gloria”;

por eso decide “perfeccionar mediante el sufrimiento

al jefe que iba a guiarlos a la salvación” (Hebr 2,10);

A ti, revelador del Padre, que “siendo de condición divina,

no retuviste ávidamente el ser igual a Dios;

al contrario, te despojaste de ti mismo

tomando la condición de esclavo,

hecho semejante a los hombres.

Y así, reconocido como hombre por tu presencia,

te humillaste, hecho obediente hasta la muerte...” (Flp 2,6-8).

Al entrar en el mundo dices a Dios:

Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas,

pero me formaste un cuerpo;

no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias.

He aquí que vengo... para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad...

Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados

por la oblación de tu cuerpo, hecha una vez para siempre” (Hebr 10,5ss).

La voluntad de Dios es tu vida histórica, evangélica:

conviertes esta vida en camino de realización, de plenitud;

aniquilas mediante la muerte al señor de la muerte...;

y liberas a cuantos, por miedo a la muerte,

pasaban la vida entera como esclavos” (2, 14s.).

Tú, Jesús, obedeces la voz del Dios de la vida:

alegras a los pobres y los libras de la humillación y el desprecio;

abres los ojos cegados por el egoísmo;

proclamas el año de gracia del Señor” (Lc 4,18s);

eres voz del “Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos,

y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45).

En los días de tu vida mortal, a gritos y con lágrimas,

presentaste oraciones y súplicas al que podía salvarte de la muerte,

siendo escuchado por tu piedad filial;

siendo Hijo, aprendiste, sufriendo, a obedecer;

llevado a la consumación, te conviertes, para todos los que te obedecen,

en autor de salvación eterna” (Hebr 5,7-9).

Gracias, Cristo Jesús:

estando ya reconciliados, seremos salvados por tu vida” (Rm 5,10).

Preces de los Fieles (Domingo 11º TO A 2ª Lect. 18.06.2023)

La pastoral de Jesús arranca del Amor de Diosy de la miseria del pueblo. “Al ver a las muchedumbres, te compadeces de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas..”. Pidamos su mismo corazón para los responsables de los pueblos, diciendo: manda, Señor, trabajadores a tu pueblo”.

Por la Iglesia:

- que oiga y “obedezca” la voz del Dios de la vida;

- que manifieste en su vida el Amor que predica.

Roguemos al Señor: manda, Señor, trabajadores a tu pueblo”.

Por las intenciones del Papa (junio 2023):

- que “la comunidad internacional elimine la tortura”;

- que “se garantice el apoyo a las víctimas y a sus familias”.

Roguemos al Señor: manda, Señor, trabajadores a tu pueblo”.

Por la paz en nuestro mundo:

- que crezca la conciencia comunitaria que nos une a todos;

- que los dirigentes renuncien a las armas y opten por el entendimiento-

Roguemos al Señor: manda, Señor, trabajadores a tu pueblo”.

Por la justicia social:

- que todos tengan opciones para desarrollarse y vivir;

- que cuidemos más a quien más lo necesita.

Roguemos al Señor: manda, Señor, trabajadores a tu pueblo”.

Por el Sínodo de la Iglesia:

- que abunde la participación y el respeto a las opciones evangélicas;

- que libere de toda ley opresiva, indigna del Evangelio.

Roguemos al Señor: manda, Señor, trabajadores a tu pueblo”.

Por esta celebración:

- que nos alegre al sentirnos reconciliados en el Amor divino;

- que nos incite a seguir a Jesús, “guía de nuestra salvación”.

Roguemos al Señor: manda, Señor, trabajadores a tu pueblo”.

Acepta, Señor, nuestra oración. Que oigamos siempre tu voz y sigamos tu camino, haciéndonos cargo de nuestros hermanos y conllevando su cruz hasta la consumación de nuestra vida. Te lo pedimos a ti, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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