Resonaban fuertes sus «presente» ante el Pueblo de Dios, cuando decían sus nombres. Presente en un nuevo sí al Señor, como tantos ha habido en el camino que cada uno ha recorrido hasta este 24 de mayo. Sus rostros reflejaban también esa alegría emocionada. «Doy testimonio de que han sido considerados dignos», formulaba el rector de Seminario Conciliar de Madrid, Antonio Secilla, ante la pregunta del arzobispo, que concluía este primer rito inicial: «Con el auxilio de Dios y de Jesucristo Nuestro Salvador elegimos a estos hermanos nuestros para el orden de los presbíteros».

Ungidos por el Espíritu Santo
La Palabra de Dios, viva y eficaz, prometía en el Evangelio de Juan el envío del Espíritu. Y así se hacía vida en la catedral en estos once jóvenes que iban a ser ordenados, como decía el cardenal Cobo en la homilía, «por la imposición de las manos y por la Unción del Espíritu Santo».
«En esta catedral esta tarde —ha afirmado el arzobispo al comienzo de su predicación— si algo se percibe es la alegría de todos por lo que ocurre hoy a todo el Cuerpo de Cristo». Un milagro, ha dicho, cuyo motor es «el amor de Dios». Esa llamada por su nombre que Dios les ha hecho a los once candidatos al sacerdocio es «la misma que escucharon los apóstoles».
La respuesta es que «ofrecéis toda vuestra persona al ministerio; ya no os pertenecéis, el Señor y la Iglesia toma posesión de vuestra persona y de vuestras vidas». Y añadía: «Desde este día os debéis en amor a Jesucristo y a su Iglesia».

«Este es el camino de vuestra vida sacerdotal, pertenecer cada día más a Jesucristo», les ha recordado, con actitudes de «ternura y compasión», especialmente hacia «los más pobres y necesitados, los que sufren en el cuerpo y en el espíritu», los predilectos de Jesús.
El arzobispo de Madrid ha animado a los que instantes después serían sacerdotes a que cultiven la «acogida y cercanía con el Pueblo de Dios, imitando a Jesús». Porque ellos son «enviados al Pueblo de Dios, vuestro lugar está en medio de la gente; les pertenecéis».
También les ha pedido «que celebréis los sacramentos como forma de vida» y que «no tengáis miedo». En el Señor «encontramos el ánimo y la fortaleza en la dificultad». Son estos jóvenes sacerdotes «pastores en tiempos nuevos, no para repetir esquemas, sino para dar respuestas pastorales nuevas a tiempos y desafíos nuevos».

Como miembros del nuevo presbiterio de Madrid, tendrán la «fuerza para no apropiaros de la misión ni del pueblo al que servís». En este sentido, les ha hablado de comunión. «El Pueblo de Dios espera el testimonio de la unidad y de la comunión». Esta comunión del presbiterio «será un signo para todas nuestras comunidades». «Necesitamos —ha afirmado— formas pastorales nuevas que expresen esta comunión; necesitamos juntos aprender a escuchar y discernir la voz del Espíritu».
El arzobispo de Madrid ha concluido encomendando a todos a la Virgen de la Almudena, «hoy en su fiesta como auxilio de los cristianos», «que os abrace para ser sacerdotes para todos».

«Elegidos para el ministerio de los presbíteros»
Después de prometer los ordenandos respeto y obediencia al obispo y a sus sucesores, llegaba el momento central de la celebración, que empezaba con el cántico de las letanías de los santos mientras los «elegidos para el ministerio de los presbíteros» estaban postrados en el presbiterio. Tras esto, con la imposición de las manos por el obispo, cardenal José Cobo, la acogida del presbiterio y la plegaria de ordenación, nacían para la Iglesia sus nuevos sacerdotes.
«Te pedimos Padre Todopoderoso que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado, renueva en sus corazones el espíritu de santidad, reciban de ti el segundo grado del ministerio sacerdotal y sean con su conducta ejemplo de vida», cantaba el cardenal Cobo la plegaria. Tras este momento, llegaba el revestimiento con la casulla y dos ritos que explicitaban lo que acaba de ocurrir: la unción de las manos y la ofrenda para la Eucaristía. «Conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor», proclama el rito.

La celebración concluía con las palabras agradecidas del cardenal Cobo a los sacerdotes presentes —entre ellos los obispos auxiliares de Madrid José Antonio Álvarez y Vicente Martín— y a las familias y allegados de los nuevos sacerdotes. «Ahora empieza todo; gracias por vuestro sí, y a vuestros padres especialmente por la generosidad». Y ha lanzado un reto: que «por lo menos» salgan otros diez nuevos sacerdotes de esta celebración. «Gracias a los que os lo habéis pensado».
Un aplauso sentido y alegre en la catedral precedía a la salida jubilosa de los nuevos sacerdotes a la explanada de la catedral de la Almudena, donde sus familias y gentes de sus parroquias los esperaban con pancartas para vitorearlos y, como manda la tradición, mantearlos. Como decía el cardenal en un momento de la celebración, «Dios que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término».
