Añorando creencias

Los aldeanos veían y vivían pendientes de las señales del cielo y de la manera de remar los pájaros sobre la espalda del cielo señales sobre el futuro, recordaban esta mañana en la tertulia: las cosechas, la bonanza y las tempestades del tiempo, la muerte y el más allá.  Aconsejados por el hontanar de la prudencia, sobre los presagios de los sueños normalmente callaban para que muchos que no creían no profanaran aquello que ignoraban i evitar la maldición que cae sobre el osado y audaz que, como niño que corre detrás de pájaro, excede la medida. Y una aquí y otra acullá, en los petos de ánimas de las encrucijadas, flameaban llamas, como sacrificios, ofrendas y sufragios, como dardos de compasión, sobre el aceite de las lámparas para acallar las reclamaciones y mitigar los gritos de auxilio, “cuita de penas insaciable”, dulce esperanza que nace del seno de la noche, de los antepasados idos en condiciones de adversa y nefasta fortuna, arnés del destino, para recorrer el errátil camino que debía conducirlos al descanso eterno. 

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